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Guti (tribu)

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Los Guti, gutis o gutu fueron un pueblo del este del Tigris, que habitaba los Montes Zagros a finales del tercer milenio a.C.; posibles ancestros de los kurdos, que desde el 2000 a. C. participaron en las luchas por dominar Akkad, reino una parte del cual llegaron a ocupar primero brevemente (2180 a. C.-2175 a. C.) y más tarde por más tiempo (2159 a. C.-2116 a. C.). Aparecen en la Historia Universal cuando Naram-Sim, rey acadio, emprende una expedición punitiva en su contra. La famosa estela de Naram-Sim refleja el triunfo militar de éste. Sin embargo, un siglo después los gutis se cobraron su revancha al dejarse caer sobre el Imperio Acadio, desmantelándolo. Los gutis se impusieron en Mesopotamia durante aproximadamente un siglo, hasta que la resurrección política de la antigua ciudad sumeria de Ur permitió destruirlos definitivamente.

Historia [editar]

Para poder comprender quiénes eran los gutis debemos plantearnos cómo era el mundo en el que ellos aparecieron. Después del período de esplendor de la Primera Dinastía de Ur, la decadencia fue apoderándose de Súmer.

A las luchas por la hegemonía siguieron otras; los pueblos semitas que merodeaban las ciudades comenzaron a establecerse en ellas; algunas tribus se relacionaban pacíficamente con los sumerios a través del comercio manteniendo su forma de vida nómada, y otras se dedicaron a actos de pillaje. A pesar de que los sumerios aceptaban esta integración, preferían mantenerse aislados en lo familiar. De todos modos el pensamiento semita influyó en el pueblo sumerio, sobre todo porque con el tiempo los pacíficos invasores se convirtieron en mayoría.

Desde la fundación de la Primera Dinastía de Lagash en el año 2.520 a. C. se habían sucedido varios reyes que, con alguna excepción, como Urukagina (2.355 a. C.) primer gran reformador, en general sólo habían buscado enriquecerse a costa del pueblo, propiciando la decadencia. El último de ellos fue Lugalzaggisi, quien en el año 2.348 a. C. realizó una violenta unificación política del país. El afán de poder desmedido de Lugalaggizi, sus campañas de conquista y su mano dura en el gobierno, le fueron propicias a Sargón, quien tomó prestigio en la débil corte de Kish, se apoderó del trono, organizó a los guerreros semitas e hizo frente y venció a Lugalaggizi, considerado invencible.

Sargón pertenecía a una de esas tribus semitas -los acadios- que se habían integrado al pueblo sumerio; tomó su nombre, que significa “rey verdadero”, al asumir el trono para legitimizar el poder usurpado; por dos siglos Súmer permaneció en manos semitas y se convirtió en un estado militar y administrativo rígidamente organizado. Lugalaggizi, al unificar Súmer, había introducido mitos y ritos para sustentar su realeza, Sargón introdujo reformas más sustanciales al cambiar los nombres de los dioses y sus atribuciones, por ejemplo Ishtar por Inanna, donde la diosa pasa de madre dadora de vida y protectora a mujer sensual y guerrera que conserva la virilidad del poder.

A Sargón le suceden sus hijos Rimus y Manitusu; ambos enfrentaron diversas sublevaciones sumerias pero los mayores peligros para ellos fueron las intrigas palaciegas. Con Naram-Sim, nieto de Sargón, las sublevaciones se agravaron debido a que, si bien Sargón y sus hijos habían sojuzgado al país, al menos respetaron su religión; en cambio este rey la profanó, se divinizó antecediendo a su nombre el determinativo de la divinidad “dingur” y apareció en sus representaciones con la corona de cuernos propia de un Dios. En las revueltas tomó la ciudad de Nippur, destruyó el templo y se llevó lo sagrado.

Su muerte, sucedida poco tiempo después, marca el comienzo de un nuevo período de decadencia. Sus sucesores no sólo deben enfrentar nuevas y más importantes sublevaciones sumerias, sino también las incursiones de otras tribus semitas como los amorreos. En este período caótico con muchos cambios de reyes y en el que los sumerios no podían terminar de organizarse, de algún lugar de las montañas bajaron los gutis, una horda de bárbaros según fuentes semitas, que arrasaron Agadé hasta no dejar ni memoria de su ubicación y destruyeron el imperio acadio. Pero ¿cómo podría una horda de bárbaros vencer a un ejército numeroso, bien organizado e invencible hasta el momento?

El hombre sumerio estaba profundamente imbuido de su religión, vivía por y para sus dioses y esto era lo que daba sentido a su vida entera. De fuentes sumerias de esa época vemos cómo entendía el poeta lo que estaba sucediendo a su nación *ver “La historia empieza en Súmer” – S. Kramer – Tablillas sumerias de la colección Hilpecht – pág. 233. Los gutis devastaron Uruk, Ur, Kish y Lagash, pero se recuperaron con el tiempo; en cambio Agadé desapareció completamente, y parece que el pueblo de Súmer ha saludado esta incursión como liberadora.

Luego de la destrucción del imperio acadio los gutis dejaron guarniciones en puntos neurálgicos en el norte y establecieron su propia dinastía que, aunque con evidente influencia semítica se integró rápidamente a la cultura sumeria.

Después de un tiempo los reyes gutis dedicaron sus ofrendas en los templos sumerios, aquellos que los primeros invasores habían despojado. Aquí da comienzo la época de florecimiento más importante del pueblo sumerio, con carácter más económico-cultural que político, cuyo mayor exponente es la ciudad de Lagash. Gudea, su rey, toma el título de “patesi o ensi”, que abarcaba tanto lo religioso como lo civil, y gobierna con ideales basados en el orden y la justicia. Vemos aquí una vuelta a la organización sumeria de tiempos anteriores a las infiltraciones extranjeras.

Si poco se sabe de esta remota época menos aún se conoce de los gutis, de quienes en general se repite “horda de bárbaros” incivilizados, destructores “dragones de montaña” pero hay algunos hechos que pueden analizarse desde otra óptica.

Seguramente no eran una horda desordenada y contaron con el caos reinante en Súmer debido a las sublevaciones del pueblo sometido. Arrasaron completamente Agadé y también otras ciudades fuertes que estaban en poder de los semitas, cortaron las redes de transporte y comunicación y sembraron pánico con el fin de no permitir que los semitas se reorganizaran nuevamente.

Una vez logrado el dominio permitieron a los sumerios reconstruir sus ciudades y su cultura, hasta el punto que Lagash resurgió alcanzando el máximo desarrollo de su historia. También la etimología de su nombre puede ser esclarecedora, los sumerios llamaban GUTIUM a este pueblo, vocablo que significa “madre que tiene el cordón de la vida”.

Los gutis fueron llamados “dragones de las montañas” –también los sumerios son presumiblemente un pueblo venido de las montañas (ver Ur, la ciudad de los caldeos, capítulo IV, págs. 79/80); quizás podamos acercarnos a la realidad de esta historia si consideramos la relación entre este pueblo y Enki -(más tarde Ea) dios de la sabiduría, señor de la magia, es uno de los tres dioses más importantes con Enlil y Anu de la cultura mesopotámica- llamado “gran dragón” y “soberano”.

Reyes guti [editar]

  • Erradupizir, hacia el 2220-2202 a. C.
  • Imta 2202-2199 a. C.
  • Inkishush 2199-2195 a. C.
  • Sarlabag 2195-2192 a. C.
  • Shulme 2192-2186 a. C.
  • Elulumesh 2186-2180 a. C.
  • Inimabakesh 2180-2175 a. C.
  • Igeshaush 2175-2169 a. C.
  • Iarlabag 2169-2154 a. C.
  • Ibate 2154-2151 a. C.
  • Iarlanbag 2151-2148 a. C.
  • Karum 2148-2147 a. C.
  • Kabilkin 2147-2144 a. C.
  • Laerabum 2144-2142 a. C.
  • Irarum 2142-2140 a. C.
  • Ibrahum 2140-2139 a. C.
  • Khalbum 2139-2137 a. C.
  • Puzursin 2137-2130 a. C.
  • Iarlaganda 2130-2123 a. C.
  • Sium 2123-2116 a. C.
  • Tiriqan 2116 a. C.
  • Imperio Elamita

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    Mapa de Elam.

    El antiguo Imperio Elamita, تمدن عیلام en fārsi, se situaba al este de Sumeria y Acad, en el actual suroeste de Irán. Los elamitas llamaban a su país Haltamti (en tardío elamita, Atamti), del cual sus vecinos acadios adaptaron como Elam. El alto Elam fue posteriormente más y más identificado por su baja capital, Susa, y geógrafos posteriores a Ptolomeo la llamaron Susiana. El nombre de Elam en antiguo persa fue Hujiyā, el cual sobrevive en el nombre de la provincia Khuzestān (Juzestán. Juzestān junto con Fars contienen los restos del antiguo Elam.

    La lengua elamita no está relacionada con los otros tres o cuatro, cuatro (si se cuenta a camitas y a semitas separados) o tres (si se cuenta a camitas y a semitas juntos (en la macrofamilia camito-semítica (del mismo rango que la macrofamilia indoeuropea) grupos lingüísticos vecinos: camito-semita, sumerio e indoeuropeo (concretamente iraní). Algunos expertos creen que la lengua de los elamitas está emparentada con las actuales lenguas drávidas del sur de la India (ver lenguas elamo-drávidas). Las referencias coetáneas y las representaciones artísticas señalan que los elamitas eran un pueblo negro de piel y de cabello rizado u ondulado.

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    Historia [editar]

    Estatua elamita.

    La historia elamita se ha dividido convencionalmente en tres periodos. Sin embargo, debe considerarse que los restos y artefactos de las primeras etapas continúan siendo descubiertos en el centro y sudeste de Irán. Algunos expertos se refieren a este periodo como Proto-Elamita.

    Periodo Elamita Antiguo: empieza con los reyes elamitas atestiguados con mayor antigüedad, aproximadamente 2700 a. C. Elam, designado por escribas sumerios simplemente como NIM "Tierras montañosas", no había sido unificado étnica o culturalmente con anterioridad. Elam cayó bajo el control político de Acad en el siglo XXII a. C. por acción de Sargón de Acad, el cual mantuvo las instituciones locales. La dinastía Awan reafirmó la independencia de Elam. Shulgi de Ur (2049-2047 a. C.) conquistó Elam por un tiempo. A mediados del siglo XIX a. C., el poder en Elam pasó a la dinastía Eparti. Hammurabi de Babilonia atacó Elam en el siglo XVIII a. C. El rey Kutir-Nahhunte I de Elam contraatacó, y causó una seria damnificación, de la cual se sabe poco, hacia 1160 a. C., y al mando de Shutruk-Nahhunte, Elam derrota a los casitas y establece el primer Imperio Elamita, que duró poco. El rey Nabucodonosor I de Babilonia conquistó Elam hacia el 1120 a. C., llevando el imperio a su fin.

    Hacia el 750 a.C, Elam reafirmó su independencia, causando el renacimiento cultural del Periodo Neo-Elamita. Elam fue ocupada por los asirios en el 645 a. C., lo que supone el fin de Elam como estado independiente. Los medos conquistaron Elam a los asirios, y la dinastía Aqueménida, otra dinastía iraní que gobernó la anterior tierra elamita de Anshan, tomó Susa y conquistó el Imperio Medo, para establecer el primer Imperio Persa.

    Las historias tradicionales han acabado la historia elamita con su sumergimiento en los Aqueménidas, pero las referencias griegas y latinas aún hacen referencia a una región autónoma dentro del Imperio Parto denominada Elymaida, que atestigua una supervicencia cultural, según Daniel Potts (ver refs.). Adicionalmente, el viajero árabe del siglo X Istakhrī comentaba que la gente de Juzestán hablaba tres lenguas, el árabe, persa y algo que ellos llamaban Khuzī". No está claro si esta lengua descendía del elamita o simplemente era un dialecto local persa. La lengua elamita todavía no se ha podido relacionar con ninguna otra conocida.

    La Lengua Elamita fue una de las lenguas oficiales del Imperio Persa en tiempos antiguos, y Susa una de las cuatro capitales del imperio. Susa también sirvió como capital de la Dinastía Sasánida desde el 224 a. C. y hasta el 651 d. C. El último uso de la escritura elamita fecha del siglo IV d. C., y Elam es todavía conocido como la actual provincia de Juzestán, donde se basa la inmensa industria petrolera de Irán.

    Cronología de gobernantes [editar]

    Dinastía Awan (fechas precisas desconocidas)

    • Peli (2500 a. C.)
    • Tata (fecha precisa desconocida)
    • Ukku-Takhesh (fecha precisa desconocida)
    • Khishur (fecha precisa desconocida)
    • Shushun-Tarana (fecha precisa desconocida)
    • Napil-Khush (fecha precisa desconocida)
    • Kikku-Sive-Temti (fecha precisa desconocida)
    • Lukh-Ishshan (s. XIV a. C.)
    • Khelu (2300 a. C.)
    • Khita (2275 a. C.)
    • Kutik-Inshushinnak (2240 a. C.)

    Dinastía Simash (fechas precisas desconocidas)

    • Gir-Namme (2030 a. C.)
    • Enpi-Luhhan (2010 a. C.)
    • Khutran-Temtt (fecha precisa desconocida)
    • Kindattu (fecha precisa desconocida)
    • Indattu-Inshushinnak I (fecha precisa desconocida)
    • Tan-Rukhurater (fecha precisa desconocida)
    • Indattu-Inshushinnak II (fecha precisa desconocida)
    • Indattu-Napir (fecha precisa desconocida)
    • Indattu-Tempt (fecha precisa desconocida)

    Dinastía Eparti(fechas precisas desconocidas)

    • Eparti I (fecha precisa desconocida)
    • Eparti II (fecha precisa desconocida)
    • Eparti III (1850 a. C.)
    • Shilkhakha (fecha precisa desconocida)
    • Attakhushu (1830 a. C.)
    • Sirukdukh (1792 a. C.)
    • Shimut-Wartash (1772-1770 a. C.)

    Dinastía Babilónica (1770-1500 a. C.)

    • Siwe-Palar-Khuppak (1770-1745 a. C.)
    • Kuduzulush I (1745-1730 a. C.)
    • Kutir-Nahhunte I (1730-1700 a. C.)
    • Lila-Ir-Tash (1700-1698 a. C.)
    • Temti-Agun I (1698-1690 a. C.)
    • Tan-Uli (1690-1655 a. C.)
    • Temti-Khalki (1655-1650 a. C.)
    • Kuk-Nashur II (1650-1635 a. C.)
    • Kutir-Shilkhakha I (1635-1625 a. C.)
    • Temti-Raptash (1625-1605 a. C.)
    • Kuduzulush II (1605-1600 a. C.)
    • Tata (1600-1580 a. C.)
    • Atta-Merra-Khalki (1580-1570 a. C.)
    • Pala-Ishshan (1570-1545 a. C.)
    • Kuk-Kirwash (1545-1520 a. C.)
    • Kuk-Nahhunte (1520-1505 a. C.)
    • Kutir-Nahhunte II (1505-???? a. C.)

    Dinastía Igehalkid (1350-1200 a. C.)

    • Ige-Halki (1350-1330 a. C.)
    • Pakhir-Ishshan (1330-1310 a. C.)
    • Attar-Kittakh (1310-1300 a. C.)
    • Khuman-Numena (1300-1275 a. C.)
    • Untash-Naprisha (1275-1240 a. C.)
    • Unpatar-Naprisha (1240-1235 a. C.)
    • Kiddin-Khutran (1235-1210 a. C.)

    Dinastía Shutrukid (1205-1100 a. C.)

    • Khallutush-In-Shushinak (1205-1185 a. C.)
    • Shutruk-Nahhunte (1185-1155 a. C.)
    • Kutir-Nahhunte III (1155-1150 a. C.)
    • Shilkhak-In-Shushinak (1150-1120 a. C.)
    • Khutelutush-In-Shushinak (1120-1110 a. C.)
    • Shilhana-Hamru-Lagamar (1110-???? a. C.)

    Última Dinastía Elamita (743 - 644 a. C.)

    • Khumbanigash I (743-717 a. C.)
    • Shuttir-Nakhkhunte (717-699 a. C.)
    • Khallushu (699-693 a. C.)
    • Kutir-Nakhkhunte (693-692 a. C.)
    • Khumma-Menanu (692-689 a. C.)
    • Khumma-Khaldash I (689-681 a. C.)
    • Khumma-Khaldash II (681-680 a. C.)
    • Khumma-Khaldash II & Shilhak-In-Shushinak (680-676 a. C.)
    • Shilhak-In-Shushinak y Urtaku (676-664 a. C.)
    • Shilhak-In-Shushinak y Tempti-Khumma-In-Shushinak (664-653 a. C.)
    • Atta-Khumma-In-Shushinak y Khumbanigash II (653-651 a. C.)
    • Atta-Khumma-In-Shushinak y Tammaritu (651-649 a. C.)
    • Atta-Khumma-In-Shushinak y Indabigash (649-648 a. C.)
    • Indabigash (648-647 a. C.)
    • Khumma-Khaldash III (647-644 a. C.)
    • Media (Oriente Medio)

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      (Redirigido desde Medos)

      Media (en persa antiguo Mâda, en idioma kurdo Mâd), antiguo reino tribal en el oeste del actual Irán. Su capital fue Ecbatana.

      Media constituye un problema para los estudiosos que tratan de describir este antiguo imperio. Las pruebas de que se disponen son poco fidedignas: consisten en algunos hallazgos arqueológicos, algunas referencias en textos cuneiformes asirios y babilonios, la inscripción de Behistún persa, las obras Los nueve libros de historia del historiador griego Heródoto de Halicarnaso y Pérsica de Ctesias de Cnido, y un par de capítulos en la Biblia. El problema es que los hallazgos arqueológicos no están claros, que los textos orientales no ofrecen demasiada información, que los autores griegos no son muy fiables, y que parece que algunos libros bíblicos estuvieron influidos por Heródoto.


       

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      El país [editar]

      A pesar de que las fronteras de Media nunca estuvieron perfectamente fijadas, el territorio es más o menos el del noroeste del actual Irán. Su capital fue Ecbatana, actual Hamadán. Su parte oeste está dominada por los montes Zagros y bordeaba con Asiria, al sur con Elam y Persis (Fars), en el árido este con Partia, y al norte, Media estaba separada del mar Caspio y Armenia por los montes Elburz.

      El país estaba, y sigue estando, dominado por el camino este-oeste que se conocía en la Edad Media como Ruta de la Seda. Este camino conectaba Media con Babilonia, Asiria, Armenia y el mar Mediterráneo en el oeste, y con Partia, Aria, Bactria, Sogdiana y China en el este. Otro camino importante unía Ecbatana con las capitales de Persis, Persépolis y Pasargada.

      Media controlaba el comercio este-oeste, pero también era rica en productos agrícolas. Los valles y planicies de los Zagros son fértiles, y Media era muy conocida por sus plantas leguminosas, ovejas, cabras y por sus caballos, llamados neseos. El país podía alimentar a mucha población y es así como se fundaron muchas nuevas ciudades y pueblos (Ecbatana, Rhagae (actual Teherán), Gabae (actual Isfahán)). El autor griego Polibio de Megalópolis llama a Media correctamente el más poderoso de entre los países asiáticos. Media fue reconocida generalmente como una de las partes más importantes de los imperios seleúcida y parto.

      Historia antigua [editar]

      Arqueológicamente hablando, Media está poco comprendida. Los investigadores han llamado a menudo medos a objetos por el simple hecho de encontrarlos bajo el estrato que habían identificado como aqueménida. Hasta el momento, los hallazgos encontrados no permiten una definición clara de la cultura meda.

      Aún así, parece razonablemente claro que en el primer cuarto del primer milenio, nómadas ganaderos que hablaban algún tipo de lengua indo-iraniana, se infiltraron en los Zagros, asentándose entre la población nativa. Los guerreros tribales son mencionados por primera vez por los asirios como enemigos de Salmanasar III (858-824 a. C.). Los habitantes de Media estaban divididos en varias tribus pequeñas, y a pesar de que los reyes asirios fueron capaces de subyugar a algunas de ellas, nunca pudieron conquistar Media totalmente.

      De hecho, es probable que fueran los asirios los responsables de la unificación de las tribus medas. Los repetidos ataques asirios forzaron a los habitantes a cooperar y a desarrollar un liderazgo más efectivo. Los asirios también apreciaban algunos productos del este, como el lapislázuli de Bactria, por lo que la ruta este-oeste meda cobró cada vez mayor importancia. El comercio puede explicar el crecimiento de Ecbatana (Hâgmatâna) como ciudad central de Media y pudo ser el detonante final que inició el proceso de unificación. Otras ciudades que pudieron crecer en respuesta a la demanda del mercado asirio son Hasanly y Ziwiye en el noroeste.

      Imperio [editar]

      Imperio Media, 600 a. C.

      Si tenemos que creer a Heródoto, Media fue unificada por un hombre llamado Deyoces hijo de Fraortes, el primero de los cuatro reyes que reinarían un imperio que incluía grandes zonas de Irán y la parte este de Anatolia. Sus nombres suenan convincentemente medos: un Daiaukku y un Uksatar (Deioces y Ciáxares) son mencionados en textos del siglo VIII a. C. Usando el número de años de reinado relatados por Heródoto y contando hacia atrás desde el año en el que, según la Crónica de Nabónido, el último líder medo perdió el trono, se obtiene esta lista:

      Desafortunadamente, hay varios problemas con esta cronología. En primer lugar, Ctesias ofrece una lista alternativa de reyes. En segundo lugar, los Daiaukku y Uksatar mencionados más arriba vivieron hacia el 715 a. C., y aún peor, Daiaukku vivía cerca del lago Urmia, no en Ecbatana. Aparte, la historia de Deioces parece sospechosamente el relato de un mito acerca del origen de la civilización. Y finalmente, los años de reinado según Heródoto son igualmente sospechosos, los 4 reyes suman 150 años de reinado por parejas de 75 años exactamente. No hay razón para dudar de la existencia de los dos últimos reyes, quienes son mencionados en textos babilonios, aunque debemos preguntarnos qué tipo de líderes eran.

      Según Heródoto, Deioces unificó a los medos y fue el gobernante de varias tribus, las cuales lista explícitamente, pero lo más probable es que no fuera el único en hacer lo mismo con otras. La lista de tribus descrita parece ser más bien un intento de crear un poco de orden dentro de la tradición oral acerca de los líderes más antiguos. Su descripción de la historia meda probablemente proyecta en el pasado aspectos de la civilización inmediatamente posterior, la aqueménida. Debió tomar los relatos contados por sus informadores persas con respecto a la historia antigua de Irán demasiado literalmente, aunque eso no significa que los líderes de las federaciones tribales no fueran capaces de ejercer una gran influencia política.

      A pesar de que un tal Arbaces pudo unificar también a algunas tribus, Ciáxares y Astiages han sido generalmente reconocidos como los dos últimos líderes de la federación de tribus. Según la Crónica de la caída de Nínive, Ciáxares (llamado Umakištar) destruyó el centro religioso asirio Assur en el verano del 614 a. C. Dos años después, y en alianza con el babilonio Nabopolasar, tomó Nínive, la capital asiria, hecho que marcó el fin del imperio asirio.

      Esto prueba que Ciáxares era más que un mero jefe tribal: era un rey real, capaz de construir un ejército que era lo suficientemente fuerte como para tomar una ciudad. Probablemente persas, armenios, partos y arios, pagaban todos tributo a los medos. En otras palabras, Ciáxares controlaba una gran parte de la Ruta de la Seda y expandió su reino hasta Persis y Armenia, las cuales parece que sucumbieron después del 609 a. C. pero antes del 605 a. C.

      El último hecho conocido de Ciáxares fue una batalla contra el rey lidio Aliates el 30 de mayo del 585 a. C. Esta batalla y la toma de Assur en el 614 a. C. cuadran con la cronología de hechos de Heródoto.

      Con respecto al reinado de Astiages, Heródoto nos cuenta un relato fantástico acerca de cómo perdió el trono y el reino. Sin embargo, a pesar de que la historia parece más atrayente que fiable, el hecho que Astiages perdió el reino está confirmado por la Crónica de Nabónido, donde se explica que el rey persa Ciro II el Grande tomó preso a Astiages y saqueó Ecbatana.

      Es posible que el crecimiento del imperio persa y el declive de Media tuvieran razones económicas más profundas. Parece que a mediados del siglo VI a. C., se inició la construcción de qanats en Persis (canales subterráneos de riego que comunican un acuífero con una zona árida). Esto dio a esta parte de Irán una ventaja competitiva con respecto a Media. Sin embargo, fechar la antigüedad de estos canales no es fácil, y puede ser que fueran desarrollados de hecho después de la victoria de Ciro.

      Sea como fuere, Ciro tomó el poco organizado imperio medo, incluyendo algunos países sujetos a él, como Armenia, Capadocia, Partia y quizás Aria. Probablemente los dejó en manos de reyes vasallos, los llamados sátrapas. En el 547 a. C., Ciro añadió Lidia a sus dominios, país que tenía entre sus vasallos a las ciudades griegas y carias en el oeste y sudoeste del Asia Menor, respectivamente.

      Ocho años más tarde capturó Babilonia, y Ciro comprendió entonces que las ciudades no sólo existían para ser saqueadas por nómadas (como Ciáxares había hecho con Nínive), sino que podían ser integradas en el imperio. El rey persa fundó así mismo una ciudad de su propiedad, Pasargada, y no es en absoluto exagerado decir que la evolución final desde una sociedad tribal hacia el estado primitivo que se había empezado en Media, finalizó en Persis.

      Media en la inscripción de Behistún [editar]

      Así pues, Media pasó a formar parte del imperio aqueménida. Esto debió crear un fuerte resentimiento entre los medos contra los nuevos gobernantes, ya que tras la muerte del sucesor de Ciro, Cambises II, en el 522 a. C., los medos se rebelaron. Cambises fue sucedido por su hermano Bardiya, el Esmerdis de las fuentes griegas, quien anunció que las provincias quedaban exentas de pagar tributo durante 3 años, y escogió además la fortaleza meda Sikayauvatiŝ como su residencia.

      Esto causó una gran indignación entre la élite persa, así que un pariente lejano de Esmerdis, Darío I, ayudado por otros seis conspiradores, asesinó al rey, convirtiéndose en el nuevo monarca. Esta historia puede leerse en la inscripción de Behistún y en la obra de Heródoto. Ambas fuentas coinciden al señalar que en realidad el rey asesinado no era el Esmerdis real, sino un doble usurpador, el mago Gaumata. Como los magos no eran sólo un grupo de religiosos especialistas, sino también una tribu meda, y como además la política del supuesto Gaumata favorecía a Media, es probable que Darío tuviera razón, aunque no faltan historiadores que señalan la historia de Gaumata como una invención del propio Darío como excusa para su ascenso al trono.

      Independientemente de la identidad real del rey asesinado, su muerte y el ascenso de Darío desembocaron en una serie de revueltas en prácticamente todas las provincias del imperio. En Babilonia un hombre llamado Nidintubel se autoproclamó rey, y cuando Darío se había marchado a Babilonia a ocuparse del asunto, un nuevo líder rebelde apareció en Media, Fraortes, quien reivindicaba ser descendiente de Ciáxares. Esta rebelión se extendió a Sagartia, Partia e Hircania. Tuvieron lugar igualmente levantamientos en Armenia, Elam y Persis.

      Parecía una revuelta considerable, pero Fraortes fue derrotado por el general persa Hidarnes el 12 de enero del 521 a. C. Sin embargo, no fue una victoria decisiva, y Fraortes fue capaz de mantenerse en el poder durante el invierno, hasta que Darío pudo ocuparse de él personalmente. El 8 de mayo, derrotó a los medos en un sitio llamado Kunduru. La victoria persa fue total. Fraortes trató de huir a Rhagae pero fue interceptado y crucificado en Ecbatana.

      Posteriormente, un habitante de Sagartia llamado Tritantecmes reivindicó igualmente descender del rey medo Ciáxares, continuando la rebelión, pero fue derrotado por el general de Darío Takmaspada y crucificado en Arbela, actual Erbil. Este hecho significó el final de la revuelta meda. Parece que tras estos acontecimientos, los medos aceptaron finalmente el dominio persa.

      Media tuvo siempre una posición especial en el imperio aqueménida. Ecbatana fue una de las residencias de Darío, y en la otra capital, Persépolis, los medos fueron siempre representados como iguales a los persas. En el libro de Esther de la Biblia, aparece la expresión "leyes de los medos y persas". Para los griegos, los nombres de ambas naciones se usaron como sinónimos. Valga el ejemplo de las Guerras Médicas, serie de conflictos que enfrentaron a persas y griegos.

      Historia tardía [editar]

      En los primeros años tras el golpe de estado de Darío, Hidarnes fue sátrapa de Media. Después de esto, el país más o menos desaparece de los rastros históricos. Los archivos cuneiformes de Babilonia son menos informativos a partir del 484 a. C., no hay archivos asirios, las tablillas de Persépolis no pasan más allá del 493 a. C., el relato de Heródoto finaliza el 479 a. C., otros autores griegos como Ctesias o Jenofonte ignoran Media, y finalmente, de todos los reyes aqueménidas, sólo Darío dejó una inscripción histórica.

      La investigación arqueológica tampoco es fácil. Sabemos que Ecbatana era una ciudad importante en la época persa, pero se han realizado pocas excavaciones. Los reyes Darío II (424 a. C.-404 a. C.) y Artajerjes II (404-358 a. C.) dejaron inscripciones que prueban que estaban interesados en esta residencia, pero esto es todo lo que sabemos.

      Media no aparece de nuevo en la historia hasta la guerra entre el macedonio Alejandro Magno y el persa Darío III. Tras la derrota de este último en la batalla de Gaugamela (331 a. C.), Darío trató de reconstruir su ejército en Ecbatana, pero en la primavera del 330 a. C. se vio forzado a huir al este y fue asesinado. Alejandro dejó inicialmente el control de Media a su general de confianza Parmenión, aunque posteriormente éste fue asesinado.

      Es conocido que Parmenión, y posteriormente otros dos macedonios, Sitalces y Cleandro, atacaron los santuarios zoroastrianos locales. En el 325 a. C., un líder local llamado Bariaxes se rebeló contra los nuevos gobernantes, pero su rebelión fue suprimida por el sátrapa de Media de Alejandro, Atropates. Para restaurar el orden, Atropates tuvo que arrestar igualmente a los dos macedonios, quienes fueron de hecho declarados culpables por Alejandro y probablemente ejecutados.

      Tras la muerte del conquistador en el 323 a. C., Atropates fue reemplazado de su satrapía por un hombre llamado Peithon, aunque mantuvo el control de la parte norte de Media, que fue llamada posteriormente Media Atropatena (incluso hoy en día, su nombre perdura en el nombre Âzarbayjân, dos provincias al norte de Irán, Azerbaiyán Oriental y Azerbaiyán Occidental (no confundir con el país del mismo nombre Azerbaiyán)). Media Atropatena se convirtió en uno de los centros principales del zoroastrismo.

      Tras las guerras de los Diádocos, Media pasó a formar parte del imperio de Seleuco I Nicátor, el cual incluía partes de Anatolia y Siria, toda Mesopotamia y parte de Irán. Esto significó que Media continuó teniendo una alta importancia, ya que era justo el corazón del Imperio Seleúcida, así como lo había sido del imperio aqueménida. Se conservan monumentos de este período a lo largo de la Ruta de la Seda y otros lugares.

      Durante la segunda mitad del siglo III a. C., nómadas parnos empezaron a infiltrarse en Partia, al este de Media, y se comportaron paulatinamente de forma más independiente, llamándose a sí mismos finalmente como la región que acababan de conquistar, partos. El rey parto Mitrídates I el Grande (171-138 a. C.) fue capaz de conquistar Media y, habiendo tomado esta importante y estratégica satrapía, cruzó los Zagros y procedió a conquistar toda Mesopotamia.

      Durante siglos, Media fue el centro del imperio parto. A pesar de que sus capitales fueron Hecatompilos en Partia y Ctesifonte en Mesopotamia, los reyes partos siempre tenían que pasar por Media, y sabemos de construcciones partas en Ecbatana, así como en Kangavar y en Behistún.
       

      Imperio aqueménida

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      Imperio persa aqueménida
      Median Empire.svg Chaldean-empire-600BCE.png Map of Lydia ancient times.jpg 558 a. C.–330 a. C.

      Verginasun.png

      Ubicación de Imperio persa aqueménida
      Máxima extensión del Imperio aqueménida durante el reinado de Darío I, hacia el 500 a. C.
      Capital Susa, Persépolis, Pasargada y Ecbatana
      Idioma principal En las inscripciones reales se prefería el persa antiguo, el acadio aqueménida y el elamita. Para la administración, el arameo y el elamita.
      Gobierno Monarquía
      Historia  
       • Establecido 558 a. C.
       • Disolución 330 a. C.

      Imperio aqueménida, o Imperio persa aqueménida, es el nombre dado al primer y más extenso imperio persa,[1] el cual se extendió por los territorios de los actuales estados de Irán, Iraq, Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán, Turquía, Chipre, Siria, Líbano, Israel y Egipto. Su expansión territorial comenzó, durante el reinado de Ciro II (559-530 a. C.), con la anexión del reino medo,[1] y alcanzó su máximo hacia el año 500 a. C., cuando llegó a abarcar parte de los territorios de los actuales estados de Libia, Grecia, Bulgaria y Pakistán, así como ciertas áreas del Cáucaso, Sudán y Asia Central. Las grandes conquistas hicieron de él el imperio más grande en extensión hasta entonces.[1] Su existencia concluyó en 330 a. C. cuando el último de los reyes aqueménidas, Darío III, fue vencido por Alejandro Magno.[1]

      El Imperio debe su nombre a la dinastía que lo gobernó durante unos dos siglos, la aqueménida, fundada por un personaje semilegendario, Aquemenes.[1] En la historia de Occidente, el Imperio aqueménida es conocido sobre todo por su condición de rivales de los antiguos griegos, especialmente en dos períodos, las Guerras Médicas y las campañas del macedonio Alejandro Magno.

      Contenido

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      [editar] Fuentes

      Las fuentes para el estudio del Imperio aqueménida son especialmente problemáticas, no tanto por su escasez como por ser a menudo contradictorias entre sí. Asimismo, no todas las regiones ni las épocas están documentadas por igual: en el aspecto cronológico, la mayor parte de la documentación se refiere al siglo V a. C., en tanto que de la época anterior a la conquista de Alejandro hay mucha menos información; en el aspecto geográfico, es mucho más abundante la información referente a las regiones occidentales del Imperio, más cercanas a las ciudades griegas, que a su parte oriental.[2]

      [editar] Fuentes literarias

      Antes de que se iniciasen las excavaciones arqueológicas, la historia aqueménida se conocía únicamente a través de los escritos de autores clásicos (griegos y, en menor medida, romanos), y de la Biblia. Entre los autores clásicos destaca particularmente el historiador griego Heródoto, que escribió en el siglo V a. C., y cuyo propósito principal es exaltar los éxitos de los griegos durante las Guerras Médicas. Su obra es útil para conocer el primer período de la historia aqueménida, especialmente en lo que se refiere a su frontera noroccidental. Durante el siglo IV a. C. aportan también información sobre el Imperio aqueménida las obras de Ctesias y de Jenofonte. Todos los autores griegos, sin embargo, coinciden en lo esencial de su visión del Imperio aqueménida: por un lado, admiran su riqueza y su poder, pero por otro consideran su sistema político corrupto y decadente, y presentan al monarca como una figura débil, víctima de las maquinaciones de las mujeres y los eunucos de la corte.[2]

      En la Biblia, en los libros de Esdras y de Nehemías, los persas aparecen como restauradores del Templo de Jerusalén y defensores del culto a Yahvé: la imagen que de ellos se muestra es muy positiva, ya que acabaron con la cautividad de Babilonia. No obstante, en el Libro de Ester, muy probablemente escrito en época helenística, la imagen que se da de los persas es muy similar a la que puede encontrarse en las obras de autores griegos.

      [editar] Fuentes epigráficas

      La Inscripción del Harén, de Jerjes I. Se trata de una inscripción bilingüe en persa (izquierda) y babilonio (derecha).

      En época aqueménida, el persa antiguo, antecesor del actual idioma persa hablado en Irán, se escribía en una variedad de escritura cuneiforme que solo comenzó a ser descifrada a comienzos del siglo XIX, gracias sobre todo a los esfuerzos de Henry Rawlinson y a su trabajo con la Inscripción de Behistún, que hace un relato pormenorizado de las circunstancias en que Darío I accedió al poder. Actualmente, se conocen numerosas inscripciones en antiguo persa, pero, con una sola excepción recientemente identificada,[3] éstas se restringen al ámbito de las declaraciones de la realeza, expresiones de su poder e ideología. Son fuentes de información útiles para conocer la actividad constructora de los reyes, y la imagen que estos tenían de sí mismos, pero no suelen proporcionar información sobre otros ámbitos (la única de carácter narrativo es la de Behistún).

      Junto con las inscripciones reales, son también una importante fuente de información los textos en arameo y en egipcio demótico hallados en Egipto,[4] así como un número importante de documentos en idioma acadio hallados en Babilonia. Entre estos últimos se destacan numerosos archivos administrativos de los templos y de algunas familias poderosas como Egibi y Murashu.[2] Adicionalmente, los archivos elamitas de Persépolis (el de la Fortaleza y el del Tesoro) iluminan la "economía real" del área de las capitales.[5]

      [editar] Fuentes arqueológicas

      Las excavaciones son todavía muy incompletas. Las principales son los grandes centros reales, Pasargada, Persépolis y Susa, así como tumbas rupestres como las de Naqsh-e Rostam. Las excavaciones se han visto dificultadas porque algunos sitios, como por ejemplo, Arbela y Ecbatana, están actualmente cubiertos por grandes ciudades modernas (Erbil y Hamadán, respectivamente). Otro factor negativo es el tradicionalmente escaso interés de los arqueólogos por el período en cuestión, lo que llevó a que los niveles de ocupación de época aqueménida hayan sido pobremente documentados.[6]

      [editar] Historia

      El imperio comenzó como un estado tributario de los medos pero acabó conquistando el Imperio medo y ampliándolo hasta abarcar Egipto y Asia Menor. Con Jerjes llegó casi a conquistar la Antigua Grecia. Los aqueménidas fueron derrotados por la conquista de Alejandro Magno en 330 a. C.

      [editar] Antecedentes

      Los persas pertenecían a los grupos iranios que se habían establecido siglos atrás en la meseta de Irán, y habitaban la actual provincia de Fars (Irán), una región de tradicional influencia elamita. Se dedicaban de modo destacado a la cría de ganado, aunque con el tiempo fueron adoptando la agricultura. La historia de los primeros reyes persas, quienes habrían vivido durante el siglo VII y la primera mitad del siglo VI a. C., es poco conocida. De acuerdo con la genealogía tradicional, basada en la Inscripción de Behistún de Darío I (ca. 518) y en el historiador griego Heródoto de Halicarnaso, los persas habrían sido gobernados por la dinastía aqueménida, fundada por su epónimo Aquemenes (en antiguo persa, Haxamaniš "el que tiene el espíritu de un seguidor"[7] ). Le sucedió su hijo Teispes (Cišpi), de quien se sabe por inscripciones de sus sucesores que utilizó el título de "rey de Anshan".[8]

      La dinastía se habría dividido entonces en dos linajes: uno comenzado por Ciro I, rey de Anshan, y continuado por su hijo Cambises I y su nieto Ciro el Grande, y otro por Ariaramnes, bisabuelo de Darío I. Ciertas inscripciones se refieren a Ariaramnes y a su hijo Arsames como reyes de de Persia. Esto llevó a que se especulara sobre una supuesta división del reino de Teispes entre Ciro I y Ariaramnes, quienes habrían reinado, respectivamente, en Anshan y el Persia. No obstante, la autenticidad de dichas inscripciones se ha puesto en duda.[9]

      Resulta llamativo que, mientras mientras Darío insiste constantemente en su ascendencia aqueménida, esta es completamente ignorada por Ciro el Grande, el cual sólo se remonta hasta Teispes en sus inscripciones. Esto ha llevado recientemente a algunos estudiosos a pensar que las líneas de Ciro ("téispida") y Darío ("aqueménida") no estaban relacionadas.[10]

      Según Heródoto, los persas de las épocas tempranas eran vasallos de sus poderosos vecinos, los medos, aunque actualmente se duda de la fiabilidad de esta información.

      [editar] Las grandes conquistas

      Gracias a Ciro (555-529 a. C.), rey de Anshan, el dominio medo sobre la meseta iraní fue breve. Ciro creó un poderoso ejército siguiendo el modelo de los antiguos asirios. Cuando sucedió a su padre Cambises I en el 559 a. C., las entidades políticas hegemónicas en la región eran el Imperio neobabilónico, el reino medo, Lidia y Egipto.[11] [12] Entre los años 553 y 550 a. C., Ciro derrotó al rey medo Astiages, tomó su capital, Ecbatana, y llevó sus tesoros a Anshan. La Crónica de Nabonido informa de que el rey persa resultó favorecido por el amotinamiento de las tropas medas contra su propio rey, hecho confirmado por la historia que narra Heródoto (i, 123-128) sobre la traición del general medo Harpago.[11]

      Tras unificar a los persas y someter a los medos, Ciro, llamado después "el Grande", emprendió la conquista de Babilonia (con lo que puso fin al Imperio neobabilónico), Siria, Palestina) y Asia Menor. El reino de Lidia, en Asia Menor, cayó en poder de Ciro hacia el 545 a. C.[13] Se cree que la guerra contra el Imperio neobabilónico, que se encontraba rodeado por los persas en sus fronteras oriental y septentrional, habría comenzado hacia finales de la década de 540 a. C. En cualquier caso, en el año 539 Babilonia fue tomada por el general persa Gobrias, haciéndose presente Ciro días más tarde. El nuevo gobernante asumió la titulatura regia babilonia, que incluía los títulos de rey de Babilonia, rey de Sumer y Akkad y rey de los países. Ciro se presentó a sí mismo como el "salvador" de las naciones conquistadas, . Para reforzar esta imagen y "crear condiciones de cooperación con las elites locales",[14] protegió los cultos (como el de Marduk en Babilonia) y restauró templos y otras infraestructuras en las ciudades recientemente adquiridas. Con ello Ciro se ganó el apoyo de buena parte de la casta sacerdotal de Babilonia, la que en los textos (el Cilindro de Ciro, el Poema sobre Nabonido) por lo general se muestra favorable hacia él. En el Tanaj, Ciro es bienvenido por el Segundo Isaías, un judío de Babilonia. Asimismo, de acuerdo a los libros bíblicos de Esdras y Nehemías, Ciro permitió regresar a Judea y reconstruír el Templo a los judíos cautivos en Babilonia. A diferencia de los conquistadores asirios y babilonios precedentes, Ciro trató con benevolencia a los pueblos sometidos y perdonó a los reyes enemigos. En general, Ciro siguió la estrategia de dejar las estructuras administrativas de los lugares conquistados, pero sometiéndolos al poder imperial.[15]

      La inscripción de Behistún narra la historia de las luchas de Darío I contra los rebeldes.

      Ciro murió en el 530 a. C. durante una campaña contra los masagetas de Asia Central, y fue sucedido por su hijo Cambises II (530-522), quien continuó su labor de conquista. Dirigió la conquista de Egipto, presumiblemente planeada con anterioridad. Falleció en julio de 522 a. C. como resultado de un accidente o suicidio, durante una revuelta liderada por un clan sacerdotal que había perdido su poder después de que Ciro conquistase Media. En el momento de la muerte de Cambises, el Imperio se extendía desde el Mediterráneo (incluyendo Egipto y Anatolia) hasta la cordillera del Hindu Kush en el actual Afganistán, lo que marcó la máxima extensión del Imperio aqueménida y configurando el mayor imperio hasta entonces conocido en el Próximo Oriente.

      [editar] Crisis y reestructuración

      Según la Inscripción de Behistún, cuando Cambises se encontraba en Egipto, cierto Gaumata se rebeló en Media haciéndose pasar por Esmerdis (Pers. Bardiya), el hermano menor de Cambises II, quien había sido asesinado unos tres años antes. Debido al despótico gobierno de Cambises y su larga ausencia en Egipto, "todos los pueblos, persas, medos, y las demás naciones", reconocieron al usurpador, especialmente porque él garantizaba el perdón de los tributos durante tres años (Heródoto iii, 68). Este Gaumata es uno de los sacerdotes revueltos contra el rey Cambises, a los que Heródoto llama Magos. El pseudo-Esmerdis gobernó durante siete meses antes de ser derrocado en el 521 a. C. por un grupo de nobles encabezado por Darío, quién se proclamó rey en su lugar. Las posteriores rebeliones, desatadas a lo largo y a lo ancho del Imperio, fueron derrotadas sucesivamente por Darío y sus generales; en el 518 a. C. la paz se había reestablecido. Para garantizar su legitimidad, el nuevo rey contrajo matrimonio con las esposas de su predecesor (una práctica usual), entre las que se incluían dos hijas y una nieta de Ciro. Una de ellas, Atosa, dio a luz al futuro soberano Jerjes I.

      Es importante destacar que la pretensión de que Gaumata era un falso Esmerdis deriva de Darío. Los historiadores se encuentran divididos sobre la posibilidad de que la historia del impostor fuera un invento de Darío como justificación para su golpe de estado [2]. Darío hizo afirmaciones semejantes cuando más tarde capturó Babilonia, anunciando que el rey babilonio no era, de hecho, Nabucodonosor III, sino un impostor llamado Nidintu-bel,[3] y cuando un año después de la muerte del primer pseudo-Esmerdis (Gaumata), un segundo pseudo-Esmerdis (llamado Vahyazdata) inició una rebelión en Persia.

      El mundo hacia el año 500 a. C., mostrando el Imperio aqueménida (en marrón) en relación con el resto del mundo de la época.

      Darío se dedicó fundamentalmente a organizar el extenso imperio heredado. Territorialmente, reestructuró las satrapías, existentes ya desde el reinado de Ciro, estableciendo veinte satrapías encabezadas normalemtne por miembros de la familia real y de las familias aristocráticas. En cuanto a su actividad constructora, destaca sobre todo la fundación de Persépolis (518516 a. C.), así como la realización de trabajos en Ecbatana (moderna Hamadán) y Susa. Durante el reinado de Darío continuó la expansión territorial: Tracia y la India fueron anexionadas, mientras que las tropas persas fueron derrotados por los escitas europeos (ca. 513 a. C.) y por los griegos en las primera guerra médica. Fue también Darío quien convirtió en religión oficial el mazdeísmo. Construyó el Camino Real de Susa a Sardes: carretera desde la capital de Lidia (oeste de la actual Turquía) hasta Susa para llevar el correo imperial. Esto aseguraba de alguna manera el control absoluto sobre sus sátrapas, quienes tenían su propia corte y ejército pero no podían fallar en dar tributo a su emperador. Este tributo era proporcional a la riqueza de cada región.

      [editar] Las Guerras Médicas

      Artículo principal: Guerras Médicas

      Durante el primer tercio del siglo V a. C., persas y griegos compitieron por el dominio sobre las ciudades griegas de Asia Menor, las costas del Mediterráneo y el control de los puertos comerciales, así como el acceso al trigo de las costas del Mar Negro. Estos conflictos fronterizos comenzaron con las sublevaciones jonias e incluyeron el incendio de Atenas por parte de los persas, en represalia por la destrucción de Sardes.

      La primera fase (490 a. C.) se produjo cuando los persas enviados por su rey Darío I a través de un ejército y viajando por mar, desembarcaron en la Grecia continental, que apoyaba a las rebeldes colonias griegas bajo su égida. En la batalla de Maratón (490 a. C.), un ejército griego guiado por Milcíades fue enviado a retener a los persas, y sorprendentemente obtuvieron la victoria; debido a esta derrota, el rey persa se vio obligado a fijar los límites de su imperio de nuevo en Asia Menor.

      A pesar de ello para el siglo V a. C. los reyes aqueménidas gobernaban territorios que aproximadamente abarcaban lo que hoy es Irán, Irak, Armenia, Afganistán, Turquía, Bulgaria, muchas partes de Grecia, Egipto, Siria, Pakistán, Jordania, Israel, Cisjordania, Líbano, Caucasia, partes de Asia Central, Libia, y partes septentrionales de Arabia. El Imperio con el tiempo se convirtió en imperio más grande del Mundo antiguo.

      La segunda fase tuvo lugar el año 480 a. C., cuando los persas enviados por su rey Jerjes I (485–465 a. C., persa antiguo Xšayarša "Héroe entre reyes"), hijo de Darío I, se dirigió por tierra hacia Grecia. Su ejército entró en Grecia por el Norte, encontrando poca o ninguna resistrencia en Macedonia y Tesalia, pero fue detenido por una pequeña fuerza griega durante tres días en la Termópilas. Se trataba de un ejército espartano de 300 guerreros dirigidos por su rey Leónidas I. Los 300 soldados y su rey murieron en la batalla traicionados por un griego que enseñó a los persas un camino para atacar por la espalda. Una batalla naval simultánea en Artemisio fue poco decisiva en el aspecto táctico pues grandes tormentas destruyeron naves de ambos lados. La batalla fue detenida prematuramente cuando los griegos recibieron noticias de la derrota en las Termópilas y se retiraron. La batalla fue una victoria estratégica de los Persas, lo que les dio el control indisputado de Artemisio y del mar Egeo.

      Después de su victoria en la batalla de las Termópilas, Jerjes saqueó la ciudad evacuada de Atenas y se preparó para enfrentarse a los griegos en el estratégico istmo de Corinto y el golfo Sarónico. Los habitantes de Atenas, habían sido refugiados en la pequeña isla de Salamina, cuando llegaron los persas a Atenas incendiaron la ciudad y viajaron hacia Salamina. En 480 a. C. los griegos obtuvieron una decisiva victoria en la batalla naval de Salamina en la cual los pequeños y ágiles barcos atenienses derrotaron a los pesados y grandes barcos persas. Forzaron a Jerjes a retirarse a Sardes. El ejército que dejó en Grecia, bajo el mando de Mardonio fue destruido en el año 479 a. C. en la batalla de Platea. La derrota final de los persas en Micala animó a las ciudades griegas de Asia a revolverse, y marcó el final de las Guerras Médicas, junto con la expansión persa a Europa.

      [editar] De Jerjes I a Artajerjes II

      Bol de oro aqueménida con imaginería de leones.
      Vasijas de oro del tesoro de Oxus.

      Después de los fracasos militares de la Segunda Guerra Médica, los aqueménidas detuvieron su expansión y perdieron algunos territorios. Cuando Jerjes murió asesinado en el 465 a. C., se desató una crisis sucesoria en la que terminaría por imponerse Artajerjes I (465–424 a. C.), quien trasladó la capital de Persépolis a Babilonia. Fue durante este reinado que el elamita dejó de ser el idioma del gobierno, y ganó en prominencia el arameo. Fue probablemente durante este reinado que se introdujo como calendario nacional el calendario solar (basado en el babilónico).[cita requerida]

      Artajerjes I murió en fuera de Persis, pero su cuerpo fue llevado allí para ser enterrado junto a sus antepasados, probablemente en Naqsh-e Rustam. Se produjo una situación similar a la de la muerte de Jerjes I. Los tres hijos de Artajerjes disputaron el trono, sucediéndose en el mismo año Jerjes II (su hijo mayor, que le sucedió y fue asesinado por uno de sus hermanastros unas pocas semanas más tarde), Sogdiano, y Darío II. Darío II, que estaba en Babilonia cuando murió su hermano Jerjes, reunió apoyo para sí mismo, marchó hacia el Este y depuso y ejecutó al asesino y fue coronado en su lugar.

      Darío II reinó en el período 424 a. C.-404 a. C. y colaboró con Esparta en la Guerra del Peloponeso. Desde el año 412 a. C., Darío II, por insistencia de Tisafernes, apoyó primero a Atenas y luego a Esparta, pero en el año 407 a. C. el hijo de Darío, Ciro el Joven fue nombrado para reemplazar a Tisafernes y se dio totalmente el apoyo a Esparta que finalmente derrotó a Atenas en 404. Ese mismo año, Darío cayó fatalmente enfermo y murió en Babilonia. En su lecho de muerte, su esposa babilonia, Parisatis pidió a Darío que fuese coronado su segundo hijo, Ciro el Joven, pero Darío se negó.

      A Darío le sucedió su hijo Artajerjes II, que reinó en el período 404 a. C.-359 a. C. Plutarco cuenta (probablemente por autoridad de Ctesias) que el desplazado Tisafernes se acercó al nuevo rey el día de su coronación para advertirle de que su hermano menor, Ciro el Joven estaba preparándose para asesinarlo durante la ceremonia. Artajerjes arrestó a Ciro y lo habría ejecutado si no hubiese intercedido su madre Parisatis. Ciro fue entonces enviado como sátrapa de Lidia, donde preparó una rebelión armada que estalló en el año 401 a. C.. Con mercenarios griegos, Ciro obtuvo la victoria en la batalla de Cunaxa, pero resultó muerto en la misma. Así, Artajerjes II conservó el trono, construyó una gran flota, y recuperó el dominio de Asia Menor y Chipre.

      Artajerjes II fue el rey aqueménida que tuvo más largo reinado (45 años). Seis siglos más tarde, Ardacher I, fundador del segundo Imperio persa, se consideraría a sí mismo como el sucesor de Artajerjes, un gran testimonio de la importancia de Artajerjes para la mentalidad persa. Durante su reinado se realizaron actividades de construcción en Susa y Ecbatana. Aunque no se conocen construcciones suyas en Persépolis, fue el fue el primer rey aqueménida en ser enterrado en sus cercanías.[16] En el ámbito religioso, Artajerjes protegió el culto de los dioses iranios Mitra y Anahita, a los cuales introdujo en sus inscripciones a la par de Ahura Mazda. De acuerdo a la infromación proporcionada por Beroso, Artajerjes protegió el culto de Anahita en numerosas regiones del Imperio, incluyendo áreas occidentales no-iránicas como Damasco o Sardes.[17] Igualmente, pueden datarse de este reinado la extraordinaria innovación de los cultos de santuario zoroastrianos, y fue probablemente durante este período que el zoroastrianismo se difundió a través de Asia Menor y el Levante y desde allí a Armenia.[cita requerida] Los templos, aunque servían a un propósito religioso, no eran sin embargo un acto puramente desinteresados: también servían como importante fuente de ingresos. De los reyes babilónicos, los aqueménidas habían tomado el concepto de impuesto del templo obligatorio, un diezmo que todos los habitantes pagaban al templo más cercano a su tierra u otra fuente de ingresos (Dandamaev & Lukonin, 1989:361–362). Una parte de este ingreso llamado el quppu ša šarri, "arcón del rey"—una ingeniosa institución originariamente introducida por Nabonido—fue entonces pasado al gobernante.

      [editar] Fin del Imperio aqueménida

      Según las fuentes griegas, el sucesor de Artajerjes II, su hijo Artajerjes III 359 a. C.-338 a. C., llegó al trono por medios sangrientos, asegurando su posición mediante el asesinato de ocho de sus hermanastros. En 343 a. C., Artajerjes III derrotó a Nectanebo II, expulsándolo de Egipto e hizo de Egipto de nuevo una satrapía persa. En 338 a. C., el mismo año en que Filipo de Macedonia unió a los estados griegos por la fuerza, y de tal manera allanó el camino a su hijo Alejandro, Artajerjes III murió de causas naturales (según las fuentes cuneiformes) pero según el historiador Diodoro, Artajerjes fue asesinado por su ministro, Bagoas.[18]

      A Artajerjes III le sucedió su hijo Artajerjes IV Arses 338 a. C.-336 a. C. Antes de que pudiera actuar fue también envenenado por Bagoas. Se dice que éste mató no sólo a todos los hijos de Arses, sino a muchos otros príncipes de la tierra. Bagoas hizo entonces que Darío III (336-330 a. C.), un sobrino de Artajerjes IV, ocupara el trono. Darío III, aunque previamente sátrapa de Armenia, no tenía experiencia en el gobierno del Imperio, pero en su primer año como emperador personalmente forzó a Bagoas a beber veneno.

      En dos épocas diferentes, los aqueménidas gobernaron Egipto aunque por dos veces los egipcios lograron una independencia temporal de Persia. Siguiendo la práctica de Manetho, los historiadores egipcios se refieren a los períodos en Egipto cuando la dinastía aqueménida gobernaban como la Dinastía XXVII de Egipto, 525–404 a. C., hasta la muerte de Darío II, y la Dinastía XXXI de Egipto, 343–332 a. C., que comenzó después de que Nectanebo II fuese derrotado por el rey persa Artajerjes III. Esta segunda ocupación persa de Egipto acabó en 332 cuando Alejandro Magno entró en Egipto y fue bienvenido como un liberador en el Egipto ocupado por los persas.

      La batalla de Isos, entre Alejandro Magno a caballo a la izquierda, y Darío III en el carro de la derecha, representados en un mosaico de Pompeya que data del siglo I a. C. - Museo Nacional de Arqueología de Nápoles.

      Alejandro derrotó a los sátrapas occidentales en las batallas de Isos (332 a. C.), y la Gaugamela (331 a. C.).

      Después, Alejandro marchó sobre Susa, que del mismo modo capituló y se entregó un vasto tesoro. Alejandro entonces marchó hacia el Este, a Persépolis que se rindió a principios de 330 a. C. Los soldados macedonios incendiaron la capital. Desde Persépolis, Alejandro se dirigió al norte a Pasargadas donde trató la tumba de Ciro II con respeto. Desde allí se dirigió a Ecbatana, donde Darío III se había refugiado.

      El rey persa fue apresado por Besos, su sátrapa bactriano y compatriota. Conforme se acercaba Alejandro, Besos y sus hombres asesinaron a Darío y luego se declaró a sí mismo sucesor de Darío, como Artajerjes V, antes de retirarse a Asia Central para lanzar una campaña de guerrilla contra Alejandro. Abandonaron el cuerpo de Darío en el camino para retrasar a Alejandro, quien lo llevó a Persépolis para un entierro honroso.

      Al Imperio aqueménida le sucedió el Imperio seléucida, esto es, de los generales de Alejandro y sus descendientes, quienes gobernaron Persio. A su vez, los sucedió la dinastía arsácida de Partia en Irán Nor-Este, quien, de manera bastante falaz, señalaron a Artajerjes II como su antecesor.

      Istakhr, uno de los reinos vasallos de los arsácidas, sería derrotado por Papak, un sacerdote del templo. El hijo de Papak, Ardacher I, quien se nombró a sí mismo en recuerdo de Artajerjes II, se rebeló contra los partos, los derrotó y siguió adelante para establecer el segundo Imperio persa, 556 años más tarde del final del primero.

      [editar] Política y administración

      Súbditos con sus tributos en un bajorrelieve de Persépolis.

      El Imperio aqueménida fue un estado multinacional dominado por los persas, en el que los cargos de importancia correspondían a miembros de esta etnia.[19] Continuamente se subraya, en las inscripciones reales, la condición de persa (o, más concretamente, de ario) del rey, de su familia y de su dios, Ahura Mazda.[19] Parece, sin embargo, que los diferentes pueblos del Imperio, y muy especialmente aquellos de mayor antigüedad, como asirios, babilonios, judíos o egipcios, disfrutaron de una gran autonomía, y pudieron conservar sus costumbres, sus instituciones, su lengua y su religión, en tanto que la administración quedaba bajo control persa.[19] Este respeto a la individualidad de los diferentes pueblos sometidos se pone de manifiesto, por ejemplo, en los relieves de las escalinatas que llevan a la apadana de Persépolis que tenía una función ceremonial relacionada con la recepción de los tributos, en los que se muestran las diferentes ofrendas: por ejemplo, de Arabia se llevan tejidos, camellos e incienso; de Nubia vasijas, colmillos de elefante, okapis, jirafas, tributos de oro refinado, troncos de ébano; de Bactria, vasijas y camellos. Cada grupo se diferencia claramente de los demás por su atuendo.

      El centro administrativo del Imperio se encontraba en el palacio real, con un complicado aparato burocrático. Desde la época de Darío, la sede real se situó en la ciudad de Susa, aunque el monarca pasaba temporadas en Babilonia y Ecbatana. Las ciudades más importantes de Fars, Pasargada y Persépolis, no fueron nunca sedes de gobierno.[cita requerida]

      Entre los logros del reinado de Darío se incluyen una codificación de los datos, un sistema legal universal sobre el que se basaría gran parte de la ley irania posterior,[cita requerida] y la construcción de una nueva capital en Persépolis, donde los estados vasallos ofrecerían su tributo anual en la fiesta del equinoccio de primavera.

      [editar] Organización social

      La organización social del Imperio es poco conocida.[20] La mayoría de los investigadores opina que persistía la división en tres estratos o castas característica, según Georges Dumézil, de los pueblos indoiranios e indoeuropeos en general, que aparece reflejada en el Avesta: guerreros, sacerdotes y campesinos.

      Estrechamente imbricada con esta división en tres castas, existía una estructura tribal basada en la ascendencia patrilineal. Según Heródoto (i, 125), en época de Ciro el Grande la sociedad persa estaba formada por numerosas tribus, "eran los arteatas, los persas propiamente dichos, los pasagardas, los merafios y los maios".[21] Cada tribu se dividía a su vez en clanes: los aqueménidas eran, de hecho, un clan perteneciente a la tribu de los pasagardas.

      Los cargos de la administración imperial estaban reservados a los miembros de las principales familias de la aristocracia, aunque no era suficiente con la pertenencia a la nobleza: había que contar también con el favor del rey, que era quien disponía los nombramientos y distribuía los cargos en los territorios conquistados.

      La práctica de la esclavitud en la Persia aqueménida estaba en general prohibida, aunque hay evidencia de que los ejércitos conquistados o rebeldes eran vendidos en cautiverio.[22] Según atestiguan los documentos de Persépolis, los trabajadores que dependían del Estado en la región de Parsa no era esclavos sino asalariados.

      [editar] Dones y honores reales

      El llamado Brazalete de Oxus, perteneciente al Tesoro del Oxus, de época aqueménida. Los artículos de joyería eran bienes de prestigio muy apreciados por la aristocracia aqueménida, y su intercambio cumplía un rol fundamental en el sistema político.

      De acuerdo con Pierre Briant, un aspecto fundamental del sistema político aqueménida era la circulación de prestaciones de servicio personal hacia el rey, y de dones y honores desde el rey. Tanto en las inscripciones reales como en los autores clásicos se puede observar la importancia que se le otorgaba a la noción de recompensar al servidor leal. Los dones reales incluían vestimenta y joyería de lujo, que marcaban el prestigio y la posición social de sus portadores, así como títulos y cargos de poder. Las fuentes clásicas aluden frecuentemente a títulos de gran prestigio, como el de "amigo del rey" y el de "compañero de mesa del rey". En cuanto a éste último, es remarcable la importancia ideológica que poseía la mesa: se trataba de un símbolo de la redistribución real. Refiriéndose a Ciro el Joven, Jenofonte sostiene que "de todos los hombres él era el que distribuía más regalos entre sus amigos" y que cuando "recibía un vino particularmente bueno, enviaba usualmente el cántaro medio lleno a uno de sus amigos" (Anábasis, I. 9. 22-26). La entrega en matrimonio de hijas del rey era asimismo considerada como un don real.[23]

      Esta circulación de dones y honores constituía un sistema de intercambio desigual entre el rey y la nobleza. Mientras que el don del rey obligaba al súbdito a contraprestarlo con servicios, el rey se resevaba el modo y el tiempo de recompensar a sus benefactores, en caso de que lo juzgara necesario. No era concebible que un súbdito le reclamase al rey una recompensa por los servicios prestados. Adicionalmente, este sistema tiene como consecuencia la ligazón del éxito de la nobleza a su lealtad al rey, en detrimento de las lealtades clánicas. Esta circunstancia se expresa en las inscripciones reales con el concepto de bandaka, interpretable como "servidor fiel".[24]

      [editar] Satrapías

      Los aqueménidas permitían cierta autonomía regional en en la forma del sistema de satrapías. Una satrapía era una unidad administrativa, usualmente organizada sobre una base geográfica. El término "satrapía" proviene de las fuentes griegas ("satrapeia"). La voz griega procede del antiguo persa xsaça-pā-van, que designa a la persona que gobierna este territorio (el sátrapa), y que significa algo así como "protector del Imperio".[25] No hay acuerdo en cuanto a si el término dahyu (plural dahyāva), que aparece en las inscripciones reales, puede ser interpretado en el sentido de "satrapía", como sostienen algunos autores,[25] o si carece de cualquier implicación administrativa.[26] La organización de las satrapías, cuya extensión era muy variable, reutilizaba en parte las estructuras previas a la conquista, permitiendo subsistir hasta cierto punto a las antiguas instituciones de poder locales.

      Los sátrapas era usualmente elegidos tanto por sus servicios prestados al rey como por la pertenencia a un linaje aristocrático; de hecho, muchos de ellos formaban parte de la dinastía real. No eran funcionarios civiles en el sentido moderno, sino que mantenían relaciones de subordinación personal con el rey. En las capitales satrapales se formaban pequeñas cortes a semejanza de la imperial, y el sátrapa vivía usualmente junto a su familia. Existía cierta tendencia a que el mando de la satrapía pasara de padres a hijos (un caso paradigmático es el de la Dinastía Farnácida). No obstante, solo el rey poseía la prerrogativa de nombrar sátrapas, al menos idealmente. A pesar de la autonomía local relativa que permitía el sistema de satrapías, inspectores reales, los llamados "ojos y oídos del rey" recorrían el Imperio e informaban sobre las condiciones locales y controlaban el comportamiento de los sátrapas. En cuanto a los ejércitos provinciales, no queda claro si sus comandantes dependían directamente de la autoridad central, o si respondían al sátrapa local.[27]

      [editar] Economía

      El Imperio aqueménida recaudaba cuantiosos impuestos, parte de los cuales se amonedaban en oro y plata acuñándose monedas como el dárico o el siclo. Gran parte de los ingresos se iban en construcción de obra pública,[cita requerida] como la red de caminos con los que se pretendía unir las diversas partes del Imperio, el más famoso de los cuales es el Camino Real de Susa a Sardes. Darío I construyó palacios y monumentos en las capitales: Susa y Persépolis. El tercer gran gasto del Imperio lo constituía el enorme ejército.

      El comercio era amplio, y bajo los aqueménidas hubo una infraestructura eficiente que facilitaba el intercambio de artículos desde los más lejanos extremos del Imperio. Las tarifas sobre el comercio eran una de las principales fuentes de ingresos del Imperio, junto con la agricultura y los tributos.

      [editar] Moneda

      Darío I fue probablemente el primer monarca aqueménida en acuñar moneda,[19] por entonces una innovación relativamente reciente, ya que Creso, el rey de Lidia derrotado por Ciro el Grande, había sido el primero en introducir un verdadero sistema monetario. Darío revolucionó la economía introduciendo un patrón monetario bimetálico (a semejanza del lidio, según Heródoto, i, 94) en oro y plata. La moneda de oro era el dárico,[28] de unos 8,34 gramos de peso.[19] 3.000 dáricos equivalían a un talento, la unidad monetaria más elevada. La moneda de plata era el siclo, de aproximadamente 5,56 g de peso y de gran pureza. 20 siclos de plata equivalían a un dárico de oro.

      Dárico aqueménida, circa 490 a. C.

      El sistema monetario aqueménida se mantuvo en vigor hasta ser desplazado por las acuñaciones de Filipo II y, sobre todo, de Alejandro Magno, en la segunda mitad del siglo IV a. C. Durante todo el tiempo que se mantuvieron en circulación, las monedas aqueménidas apenas variaron su aspecto. De forma aproximadamente ovalada, tanto el dárico como el siclo tienen en el anverso una figura idealizada, posiblemente el propio monarca,[29] que aparece con un arco en su mano izquierda y una lanza en la derecha (las monedas eran popularmente conocidas entre los griegos como taxotai, "arqueros"). En el reverso hay únicamente un cuadrado incuso.[19]

      Acuñar moneda de oro era una prerrogativa real. Los sátrapas y generales, así como las ciudades autónomas y príncipes locales, solo podían acuñar monedas de plata y de cobre.[19]

      [editar] Comunicaciones

      Para facilitar las comunicaciones en su extenso imperio, Darío ordenó la construcción de varias carreteras que unían Susa y Babilonia con las capitales más importantes de las satrapías. Es conocida por la descripción que de ella hace Heródoto (v, 52-54; viii, 98) la "calzada real", que unía Susa con Sardis, atravesando Asiria, Armenia, Cilicia, Capadocia y Frigia, con una longitud total de 2.600 km (13.500 estadios, o 450 pasarangas), que por regla general se tardaba tres meses en recorrer.[30] A lo largo de la calzada, había postas situadas a una jornada de distancia las unas de las otras, y los lugares más vulnerables, como los vados de los ríos o los puertos de montaña, estaban custodiados por soldados.[31] Relevos de correos a caballo podían alcanzar las regiones más remotas en quince días. Sin duda otras carreteras tuvieron igual o mayor importancia, aunque fueran menos conocidas por los autores griegos:[32] su existencia y eficaz funcionamiento ha sido constatado por las tablillas de Persépolis.[31] El sistema postal creado por Darío despertó la admiración de Heródoto por su gran eficacia.

      Un gran desarrollo alcanzaron también en época aqueménida las comunicaciones marítimas. Darío I ordenó la apertura del canal en el istmo entre el brazo oriental del Nilo y el Mar Rojo, construido por el faraón Necao II, ensanchándolo significativamente, de forma que, según Heródoto, dos trirremes podían navegar en paralelo por sus aguas. Como consecuencia, el comercio entre el Mar Rojo y el Mar Mediterráneo se incrementó considerablemente. Por encargo de Darío, el navegante Escílax de Carianda exploró la ruta marítima entre Mesopotamia y el valle del Indo. La ruta comercial entre Mesopotamia y Egipto circunnavegaba la Península Arábiga.

      [editar] Cultura

      [editar] Lengua

      En el Imperio se hablaba una amplia variedad de lenguas. Los persas, al menos en la primera etapa del Imperio, utilizaban el persa antiguo, un dialecto iranio de la rama suroccidental, emparentado con el medo, perteneciente a la noroccidental. En un principio, los persas no utilizaban la escritura, y el persa antiguo solo comenzó a escribirse cuando, por orden de Darío I, se inventó una escritura cuneiforme ad hoc para la inscripción de Behistún.[19] Probablemente eran pocos los que podían leer esta escritura, y tal vez por eso las inscripciones reales eran generalmente trilingües en persa antiguo, babilonio y elamita (añadiéndose a veces el egipcio en escritura jeroglífica).[19] Se han hallado incluso papiros con traducciones al arameo de algunas inscripciones reales.[33]

      El uso escrito del persa antiguo parece haberse prácticamente restringido a las inscripciones reales; hasta el momento se ha identificado tan sólo un documento administrativo en este idioma,[3] aunque aparece también algunos sellos y objetos artísticos. El hecho de que aparezca principalmente en inscripciones aqueménidas de Irán Oeste sugiere entonces que el persa antiguo era el idioma común de esa región. Sin embargo, en el reinado de Artajerjes II, la gramática y la ortografía de las inscripciones estaban tan "lejos de la perfección"[34] que se ha sugerido que los escribas que compusieron aquellos textos ya habían olvidado en gran medida el idioma, y tenían que basarse en inscripciones más antiguas, que ellos en granmedida reproducían textualmente.[35]

      Durante los reinados de Ciro y Darío, y mientras la sede del gobierno estuvo aún en Susa, en Elam, el idioma de la cancillería aqueménida fue el elamita, tanto en la región de Fars como, cabe suponer, en Elam; así lo atestiguan los documentos hallados en Persépolis que revelan detalles del funcionamiento cotidiano del Imperio.[36] En las grandes inscripciones rupestres de los reyes, los textos en elamita siempre están acompañados de inscripciones en acadio y antiguo persa, y parece que en estos casos, los textos elamitas son traducciones de los antiguos persas. Es por lo tanto posible que aunque el elamita se usaba por el gobierno de la capital en Susa, no era un idioma estandarizado del gobierno por todos los lugares del Imperio. El uso del elamita no está comprobado después del año 458 a. C.

      Después de la conquista de Mesopotamia, la lengua más utilizada en la administración para el conjunto del Imperio fue el arameo, que servía también como lengua de comunicación interregional: el hecho de que para escribirlo se utilizase un alfabeto facilitaba además las comunicaciones. De hecho, se han encontrado documentos en arameo en lugares tan distantes entre sí como Elefantina, en el Alto Egipto, Sardes, en Asia Menor, y la región de Bactriana en el extremo nororiental.[19] [37] Según la Encylopedia Iranica, "el uso de un único idioma oficial, que los modernos estudiosos han denominado arameo oficial o arameo imperial, puede suponerse que contribuyó en gran medida al sorprendente éxito de los aqueménidas a la hora de mantener unido su extenso imperio durante tanto tiempo".[38] En 1955, Richard Frye cuestionó la clasificación del arameo imperial como un "idioma oficial" señalando que no ha sobrevivido ningún edicto que expresamente y sin ambigüedad proporcionara tal estatus a ningún idioma en particular.[39] Frye reclasifica el arameo imperial como la "lingua franca" de los territorios aqueménidas, sugiriendo que en la época aqueménida el uso del arameo estaba más extendido de lo que generalmente se cree. Muchos siglos después de la caída del Imperio, seguiría utilizándose en Persia una escritura derivada de la aramea, la escritura Pahlavi, que se caracteriza además por el uso de numerosas palabras arameas como logogramas o ideogramas.[40]

      Otras lenguas, como el egipcio, el griego, el lidio y el licio, entre otras, eran de uso estrictamente local.

      [editar] Costumbres

      Heródoto menciona que los persas celebraban grandes fiestas de cumpleaños, "En sus comidas usan de pocos manjares de sustancia, pero sí de muchos postres, y no muy buenos. Por eso suelen decir los persas que los griegos se levantan de la mesa con hambre" (l, 133).[21] Del mismo modo, observó que los persas bebían vino en gran cantidad y que "después de bien bebidos, suelen deliberar acerca de los negocios de mayor importancia. Lo que entonces resuelven, lo propone otra vez el amo de la casa en que deliberaron, un día después; y si lo acordado les parece bien en ayunas, lo ponen en ejecución, y si no, lo revocan. También suelen volver a examinar cuando han bebido bien aquello mismo sobre lo cual han deliberado en estado de sobriedad".[21]

      De sus métodos de saludo, afirma que los iguales se besaban en los labios, si alguno de ellos "fuese de condición algo inferior, se besan en la mejilla; pero si la diferencia de posición resultase excesiva, postrándose, reverencia al otro" (Libro I, CXXXIV).[21] Se sabe que hombres de alto rango practicaban la poligamia, y se decía que tenían un número de esposas y un número aún mayor de concubinas. En cuanto a las relaciones con el mismo sexo, los hombres de alto rango mantenían favoritos, como Bagoas que fue uno de los favoritos de Darío III y que más tarde se convirtió en eromenos de Alejandro. La pederastia persa y sus orígenes se debatieron incluso en tiempos antiguos, considerando Heródoto que lo habían aprendido de los griegos,[41] sin embargo, Plutarco afirma que los persas usaban chicos eunucos con tal fin mucho antes de que existiera contacto entre las culturas.[42]

      Inscripción de Behistún, columna 1 (DB I 1–15)

      El Imperio aqueménida fue construido sobre los principios más básicos - los de la verdad y la justicia, que formaban la base de la cultura aqueménida.[cita requerida] Heródoto señaló (i, 138) que tienen por la primera de todas las infamias el mentir, y por la segunda, contraer deudas; diciendo, entre otras muchas razones, que necesariamente ha de ser mentiroso el que sea deudor.[21] Heródoto también dice que a los jóvenes persas, "desde los cinco hasta los veinte años, solamente les enseñan tres cosas: montar a caballo, disparar el arco y decir la verdad".[21] Hasta los cinco años los niños pasan todo el tiempo junto a las mujeres y nunca conocen a su padre, "y esto se hace con la mira de que si el niño muriese en los primeros años de su crianza, ningún disgusto reciba por esto su padre".

      En el Irán aqueménida, la mentira, drauga, se consideraba pecado capital y era punible con la muerte en algunos casos extremos. Tablillas descubiertas por los arqueólogos de los años 1930[43] en el yacimiento de Persépolis proporcionan evidencia adecuada sobre el amor y la veneración por la cultura de la verdad durante el período aqueménida. Estas tablillas contienen los nombres de iranios corrientes, principalmente comerciantes y almacenistas.[36] Según el profesor Stanley Insler de la Universidad de Yale, hasta 72 nombres de oficiales y pequeños burócratas encontrados en estas tablillas contienen la palabra verdad.[44] Por ejemplo, dice Insler, tenemos Artapana, protector de la verdad, Artakama, amante de la verdad, Artamanah, de pensamiento sincero, Artafarnah, poseedor del esplendor de la verdad, Artazusta, que se complace en la verdad, Artastuna, pilar de verdad, Artafrida, que prospera con la verdad y Artahunara, que tiene la nobleza de la verdad. Fue Darío el Grande, que estableció la ordenanza de las buenas regulaciones durante su reinado. El testimonio del rey Darío sobre su constante batalla contra la mentira se encuentra en inscripciones cuneiformes. Grabada en la montaña de Behistún en la carretera a Kermanshah, Darío testimonia:

      Yo no era un mentiroso, no hacía el mal ... Me conduje con rectitud. No hice el mal ni al débil ni al poderoso. El hombre que cooperó con mi casa, a ese le recompensé bien; el que me hizo daño, a ese castigué bien.

      Darío estuvo muy ocupado manejando rebeliones a gran escala que estallaron por todo el Imperio. Después de luchar con éxito con nueve traidores en un año, Darío documentó sus batallas contra ellos y nos dice cómo era la mentira que les hizo rebelarse contra el Imperio. En Behistún, Darío dice:

      Yo batí y apresé a nueve reyes. Uno se llemaba Gaumata, un mago; él mintió; así dijo él: Yo soy Esmerdis, el hijo de Ciro... Uno, de nombre Acina, un elamite; él mintió; así dijo él: Yo soy rey en ... Uno, de nombre Nidintu-Bel, un babilonio; él mintió; así dijo él: Yo soy Nabucodonosor, el hijo de Nabonido. El rey darío entonces nos dice, la Mentira los hizo rebeldes, de manera que esta gente engañó al pueblo.[45]

      [editar] Religión

      Ahura Mazda tal como es representado en los bajorrelieves de la realeza aqueménida.

      A lo largo del Imperio se practicaban diversas religiones, correspondientes a las tradiciones de los pueblos conquistados. Así, Ciro rindió culto a Marduk al conquistar Babilonia y Cambises II se proclamó faraón en Egipto practicando la religión propia del lugar. El promover cultos reales de los pueblos conquistados tenía la función de legitimar el poder imperial.

      No obstante, la élite persa que dirigía el Imperio practicaba el zoroastrismo o mazdeísmo, con su culto al fuego, y desde el reinado de Darío I se registra en las inscripciones la adopción del culto a Ahura Mazda como deidad protectora de la monarquía. La Inscripción de Behistún dice: "Darío el Rey dice: Por el favor de Ahuramazda yo soy Rey, Ahuramazda me concedió el reino"[46] Bajo el mecenazgo de los reyes aqueménidas, y para el siglo V a. C. convertida en religión de estado de facto, el zoroastrismo alcanzaría todos los rincones del Imperio.

      El príncipe-profeta Zoroastro (o Zaratustra) había comenzado a predicar el mazdeísmo hacia el año 700 a. C. Fue durante el período aqueménida cuando el zoroastrismo alcanzó Irán Sur-Oeste, donde pasó a ser aceptado por los gobernantes y a través de ellos se convirtió en un elemento definidor de la cultura persa. La religión no sólo estuvo acompañada de la formalización de los conceptos y divinidades del panteón (Indo-)Iranio tradicional sino que también introdujo varias ideas nuevas, como el libre albedrío. Se trataba de una religión dualista, en la que el mundo estaba regido por dos principios: el bien (Ormuz o Ahura-Mazda, simbolizado por la luz, el Sol) y el mal que no era un dios aparte, si no el espiritu del mal representando en (Arimán), Zoroastro distinguió los dos polos de una dinámica particular: la creación y la destrucción, contempladas como un todo en Ahura Mazda.[47] Los seres humanos debían llevar una vida pura y emprender buenas acciones para conseguir que el bien triunfara sobre el mal. Esta religión carecía de templos, alzándose simplemente altares al aire libre donde ardía una llama permanentemente. Esta doctrina consta en el Zend Avesta.

      Esfinge alada del Palacio de Darío en Susa (ca. 510 a. C.).

      Entre los otros dioses indoiranios reverenciados en el Imperio se incluyen Mitra (deidad solar asociada a la nobleza y los guerreros) y la diosa Anahita. A mediados del siglo V a. C., esto es, durante el reinado de Artajerjes I y Darío II, Heródoto escribió "[los persas] no tienen imágenes de los dioses, ni templos ni altares, y consideran una signo de locura usarlos. Esto viene, creo yo, de que ellos no creen que los dioses tengan la misma naturaleza que los hombres, como imaginan los griegos." Afirma que los persas ofrecen sacrificios a: "el sol y la luna, a la tierra, al fuego, al agua, y a los vientos. Estos son los únicos dioses cuya veneración les ha llegado desde los tiempos antiguos. En una época posterior comenzaron a venerar a Urania, que ellos tomaron prestada de los árabes y los asirios. Militta es el nombre por el que los asirios conocen a esta diosa, a quien los árabes llaman Alitta y los persas Anahita." El nombre original aquí es Mithra, lo que desde entonces se ha explicado como una confusión de Anahita con Mitra, comprensible puesto que ambos eran venerados conjuntamente en un solo templo.[cita requerida]

      Por el sacerdote-estudioso babilonio Beroso, quien—aunque escribía más de setenta años después del reinado de Artajerjes II Mnemon—documenta que el emperador había sido el primero en hacer estatuas de culto de divinidades e hizo que las colocaran en templos en muchas de las principales ciudades del Imperio (Beroso, III.65). Beroso también confirma a Heródoto cuando él dice que los persas no sabían nada de imágenes de los dioses hasta que Artajerjes II erigió aquellas imágenes. Como medio de sacrificio, Heródoto añade que "ellos no alzan ningún altar, no encienden ningún fuego, ni vierten libación alguna". Esta frase se ha interpretado para identificar una acreción crítica (pero tardía) al zoroastrianismo. Un altar con fuego de madera ardiendo y el servicio Yasna en el que se vierten libaciones son todos claramente identificables con el moderno zoroastrianismo, pero aparentemente, eran prácticas que no se habían desarrollado aún a mediados del siglo V a. C. Boyce también asigna ese desarrollo al reinado de Artajerjes II (siglo IV a. C.), como una respuesta ortodoxa a la innovación de los cultos de santuarios.

      Heródoto también observa que "ningún rezo ni ofrenda puede hacerse sin que esté un mago presente" pero esto no debe confundirse con lo que hoy se entiende por mago, que es un magupat (persa moderno, mobed), un sacerdote zoroastriano. Ni la descripción del término por Heródoto como una de las tribus o castas de los medos implica necesariamente que estos magos fueran medos. Ellos simplemente eran un sacerdocio hereditario que se encontraba por todo Irán oeste y aunque, en origen, no se asociaban con ninguna religión en particular, tradicionalmente eran responsables de todos los rituales y servicios religiosos. Aunque la identificación inequívoca de los magos con el zoroastrismo vino después (época sasánida, siglo III), es del magus de Heródoto de mediados del siglo V que el zoroastrismo se vio sujeto a modificaciones doctrinales que son hoy consideradas como revocaciones de las enseñanzas originales del profeta. También, muchas de las prácticas rituales descritas en el Vendidad del Avesta (como la exposición de los muertos) ya se practicaban por los magos de la época de Heródoto.

      Los sacrificios de caballos en honor al rey se realizaban en época aqueménida, al menos desde el reinado de Cambises I hasta la llegada de Alejandro Magno, estando prescrito que los caballos para los sacrificios mensuales en la tumba de Ciro I debían ser blancos, criados en los haras de Media.[4]. Según Heródoto los caballos blancos de Ciro I eran sagrados (I:181) [5]

      [editar] Arte y arquitectura

      Rhyton de oro exacavado en Ecbatana; conservado en el Museo Nacional de Irán

      El arte aqueménida, como la religión aqueménida, fue una mezcla de muchos elementos. Lo mismo que los aqueménidas eran tolerantes en materia de gobierno y costumbres locales, mientras los persas controlaran la política general y la administración del Imperio, también eran tolerantes en el arte mientras el efecto final fuese persa. En Pasargada, la capital de Ciro II y Cambises II, y en Persépolis, la ciudad vecina fundada por Darío el Grande y usada por todos sus sucesores, uno puede seguir el rastro hasta un origen extranjero de casi todos los diversos detalles en la construcción y embellecimiento de la arquitectura y de los relieves esculpidos; pero la concepción, el planeamiento y el acabado del producto son distintivamente persas.

      Ciro construyó su capital, Pasargada, en el territorio original de los persas. En ella es posible apreciar la fusión de estilos de diferentes partes del Imperio, característica de los soberanos aqueménidas. Cuando decidió construir Pasargada, tenía detrás una larga tradición artística que probablemente era distintivamente irania ya y que era en muchos sentidos igual a cualquier otra. La sala hipóstila en arquitectura puede hoy verse como perteneciente a una tradición arquitectónica de la meseta iraní que se remonta a través del período medo hasta al menos el principio del I milenio a. C. Las ricas obras de oro aqueménidas, que según las inscripciones parece que fueron especialidad de los medos, fue en la tradición de la delicada metalistería que se encuentra en la época de la Edad de Hierro II en Hasanlu y aún antes en Marlik.

      Imagen del Amuleto-pendiente aqueménida con cabeza de leona, finales del siglo VI.IV a. C., de Susa - Departamento de Antigüedades orientales, Sully

      Este estilo artístico aqueménida es particularmente evidente en persépolis: con su cuidadosamente proporcionada y bien organizada planta, rica ornamentación arquitectónica y magníficos relieves decorativos, el palacio es uno de las grandes legados artísticos del mundo antiguo. En su arte y arquitectura, Persépolis celebra al rey y el oficio delmonarca y refleja la percepción que Darío tenía de sí mismo como el líder de un conglomerado de pueblos a los que había dado una nueva y única identidad. Los aqueménidas tomaron las formas artísticas y las tradiciones religiosas y culturales de muchos de los antiguos pueblos de Oriente Medio y los combinaron en una forma única.

      Al describir la construcción de su palacio en Susa, Darío dice que "Se trajo madera de cedro de allí (una montaña llamada Líbano), la madera de yaka se trajo de Gándara y de Carmania. El oro se trajo de Sardes y de Bactria... la piedra preciosa lapislázuli y cornelina... se trajo de Sogdiana. La turquesa de Corasmia, la plata y el marfil de Egipto, la ornamentación de Jonia, el marfil de Etiopía y de Sind (Pakistán) y de Aracosia. Los canteros que trabajaron la piedra eran de Jonia y de Sardes. Los orfebres eran medos y egipcios. Los hombres que tallaron la madera, eran de Sardes y Egipto. Los que trabajaron el ladrillo cocido, esos eran babilonios. Los hombres que adornaron el muro, esos eran medos y egipcios."

      Era un arte imperial a una escala que el mundo no había visto antes. Los materiales y los artistas eran tomados de todas las tierras gobernadas por los grandes reyes, y de ese modo gustos, estilos y motivos se mezclaron juntos en un arte ecléctico y una arquitectura que en sí misma reflejaba el Imperio y el entendimiento aqueménida de cómo ese imperio debía funcionar.

      [editar] Reyes y líderes aqueménidas

      [editar] No confirmados

      La evidencia epigráfica de estos gobernantes no puede ser confirmada y a menudo se consideran inventados por Darío I

      [editar] Confirmados

      • Teispes de Anshan, hijo de Aquemenes
      • Ciro I de Anshan, hijo de Teispes
      • Cambises I de Anshan, hijo de Ciro I
      • Ciro II, el Grande, hijo de Cambises I gobernó desde hacia 550 hasta 530 a. C. (gobernante de Anshan h. 559 a. C.– conquistó Media 550 a. C.)
      • Cambises II, hijo de Ciro el Grande, gobernó 529-522 a. C.
      • Esmerdis (Bardiya), supuesto hijo de Ciro el Grande, gobernó en 522 a. C. (posiblemente un usurpador)
      • Darío I, el Grande, cuñado de Esmerdis y nieto de Arsames, gobernó 521-486 a. C.
      • Jerjes I, hijo de Darío I, gobernó 485-465 a. C.
      • Artajerjes I "Longímano", hijo de Jerjes I, gobernó 465-424 a. C.
      • Jerjes II, hijo de Artajerjes I, gobernó 424 a. C.
      • Sogdiano, medio hermano y rival de Jerjes II, gobernó 424-423 a. C.
      • Darío II "Noto", medio hermano y rival de Jerjes II, gobernó 423-405 a. C.
      • Artajerjes II "Mnemon", hijo de Darío II, gobernó 404-359 a. C. (véase también Jenofonte)
      • Artajerjes III "Oco", hijo de Artajerjes II, gobernó 358-338 a. C.
      • Artajerjes IV Arses, hijo de Artajerjes III, gobernó 338-336 a. C.
      • Darío III "Codomano", bisnieto de Darío II, gobernó 336-330 a. C.
      • Partos

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        Extensión aproximada de Escitia y los idiomas escitas (en naranja) en el siglo I a. C.
        Joven con traje parto. Palmira, Siria, primera mitad del siglo III. Decoración de una estela funeraria, Museo del Louvre.

        Los partos (en latín, Parthi) eran un pueblo que fundó en el siglo III a. C. un imperio en el territorio de lo que hoy en día es Irán. La región de Partia quedaba al noreste de Irán conocido sobre todo por haber sido la base política y cultural de las dinastías arsácidas por las que el Imperio arsácida es entonces conocido también como el Imperio Parto. El nombre latino Parthia deriva del antiguo persa Parthava o Partawa, que era la designación que se daban a sí mismos los partos en su idioma, que significaba «de los partos».

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        Geografía [editar]

        Partia se corresponde en líneas generales con la mitad occidental del Jorasán. Estaba limitado por la cadena montañosa Kopet Dag en el norte, lo que hoy sería la frontera entre Irán y Turkmenistán, y el desierto de Dasht-e-Kavir en el sur. Bordeaba con Media en el oeste, Hircania en el noroeste, Margiana en el noreste y Aria en el sureste.

        Durante la época arsácida, Partia se unió con Hircania, que hoy queda en parte en Irán y en parte en Turkmenistán, como una sola unidad administrativa, y esa región es por lo tanto a menudo, según el contexto, considerado una parte de la propia Partia.

        Historia [editar]

        Bajo los aqueménidas [editar]

        Los partos originalmente eran una tribu perteneciente a los escitas distinguidos por ser criadores de caballos, camellos bactrianos y comerciantes de la Ruta de la seda, con el nombre de parnos (parni o aparni), que residía en el sureste del Mar Caspio. Tras haber conquistado la provincia persa de Partia adoptaron el nombre partos, derivado de este lugar.

        Como una región habitada por los partos, Partia aparece por vez primera como una entidad política en las listas aqueménidas de gobiernos locales («satrapías») bajo su dominio. Antes de esto, los pueblos de la región parecían haber estado sometidos a los medos,[1] y textos asirios del siglo VII mencionan un país llamado Partakka o Partukka (aunque puede que «no coincidiera topográficamente con lo que luego fue Partia»).[2]

        De cualquier manera, un año después de que Ciro I derrotase al medo Astiages, Partia se convirtió en una de las primeras provincias en reconocer a Ciro como su gobernante, «y esta alianza aseguró los flancos orientales de Ciro y le permitieron dirigir la primera de sus campañas imperiales - contra Sardes».[3] Según las fuentes griegas, después de que Darío I se hiciera con el trono aqueménida, los partos se unieron con el rey medo Fraortes para rebelarse contra él. Histaspes, el gobernador aqueménida de la provincia consiguió reprimir la revuelta, lo que parece haber ocurrido en torno al año 522/521 a. C.

        La primera mención irania indígena de Partia está en la inscripción de Behistún de Darío I, donde Partia se encuentra incluida entre las satrapías cerca de Drangiana. La inscripción data de alrededor del año 520 a. C. El centro de la administración «pudo haber estado en [lo que más tarde sería conocido como] Hecatómpilo».[4] Los partos también aparecen en la lista de Heródoto de pueblos sometidos a los aqueménidas; el historiador trata a los partos, corasmianos, sogdianos y areios como pueblos de una sola satrapía (la 16.ª),[5] cuyo tributo anual al rey afirma Heródoto que era de sólo 300 talentos de plata.[6] Esto «ha causado con razón inquietud a los modernos eruditos».[7]

        En la batalla de Gaugamela en 331 a. C. entre las fuerzas de Darío III y las de Alejandro, una de tales unidades partas fue comandada por Fratafernes, que era entonces el gobernador aqueménida de Partia. Tras la derrota de Darío III, Fratafernes entregó su gobierno a Alejandro cuando el macedonio llegó allí en el verano del año 330 a. C. Fratafernes fue nombrado de nuevo gobernador por Alejandro.

        Bajo los seléucidas [editar]

        Tras la muerte de Alejandro, en la Partición de Babilonia del año 323 a. C., Partia se convirtió en una región seléucida con Nicanor. Fratafernes, el anterior gobernador, se convirtió en gobernador de Hircania. En 320 a. C., en la Pacto de Triparadiso, Partia fue reasignada a Filipo, anterior gobernador de Sogdiana. Unos pocos años más tarde, la provincia fue invadida por Peitón, gobernador de Media Mayor, quien entonces intentó hacer gobernador a su hermano Eudamo. Peitón y Eudamo fueron rechazados, y Partia permaneció una región por derecho propio.

        En 316 a. C., Estasander, un vasallo de Seleuco I Nicator y gobernador de Bactria y al parecer también de Aria y Margiana, fue nombrado gobernador de Partia. Durante los siguientes sesenta años, varios seléucidas serían nombrados gobernadores de la provincia.

        Moneda de Andrágoras, el último sátrapa seléucida de Partia. Proclamó la independencia alrededor del año 250 a. C.

        En 247 a. C., después de la muerte de Antíoco II, Ptolomeo III tomó el control de la capital seléucida en Antioquía, y «de esa manera dejó el futuro de la dinastía seléucida por un momento en cuestión».[8] Aprovechando la incertidumbre de la situación política, Andrágoras, el gobernador seléucida de Partia, proclamó su independencia y comenzó a acuñar sus propias monedas.

        «Un hombre llamado Arsaces, de origen escita o bactriano, [fue] elegido líder de los Parni»,[9] unos pueblos iranios orientales del valle del río Tajen/Tajend, al sureste del Mar Caspio.[10] Tras la secesión de Partia respecto al Imperio Seléucida y la resultante pérdida del apoyo militar seléucida, Andrágoras tuvo dificultad en mantener sus fronteras, y alrededor del año 238 a. C. - bajo el mando de «Arsaces y su hermano Tirídates»[9] [11] - los Parni invadieron[12] Partia y tomaron el control de Astabene (Astawa), la región septentrional de aquel territorio, la capital administrativa de la que era Kabuchan (Kuchan en la vulgata).

        Desde 250 a. C. a 238 a. C. los partos conquistaron, bajo su rey Arsaces, las regiones persas del imperio de los seléucidas y renovaron de esta manera el Imperio Persa.

        Un poco después de que los parni tomaran el resto de Partia a Andrágoras, matándole en el proceso. Aunque una inicial expedición punitiva de los seléucidas con Seleuco II no tuvo éxito, los seléucidas bajo Antíoco III recuperaron el territorio controlado por los arsácidas en 209 a. C. del sucesor de Arsaces (o Tiridates), Arsaces II. Arsaces II pidió la paz y aceptó un estatus de vasallo,[11] y no fue hasta el nieto de Arsaces II (o su sobrino-nieto) Fraates I, que los arsácidas/Parni comenzarían de nuevo a afirmar su independencia.[13]

        El Imperio Parto [editar]

        Imperio Parto en su máxima expansión, a finales del siglo I a. C.

        Desde su base en Partia, los dinastas arsácidas con el tiempo extendieron su dominio para incluir la mayor parte del Gran Irán. Incluso cuando los arsácidas sólo esporádicamente tuvieron su capital en Partia, la base de su poder estaba allí, entre las familias feudales partas, de cuyo apoyo militar y financiero dependían los arsácidas. A cambio de su apoyo, estas familias recibieron amplias concesiones de tierra en los territorios primeramente conquistadas adyacentes a Partia, que la nobleza parta entonces gobernó como gobernadores provinciales. Las más grandes de estas ciudades-estado fueron Kuchan, Semnán, Gorgan, Merv, Zabol y Yazd.

        En el año 141 a. C., con Mitrídates I como rey, los partos añadieron Mesopotamia a su imperio. Éste fue el primero en ostentar el título «Sháh an Sháh» (Rey de reyes). Con Mitrídates II (124/123–88/87 a. C.) se abre en el año 115 a. C. la ruta de la seda, recibiendo una delegación del emperador chino Liu Che, el Guerrero (Wu Di).

        Desde alrededor del año 105 a. C. en adelante, el poder y la influencia del puñado de familias nobles partas era tal que frecuentemente se opusieron al monarca, y con el tiempo llegarían a ser un «factor decisivo en la caída» de la dinastía.[14]

        Desde el año 130 a. C. en adelante, Partia sufrió numerosas incursiones por varias tribus nómadas, incluyendo a los sakas, los yeuchi y los masagetas. Cada vez, los dinastas arsácidas respondieron personalmente, haciéndolo incluso cuando había amenazas más severas de los seléucidas o de los romanos amenazándolos en las fronteras occidentales de su imperio, como ocurrió con Mitrídates I). Defender al imperio de los nómadas le costó sus vidas a Fraates II y Artabano I.[15]

        Jinete parto, actualmente expuesto en el Palacio Madama de Turín.
        Reproducción de un arquero parto tal como está representado en la Columna de Trajano.

        Poco después de su primer encuentro con los romanos, el Imperio Parto se convierte en rival de Roma para conseguir la hegemonía al este del Mediterráneo. Una infinidad de confrontaciones militares caracterizó desde entonces la relación entre los dos estados. Una de las derrotas romanas más sonadas es seguramente la batalla de Carrhae del año 53 a. C., donde 20.000 soldados romanos perdieron su vida y 10.000 quedaron cautivos de los partos. La causa de esta batalla había sido la ruptura del contrato del año 69 a. C. que reconocía al Éufrates como frontera entre ambas potencias, por parte de Marco Licinio Craso, gobernador romano de la provincia de Siria.

        Alrededor del año 32 a. C., la guerra civil estalló ente un tal Tirídates que se rebeló contra Fraates IV, probablemente con el apoyo de la nobleza que Fraates había perseguido previamente. La revuelta fue inicialmente exitosa, pero fracasó en el año 25 a. C.[16]

        En el año 20 a. C., bajo Augusto, el Imperio Romano y el Parto reconocieron de nuevo el Éufrates con la ciudad Dura Europos como frontera. En el año 9/8 a. C.|, la nobleza parta consiguieron poner el rey que preferían en el trono, pero Vonones demostró ser demasiado estricto controlando el presupuesto, así que fue usurpado por Artabano I, quien parece haber sido un noble parto no arsácida. Pero cuando Artabano intentó consolidar su posición, fracasó al hacerlo en las regiones donde los gobernantes provinciales partos prevalecieron.[17]

        Hubo nuevos conflictos bélicos con el Imperio Romano bajo el mandato de Nerón (54–68 d. C.). Trajano consiguió victorias importantes sobre los partos, por lo que recibió el sobrenombre de «Párthico», aunque no consiguió la aniquilación completa del territorio. Con Adriano siguió una época de paz relativa aunque ya bajo Marco Aurelio volvieron a producirse enfrentamientos y los partos recuperaron los territorios perdidos.

        A menudo en las guerras con los partos se demuestra el mismo esquema: tras una ofensiva sorprendente que a menudo conseguía llegar hasta Siria o Armenia, sigue un contraataque romano con tropas de refuerzo. Éstas a menudo eran exitosas y conseguían reconquistar Armenia y Mesopotamia. La capital parta, Ctesifonte, también cayó repetidas veces. Sin embargo, los romanos nunca consiguieron consolidar sus conquistas y tras su retirada se reestablecía la situación inicial. A la vista de las numerosas guerras, la fronteras del Éufrates se demostraron sorprendentemente estables.

        El poder militar de los partos residía sobre todo en su caballería con arqueros y su caballería pesada, los Katafraktoi o catafractos y los Klibanoforoi.

        El final bajo los sasánidas [editar]

        Para el siglo II d. C., las guerras con Roma y con los nómadas, y las luchas internas entre la nobleza parta había debilitado a los arsácidas hasta el punto de que ya no podían defender sus territorios sometidos. El imperio se dividió conforme los vasallos comenzaron a reclamar su independencia o eran sometidos por otros. En el año 200 empezó un levantamiento en Persia bajo Ardacher I, miembro de la dinastía sasánida. Los arsácidas finalmente fueron derrocados por los sasánidas persas, que anteriormente eran un vasallo menor del suroeste de Irán. Ardacher mató en abril de 224 al último rey parto Artabán IV. Ardacher fue coronado rey y fundó la dinastía de los sasánidas.

        Bajo el gobierno sasánida, Partia fue incorporada a la provincia recientemente formada, Jorasán y por lo tanto dejó de existir como una entidad política. Parte de la nobleza parta siguió resistiéndose al dominio sasánida durante algún tiempo, pero la mayor parte cambiaron su alianza con los persas muy pronto. Varias familias que reclamaban descender de las familias nobles partas se convirtieron en una institución sasánida llamada las «Siete dinastías», cinco de las cuales son «con toda probabilidad» no partas, pero se inventaron genealogías «para enfatizar la antigüedad de sus familias».[18]

        Organización política [editar]

        Políticamente se trataba de un estado feudal donde se instauraron condados dinásticos. El gobierno central tenía poca importancia y el poder de los nobles era importante. La falta de autoridad sobre el imperio por parte del rey, conllevó la inestabilidad en el trono y las luchas internas eran constantes. En el ámbito cultural los partos eran tolerantes y estaban abiertos sobre todo a la cultura helenística, aunque con el comienzo de nuestra era empezaron a dar más importancia a la influencia irania.

        Lengua y literatura [editar]

        Artículo principal: Idioma parto

        Los partos hablaban parto, un idioma iranio noroccidental relacionado con el medo. No sobrevive nada de la literatura parta anterior al período sasánida en su forma original,[19] y parecen haber puesto por escrito sólo una pequeña parte. Los partos sin embargo, tuvieron una cultura de poetas juglares oral, hasta el extremo de que su palabra para juglar – gosan – sobrevive hasta la actualidad en muchos idiomas iranios. Estos profesionales eran evidentes en cada faceta de la vida cotidiana parta, desde la cuna hasta la sepultura, y entretenían lo mismo a los reyes que al pueblo, proclamando la riqueza de sus mecenas a través de la asociación con héroes y gobernantes míticos. Estos poemas heroicos partos, conocidos «principalmente a través de redacciones persas y árabes del perdido Xwaday-namag en persa medio, y notablemente a través de la obra de Firdusi Shahnameh, estaban sin dudas no perdidos por completo en el Jorasán de la época de Firdusi».[20]

        En la propia Partia, el uso documentado de parto escrito está limitado a casi 3000 ostraca encontrados (en lo que parece una bodega de vino) en Nisa, en lo que hoy es Turkmenistán. Un puñado de otras evidencias de parto escrito se ha encontrado también fuera de Partia; la más importante de estas es la parte de un documento de venta de tierra encontrado en Avroman (en lo que hoy es el Kurdistán Iraní), y más ostraca, graffiti y e fragmento de una carta de negocios encontrada en Dura (en lo que hoy es Siria).

        Los arsácidas partos no parecen haber usado el parto hasta relativamente tarde, y el lenguaje aparece por vez primera en monedas arsácidas durante el reinado de Vologases I (51-58).[21] Evidencia de que el uso del parto fue de todos modos amplio viene de los primeros tiempos sasánidas; las declaraciones de los primeros reyes persas fueron – además de su persa medio nativo – también inscritas en parto.

        Sociedad [editar]

        Canalón parto, siglos I-II.

        Las ciudades estado de «cierto tamaño considerable» existían ya en Partia tan pronto como el I milenio a. C., «y no sólo desde la época de los aqueménidas o los seléucidas».[22] Sin embargo, en su mayor parte, la sociedad era rural, y estaba dominada por grandes terratenientes con gran número de siervos, esclavos y otra mano de obra contratada a su disposición.[23] Las comunidades con campesinos libres también existían.

        Para la época arsácida, la sociedad parta estaba dividida en cuatro clases de hombres libres. En lo alto estaban los reyes y los miembros cercanos de su familia. Les seguían los nobles menores y el sacerdocio general, seguidos por la clase mercantil y los funcionarios de rango menor, y con granjeros y ganaderos en la base.

        Poco se sabe de la economía parta, pero la agricultura debe haber tenido el más importante papel en ella. El comercio significativo ocurrió por vez primera con el establecimiento de la ruta de la seda en 114, cuando Hecatómpilos se convirtió en un importante cruce de caminos.´
         

        Imperio sasánida

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        Erānshahr
        Eranshahr.svg
        Imperio sasánida
        Carte empire Sassanide.png

        El Imperio sasánida bajo Cosroes I.

        Idioma oficial Persa medio o Pahlevi
        Capital Ctesifonte. En los primeros años del Imperio, Firuzabad
        Forma de Gobierno Monarquía
        Jefe de Estado Shahansha (شاهنشاه)
        Cuerpo legislativo Consejo de ministros
        Año de establecimiento 226
        Disolución 651, tras la invasión árabe, durante la conquista musulmana, al morir Yezdegard III.
        Primer emperador Ardacher I ((226-241)
        Último emperador Yezdegard III (632-651)
        Estado predecesor Imperio Parto
        Estado sucesor Califato omeya
        Divisa Dracma

        El Imperio sasánida (en persa medio Eranshahr.svg, Erānshahr o Iranshæhr, "Dominios de los iranios" en español[1] ) es el nombre que recibe el segundo Imperio persa durante su cuarta dinastía irania (226-651). La dinastía sasánida fue fundada por Ardacher I tras derrocar al último rey arsácida, Artabán IV de Partia, y terminó cuando el último Shahanshah (Rey de reyes) sasánida Yazdgerd III (632-651) perdió una prolongada guerra de 14 años contra el primero de los califatos islámicos. El territorio del Imperio persa sasánida comprendía los actuales países de Irán, Iraq, Armenia, Afganistán y partes del este de Turquía y Siria, además de parte de Pakistán, el Cáucaso, Asia Central y Arabia. Además, durante el gobierno de Cosroes II (590-628), se anexionaron al imperio los territorios de los actuales Egipto, Israel, Jordania, Líbano y los Territorios Palestinos, llegando a ejercer un "protectorado" sobre territorios actualmente correspondientes a Omán y Yemen.

        El periodo sasánida, que comprende todo el periodo final de la antigüedad clásica e incluso la sobrevive unos siglos, se considera uno de los periodos históricos más importantes e influyentes de la historia de Irán. En muchos aspectos, el periodo sasánida alcanzó los mayores logros de la cultura persa, y constituyó el último gran imperio iranio antes de la conquista islámica de Persia y la adopción del islam como religión en todo el territorio. Persia tuvo una importante influencia sobre la civilización romana.[2] Esta influencia cultural se extendió mucho más allá de los territorios fronterizos de ambos imperios, llegando hasta la Europa occidental,[3] África,[4] China e India,[5] y jugó un papel fundamental en la formación del arte medieval europeo y asiático.[6] Esta influencia llegó también hasta el incipiente mundo islámico. La cultura aristocrática y exclusiva de la dinastía sasánida transformó la conquista islámica de Irán en un ‘renacimiento’ persa.[7] Gran parte de lo que posteriormente sería conocido como ‘cultura islámica’ (arquitectura, escritura y otras habilidades) fueron adoptadas por el amplio mundo islámico a partir de los persas sasánidas.[8]

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        [editar] Historia

        [editar] Orígenes

        La dinastía sasánida fue establecida por Ardacher I (226-241), descendiente de una línea de sacerdotes de la diosa Anahita en Istakhr, en la provincia persa de Fars, quienes a principios del siglo III habían accedido al gobierno de la provincia. El padre de Ardacher, de nombre Papag (también conocido como ‘Papak’ o ‘Babak’) era en principio el gobernante de un pequeño pueblo llamado Kheir, pero en el año 205 depuso al último rey de los Bazrangi, Gocihr (gobernante local que actuaba como cliente de los arsácidas), proclamándose como nuevo gobernante. Su madre, Rodhagh, era la hija del gobernador provincial de Peris. El fundador epónimo de la línea dinástica fue el abuelo paterno de Ardacher I, llamado Sasán, gran sacerdote del templo de Anahita.

        Moneda de Ardacher I.

        Los esfuerzos de Pabag en conseguir el poder de la provincia escaparon a la atención del emperador arsácida Artabán IV de Partia, que en aquellos días se encontraba envuelto en una confrontación dinástica con su hermano Vologases VI en Mesopotamia. Aprovechando la oportunidad que estas circunstancias le ofrecían, Pabag y su primogénito Sapor trataron de expandir su poder sobre toda Persia. Los acontecimientos que siguieron a esto son de dudoso origen, debido a lo incompleto de las fuentes, pero se cree que tras la muerte de Pabhag sobre el año 220, Ardacher, que era entonces gobernador de Darabgird, se vio envuelto en una disputa por el poder con su hermano mayor Sapor. Las fuentes nos dicen que en el 222 Sapor murió al derrumbarse el edificio donde iba a reunirse con su hermano.[9]

        En ese momento, Ardacher trasladó su capital aún más al sur de Persis, fundando una ciudad en Ardashir-Khwarrah (antiguamente conocida como Gur y actualmente Firuzabad). La ciudad, ubicada entre altas montañas, era fácilmente defendible gracias a sus estrechos accesos, y se convirtió en el centro del poder sasánida. Esta ciudad estaba además rodeada por una alta muralla circular, copiada probablemente de la de Darabgid. Al norte de la ciudad se construyó un gran palacio del cual aún se conservan algunos restos.

        Tras establecer su dominio sobre Persis, Ardacher I extendió rápidamente su territorio, exigiendo la lealtad de los príncipes locales de Fars y obteniendo el control sobre las provincias vecinas de Kermán, Isfahán, Susiana y Menese (la actual Kuwait). Esta rápida expansión llamó la atención de Artabán IV (216-224), del cual Ardacher era vasallo.

        Inicialmente, Artabán ordenó al gobernador del Juzestán marchar contra Ardacher en el año 224, pero el enfrentamiento concluyó con una importante victoria de Ardacher. Posteriormente fue el mismo Artabán quien organizó una segunda campaña contra Ardacher, y ambos ejércitos se enfrentaron en Hormizdeghan, donde Artabán IV resultó muerto.

        Ardacher marchó entonces para invadir las provincias occidentales del difunto Imperio Arsácida. En el año 226 era coronado en Ctesifonte como único gobernante de Persia y comenzó a utilizar el título de Shahanshah (Rey de reyes), terminando con cuatro siglos de imperio parto y dando inicio a otros cuatro siglos de gobierno sasánida.

        Durante los años siguientes, y tras algunas rebeliones locales a lo largo del Imperio, Ardacher I trató de expandir aún más su nuevo Imperio hacia el este y noroeste, conquistando las provincias de Sistán, Gorgon, Jorasán, Margiana (en la actual Turkmenistán), Balkh y Chorasmia. Además, anexionó Bahrain y Mosul a las posesiones sasánidas. Posteriores inscripciones sasánidas afirman también la sumisión de los reinos de Kushan, Turán y Mekrán a Ardacher, aunque basándose en las pruebas numismáticas es más probable que estos reinos fueran sometidos por el hijo de Ardacher, Sapor I. al oeste, los asaltos contra Hatra, Armenia y Adiabene tuvieron un menor éxito.

        El hijo de Ardacher, Sapor I (241-272), continuó la expansión iniciada por su padre, conquistando Bactria y Kushan, al tiempo que lideraba numerosas campañas contra Roma. Penetrando profundamente en territorio romano, Sapor I conquistó Antioquía, en Siria (253 ó 256), y derrotó finalmente a los emperadores romanos Gordiano III (238-244), a Filipo el Árabe (244-249) y a Valeriano (253-260). Este último fue hecho prisionero en el 259 tras la Batalla de Edesa, una tremenda hecatombe sin parangón en la historia romana.[10] Sapor I conmemoró su victoria encargando la talla de los impresionantes relieves de Nakhsh-i-Rostam o Naqsh-e Rostam, así como una monumental inscripción en persa y griego en las proximidades de Persépolis. Entre 260 y 263, Sapor perdió algunos de los territorios recientemente conquistados a manos de Odenato, aliado de Roma.

        Moneda de Sapor I.

        Sapor I tenía un intensivo plan de desarrollo. Fundó un importante número de ciudades, habitadas algunas de ellas por emigrantes procedentes de territorio romano. Entre estos inmigrantes se incluían cristianos y judaístas, que podían ejercer su fe libremente bajo el gobierno sasánida. En el aspecto religioso Sapor favoreció particularmente el maniqueísmo; protegió a Mani y envió misioneros maniqueístas por doquier. Así mismo, Sapor trabó amistad con un rabino judaísta babilonio llamado Shmuel, una amistad que fue ventajosa para la comunidad judaísta, ya que les dio un respiro frente a las opresivas leyes dictadas hasta entonces contra ella.

        Posteriores reyes invirtieron la política de tolerancia religiosa de Sapor. Su propio sucesor, Bahram I (273-276), persigió a Mani y sus seguidores. Mani fue encarcelado y Bahram I ordenó su ejecución, aunque según la leyenda, murió en prisión mientras esperaba ser ejecutado.

        Bahram II (276-293) continuó la política religiosa de su padre. Fue un gobernante débil que perdió numerosas provincias occidentales a manos del emperador romano Caro (282-283). Durante su reinado, la mayor parte de Armenia, que había permanecido en manos persas durante medio siglo pasaron a control de Diocleciano (284-305).

        Tras el breve reinado de Bahram III en 293, Narsés (293-302) se embarcó en una nueva guerra contra Roma. Tras el éxito inicial obtenido contra el futuro emperador romano Galerio (305-311) cerca de Callinicum, sobre el Éufrates en 296, Narsés fue derrotado en una emboscada mientras se encontraba con su harén en Armenia el año 297. En el tratado que concluyó esta guerra, los sasánidas cedieron todas las tierras al oeste del Tigris y acordaron no interferir en los asuntos de Armenia y Georgia.

        Después de esta aplastante derrota, Narsés abdicó en 301, muriendo un año más tarde. El hijo de Narsés, Ormuz II (302-309), asumió entonces el trono. Aunque suprimió las revueltas en Sistán y Kushan, Ormuz II fue otro monarca débil e incapaz de controlar a los nobles. Hormizd fue asesinado el año 309 por unos beduinos mientras cazaba.

        [editar] La primera edad de oro (309-379)

        Árbol genealógico de los reyes sasánidas de Persia. Los nombres están en grafía persa en lugar de la griega habitual. Así, Hormizd corresponde a Ormuz, Shapur a Sapor y Khosrau a Cosroes. Algunos reyes no están representados, bien porque no pertenecían a la dinastía sasánida, bien porque se desconoce su filiación.

        La muerte de Ormuz II dio inicio a una serie de incursiones de los árabes desde el sur, atacando algunas de las ciudades meridionales del Imperio e incluso entrando en la provincia de Fars, cuna de los reyes sasánidas. Mientras tanto, los nobles persas asesinaron al primogénito de Ormuz II, cegaron a su segundo hijo y encarcelaron al tercero (quien posteriormente huyó a territorio romano). El trono fue reservado para el hijo no nacido de una de las viudas de Ormuz II.

        Se dice que Sapor II (309-379) podría haber sido el único rey de la historia coronado antes de nacer. De hecho, colocaron la corona sobre el vientre de su madre. este niño, llamado Sapor, nació por lo tanto siendo ya rey. Durante su juventud, el Imperio estuvo controlado por su madre y los nobles. Al alcanzar Sapor II la edad adulta, asumió el poder y demostró con rapidez que era un gobernante activo y capaz.

        En primer lugar, Sapor II llevó a su pequeño aunque disciplinado ejército a luchar contra los árabes, derrotándoles y asegurando las áreas meridionales del Imperio. Tras esto comenzó su primera campaña contra los romanos en el oeste, donde obtuvo algunos éxitos iniciales. Tras el asedio de Singara, sin embargo, tuvo que detener sus conquistas por culpa de las incursiones nómadas a lo largo de las fronteras orientales del Imperio. Estas incursiones pusieron en peligro Transoxiana, una zona estretégica y vital para el control de la Ruta de la seda. Además, las fuerzas de Sapor II eran insuficientes para conservar todo el territorio conquistado en el oeste; por lo tanto, Sapor firmó un tratado de paz con Constantino II (353-361) por el que ambas partes se comprometían a no atacar el territorio del otro durante un periodo limitado de tiempo.

        Hecho esto, Sapor II marchó al este hacia Transoxiana, al encuentro de los nómadas orientales. Aplastó a las tribus de Asia Central y anexionó el área como una nueva provincia. tras la victoria siguió la expansión cultural, y el arte sasánida penetró en Turquestán, llegando incluso hasta China. Sapor II, junto al rey nómada Grumbates, inició una nueva campaña contra los romanos en el 359, y esta vez acompañado por todo su poderío militar y el apoyo de los nómadas. fue una campaña tremendamente exitosa en la que un total de cinco provincias romanas pasaron a manos persas.

        Sapor II siguió una rígida política religiosa. Durante su reinado se completaron los Avesta, los textos sagrados del zoroastrismo, mientras se castigaba la herejía y la apostasía y se perseguía de nuevo a los cristianos y también a los judaístas (estas persecuciones anticristianas y también antijudaístas fueron parte de una reacción contra la cristianización y legalización del judaísmo dentro del imperio Romano efectuada por Constantino I el Grande (324-337). Pero sin embargo Sapor II (al igual que Sapor I) fue un monarca amistoso con los judíos étnicos (quienes vivieron en relativa libertad y obtuvieron muchas ventajas durante este período).

        A la muerte de Sapor II, el Imperio Persa era más fuerte que nunca, habiendo pacificado a sus enemigos del este y con Armenia bajo control persa.

        [editar] Época intermedia

        Desde la muerte de Sapor II y hasta la primera coronación de Kavad I, Persia disfrutó de una relativa estabilidad, con sólo algunas guerras contra el Imperio Bizantino. A lo largo de esta época, la política religiosa del Imperio Sasánida cambió radicalmente de un rey a otro. Con la excepción de una serie de monarcas débiles, el sistema administrativo establecido por Sapor II permaneció fuerte, y el Imperio siguió funcionando con normalidad.

        Sapor II dejó a su muerte en 379 el poderoso Imperio Persa a su hermanastro Ardacher II (379-383), hijo de Vahram de Kushan, y posteriormente heredaría su hijo Sapor III (383-388). Ninguno de ellos demostró tener el talento de su insigne predecesor.

        Ardacher II, quien fue elevado al poder por ser hermanastro del emperador, fracasó al tratar de ocupar el hueco dejado por éste, siendo lo más célebre de su reinado la construcción de una nueva capital en Taq-I Bustán, y Sapor III tenía un carácter demasiado débil como para alcanzar grandes logros.

        Bahram IV (388-399), aunque fue un monarca más activo que su padre, tampoco supo proporcionar al imperio logros de importancia. Durante este tiempo, Armenia fue dividida por un tratado entre los imperios romano y sasánida. Los sasánidas restablecieron su dominio sobre la mayor parte de Armenia, mientras los bizantinos obtuvieron una pequeña porción del occiedente de Armenia.

        Al hijo de Barham IV, Yazdegerd I (399-421) se le compara con frecuencia con Constantino I. Como él, fue un personaje fuerte, tanto física como diplomáticamente. Como su contraparte romana, Yazdegerd I uso el poder de una forma oportunista. Al igual que Constantino el Grande, Yazdegerd practicó la tolerancia religiosa y dio libertad al auge de las religiones minoritarias. Detuvo la persecución contra los cristianos, castigando a los nobles y sacerdotes que les persiguieran. Su reino abarcó una época de relativa paz. Hizo la paz con los romanos e incluso tuvo al joven Teodosio II (408-450) bajo su custodia. También se casó con una princesa judía, quien le dio un hijo llamado Narsi.

        A Yazdegerd I le sucedió su hijo Bahram V (421-428), que es uno de los reyes sasánidas mejor conocidos, y héroe de numerosos mitos. Estos mitos persistieron incluso después de la destrucción del Imperio Sasánida por los árabes. Bahram V, obtuvo la corona tras la repentina muerte (o asesinato) de su padre Yazdegerd I, y ello con la oposición de la nobleza del reino, que contaba con la ayuda de Al-Mundhir, de la dinastía árabe (lajmida) de al-Hirah. La madre de Bahram V era Soshandukht, hija de exiliados judíos.

        En el año 427, Bahram V aplastó la invasión de los nómadas heftalitas en el este, extendiendo su influencia por Asia Central, donde su retrato sobrevivió durante siglos en las monedas de Bujara (la actual Uzbekistán). Bahram V depuso también el reino vasallo de la Armenia persa, convirtiendo la región en otra provincia.

        Plato decorado iraní donde se representa una escena de caza de Bahram-e Gur (siglo XII o principios del XIII)

        Bahram V es un referente en la tradición persa, que relata muchas historias sobre su valor y belleza, de sus victorias sobre romanos, turcos, hindúes y etíopes axumitas, y sobre sus aventuras en la caza y el amor. Se le llamó Bahram-e Gur (Gur significa en persa onagro), por su amor a la caza y en particular a la caza del onagro. Bahram V es el paradigma de un rey en la cúspide de una edad de oro. Obtuvo su corona disputándola a su hermano, y aunque pasó bastante tiempo combatiendo a sus enemigos exteriores, prefería estar de caza y organizando fiestas en la corte con su famoso grupo de damas y cortesanas. Personalizaba la prosperidad real. Durante su reinado se escribieron las mejores obras de la literatura sasánida, se compusieron notables obras musicales y deportes como el polo se convirtieron en el pasatiempo real, una tradición que continúa todavía en muchos reinos.

        Yazdegerd II (438-457), hijo de Bahram V, fue un gobernante justo y moderado, aunque en contraste con Yazdegerd I, practicó una política religiosa represiva con las minorías, especialmente con los cristianos.

        Al inicio de su reinado, Yazdegerd II reunió un ejército integrado por varias naciones, incluyendo a sus aliados hindús, y atacó al Imperio Romano de Oriente, que estaba construyendo fortificaciones en territorio persa, cerca de Carrae (una estratagema usada por los romanos para lanzar expediciones desde ellas). Los persas tomaron a los romanos por sorpresa, y de no haber sido por una fuerte inundación, Yazdegerd podría haberse internado mucho más en territorio romano. El emperador bizantino Teodosio II pidió la paz enviando a su comandante a negociar al campamento de Yazdegerd. En 441, ambos imperios se comprometían a no construir más fortificaciones en la frontera. Sin embargo, Yazdegerd II estaba en mejor situación que los bizantinos para negociar, y si no exigió más concesiones se debió a las incursiones de los kidaritas en Partia y Jwarizm. Reunió sus fuerzas en Neishabur en 443, lanzando una prolongada campaña contra los kidaritas. Finalmente, y tras algunas batallas, aplastó a los kidaritas, expulsándoles más allá del río Oxus en 450.

        Durante su campaña en el este, Yazdegerd II empezó a sospechar de los cristianos que componían su ejército, lo que hizo que fueran expulsados tanto del ejército como del gobierno. Entonces comenzó una persecución contra los cristianos y, en menor medida, también contra los judaístas. Para restablecer el zoroastrismo en Armenia, aplastó un levantamiento de cristianos armenios en la Batalla de Vartanantz, en 451. Sin embargo, los armenios siguieron siendo mayoritariamente cristianos. En sus últimos años, se enfrentaría de nuevo con los kidaritas, hasta que murió en 457.

        Hormizd III (457-459), el hijo menor de Yazdegerd II, ascendió entonces al trono. Durante su corto reinado luchó continuamente contra su hermano mayor Peroz, que tenía el apoyo de la nobleza, y contra los heftalitas en Bactriana. Finalmente fue asesinado en 459 por su hermano.

        A principios del siglo V, los heftalitas (hunos blancos), junto con otros grupos nómadas, atacaron Persia. Al principio, Bahram V y Yazdegerd II infligieron decisivas derrotas a estos grupos, haciéndoles retroceder hacia el este. Los hunos volvieron a finales del siglo V y derrotaron a Peroz I (457-484) en el año 483. Tras esta victoria, los hunos invadieron y saquearon partes del este de Persia durante dos años, e incluso recaudaron fuertes impuestos durante varios años más tras estos saqueos.

        Los ataques hunos trajeron inestabilidad y caos al reino. Peroz I intentó de nuevo expulsar a los heptalitas, pero en el camino hacia Herat, él y su ejército fueron emboscados por los hunos en el desierto. Peroz I fue asesinado, y su ejército destruido. Tras esta victoria, los heftalitas avanzaron hacia la ciudad de Herat, convirtiendo el imperio persa en un caos.

        Un noble persa de la antigua familia de Karen: Zarmihr (o Sokhra), restauró un poco el orden. Elevó a Balash, uno de los hermanos de Peroz I al trono, a pesar de que la amenaza de los hunos persistió hasta el reinado de Cosroes I Anusarvan.

        Balash I (484-488) fue un monarca suave y generoso, que hizo concesiones a los cristianos, aunque no tomó medidas contra los enemigos del Imperio, en especial contra los hunos blancos. Tras un reinado de cuatro años, Balash fue cegado y depuesto, y su sobrino Kavadh I fue elevado al trono.

        Kavadh I (488-531) fue un gobernante enérgico y reformista. Dio su apoyo a la secta comunista fundada por Mazdak, hijo de Bamdad, quien propugnaba que los ricos debían compartir sus mujeres y propiedades con los pobres.[11] La intención de Kavadh era, por supuesto. terminar con la influencia de los magnates y de la emergente aristocracia. Estas reformas llevaron a su derrocamiento y su encarcelación en el "Castillo del olvido", en Susa, y su hermano menor, Djamasp fue elevado al trono en 496. Sin embargo, Kavadh escapó de prisión en 498 y encontró refugio junto al rey de los hunos blancos.

        Djamasp (o Ŷamasp, 496-498) se instaló en el trono sasánida tras el derrocamiento de Kavadh I por miembros de la nobleza. Djamasp fue un buen rey que redujo los impuestos para favorecer a los campesinos y los pobres. También profesó cierta simpatía por la secta de los Mazdakitas, simpatías que a su hermano le habían costado el trono y la libertad. Su reinado duró poco, ya que su hermano Kavadh regresó al frente de un gran ejército cedido por el rey de los heftalitas. Los leales a Djamasp depusieron sus armas y restauraron en el trono sasánida a Kavadh I. No se vuelve a mencionar en las fuentes a Djamasp tras la restauración de su hermano, aunque se presume que fue bien tratado en la corte de Kavadh I.

        [editar] La segunda edad de oro (498-622)

        La segunda edad de oro comenzó tras el inicio del segundo reinado de Kavadh I. Con el apoyo de los heftalitas, Kavadh lanzó una campaña contra los romanos. En el año 502 tomó Teodosiópolis (Erzurum), en Armenia. En 503 tomó Amida (Diarbekir), junto al Tigris. En 505, una invasión de Armenia por parte de los hunos occidentales desde el Cáucaso dio lugar a un armisticio. Durante este armisticio, los romanos pagaron tributo a los persas por el mantenimiento de las fortificaciones en el Cáucaso. En el año 525, Kavadh acabó con las revueltas producidas en Lazica (al sudoeste de Georgia), y volvió a capturar Georgia. Su ejército, con ayuda de los árabes nestorianos lakhmidas , de Hira una reino vasallo de los sasánidas, derrotó al ejército bizantino comandado por el famoso general de Justiniano llamado Belisario en dos ocasiones: una en el año 530, en la Batalla de Nísibis, y otra en el 531, en la Batalla de Callinicum. aunque no podía librarse del yugo de los heftalitas, Kavadh consiguió restablecer el orden dentro del Imperio y llevar a cabo exitosas campañas contra los romanos, fundar muchas ciudades, algunas de las cuales adoptaron su nombre, y comenzó a regular los impuestos.

        Tras Kavadh I, su hijo Cosroes I, también llamado Kusro I Anosharvan, (Alma inmortal),[12] que gobernó entre 531 y 579, ascendió al trono de Persia. Es el más famoso de los reyes sasánidas. Cosroes I se hizo famoso por sus reformas en el aparato de gobierno sasánida. En ellas introdujo un sistema racional de impuestos basado en la inspección de las posesiones en tierras, labor iniciada por su padre, y también trató por todos los medios de incrementar la beneficencia y los ingresos de su Imperio. Los anteriores grandes señores feudales equipaban sus propios ejércitos, a sus seguidores y criados. Cosroes I desarrolló una nueva fuerza de dekhans o "caballeros", pagados y equipados por el gobierno central. Acercó al ejército y a la burocracia hacia el poder central, alejándolos de la influencia de los señores locales.

        A pesar de que el emperador bizantino Justiniano I (527-565) había pagado la suma de 440.000 piezas de oro para mantener la paz, en 540 Cosroes I rompìó la "paz eterna" firmada en 532 e invadió Siria, donde capturó y saqueó la ciudad de Antioquía. Durante su camino de regreso, recaudó dinero de diferentes ciudades bizantinas.

        En 565 murió Justiniano I, siendo sucedido en el trono bizantino por Justino II (656-578), quien decidió dejar de pagar a los cabecillas árabes para impedir que siguieran efectuando incursiones en territorio bizantino en Siria. Un año antes, el gobernador sasánida de Armenia, de la familia Suren, había construido un templo consagrado al fuego en Dvin, cerca de la moderna Yereván, matando además a un influyente miembro de la familia Mamikonia, lo que provocó una revuelta que condujo a la masacre del gobernador persa y toda su guardia en 571. Justino II se aprovechó de la revuelta en Armenia para terminar con los pagos anuales a Khosrau I por la defensa de los pasos del Cáucaso. Los armenios fueron recibidos como aliados y se envió un ejército al territorio persa que asedió Nísibis en 572. Sin embargo, las discrepancias entre los generales bizantinos no sólo llevó al abandono del asedio, sino que además el ejército bizantino fue asediado a su vez en la ciudad de Dara, que finalmente fue tomada por los persas.

        Posteriormente el ejército persa saqueó Siria, provocando una nueva petición de paz por parte de Justino II. La rebeliíon armenia terminó con una amnistía general otorgada por Cosroes I, que devolvió a Armenia al control sasánida.

        Sobre el 570, Ma al-Karib, hermanastro del rey de Yemen, pidió la intervención de Cosroes I en su país contra la intervención del reino cristiano de Etiopía, enviando Cosroes I una flota y un pequeño ejército bajo el mando de un comandante llamado Vahriz a las cercanías de la actual Adén que marchó contra la capital del país, Sanaa, la cual ocuparon. Saif, hijo de Mard-Karib, que había acompañado a la expedición, se convirtió en rey entre 575 y 577. Además, los sasánidas establecieron una base en el sur de Arabia para controlar el comercio marítimo con el este. Posteriormente, los reinos del sur de Arabia renunciaron al vasallaje que les ataba con los sasánidas, y hubo de enviarse una nueva expedición persa en el 598 que consiguió anexionarse el sur de Arabia como otra provincia del Imperio. Estas provincias se conservaron hasta la problemática época que siguió a la muerte de Cosroes II.

        El reinado de Cosroes contempló el auge de los dighans (literalmente, "señores de las villas"), la pequeña nobleza terrateniente, que constituyeron el esqueleto de lo que luego se convirtió en la administración provincial sasánida y el sistema de recaudación de impuestos. Cosroes I fue un gran constructor que embelleció su capital, fundando nuevos barrios y construyendo nuevos edificios. Reconstruyó los canales y repuso las granjas destruidas en las guerras. También construyó poderosas fortificaciones en los pasos, y emplazó a ciertas tribus en pueblos cuidadosamente seleccionados de las fronteras para que hicieran de guardianes contra posibles invasiones. Fue un monarca tolerante con todas las religiones, a pesar de decretar la oficialidad del zoroastrismo para todo el estado. Tampoco pareció molestarse cuando uno de sus hijos se convirtió al cristianismo.

        Tras Cosroes I, Ormuz IV (579-590) tomó el trono. Ormuz IV fue un gobernante enérgico que mantuvo la prosperidad iniciada por sus predecesores. Durante el reinado de su sucesor, Cosroes II (590-628), la revuelta del general Bahram Chobin (proclamado como Bahram VI en oposición al monarca oficial) provocó una breve crisis en el reino, aunque Cosroes II consiguió restablecer su control sobre el Imperio. Además, y aprovechando la guerra civil que sacudía al Imperio Bizantino, lanzó una invasión a gran escala. El sueño sasánida de restablecer el dominio persa sobre Armenia estuvo cerca de cumplirse cuando cayeron Damasco y Jerusalén. Egipto cayó poco después. en 626, Cosroes II sitió Constantinopla con la ayuda de fuerzas eslavas y ávaras, sólo para contemplar, como otros antes y después también lo harían, las inexpugnables murallas de la capital bizantina.

        Esta importante expansión vino acompañada de un período igualmente brillante del arte persa, de la música y de la arquitectura.

        [editar] Decadencia y caída (622-651)

        Artículo principal: Conquista musulmana de Persia

        Aunque muy exitosa, la campaña de Cosroes II se realizó a costa de una importantísima presión fiscal. El emperador bizantino Heraclio (610-641) contraatacó con un movimiento táctico, abandonando su sitiada capital y navegando hasta el Mar Negro para atacar Persia desde la retaguardia. Mientras tanto, la mutua desconfianza entre Cosroes II y su general Shahrbaraz, agravadas por las cartas falsas que agentes bizantinos hicieron llegar hasta el general persa, y donde supuestamente Cosroes II planeaba su ejecución, hicieron que Shahbaraz permaneciera neutral durante este periodo crítico. Persia perdió el apoyo de uno de sus mayores ejércitos y de uno de sus mejores generales. Para mayor infortunio de Cosroes, Shanin, el otro gran sostén del ejército sasánida, que había conquistado el Cáucaso y Anatolia, murió de forma repentina, lo que acabó de desequilibrar la balanza en favor de los bizantinos.

        Heraclio, con ayuda de los kázaros y otras tropas turcas, aprovechó la ausencia de Shanin y Shabaraz para obtener varias victorias devastadoras contra el estado sasánida, debilitado por quince años de guerras.

        La campaña de Heraclio culminó el la Batalla de Nínive, donde los bizantinos (ya sin la ayuda de los kázaros, que habían abandonado a Heraclio) derrotaron al ejército persa comandado por Rhahzadh. Entonces Heraclio marchó hacia Mesopotamia y el oeste de Persia, saqueando Takht-e Soleiman y el palacio de Dastugerd, donde recibió noticias del asesinato de Cosroes II.

        Tras el asesinato de Cosroes II en 628 se produjo el caos y la guerra civil. Durante un período de cuatro años (628-632) se sucedieron entre doce y catorce soberanos/as, incluyendo dos hijas de Cosroes II y el mismo general Shahbaraz. El Imperio Sasánida se debilitó considerablemente. El poder central pasó a manos de los generales. Pasaron muchos años hasta la aparición de un rey fuerte, y desde entonces, el Imperio no volvió a recuperarse por completo.

        En la primavera de 632, un nieto de Cosroes II, Yezdegard III, quien había vivido escondido, ascendió al trono y fue el último soberano sasánida. Aquel mismo año, los primeros escuadrones árabes efectuaron incursiones en territorio persa. Los años de guerra habían agotado tanto a los bizantinos como a los persas. Los sasánidas se encontraban aún más debilitados por el declive económico, los altos impuestos, los problemas religiosos, la rígida estratificación social, el creciente poder de los terratenientes y los sucesivos cambios de gobierno, factores todos ellos que facilitaron la invasión árabe.

        En realidad, los sasánidas nunca opusieron una verdadera resistencia a la presión ejercida por los primeros ejércitos árabes. Yezdegard III era sólo un muchacho a merced de sus consejeros, e incapaz de unir a un vasto país reducido a un grupo de pequeños reinos feudales, a pesar de que los bizantinos, sometidos a similar presión por parte de los árabes, ya no constituían una amenaza. El primer encuentro entre los sasánidas y los musulmanes árabes se produjo en la Batalla del Puente de 634, que se saldó con una victoria persa que, sin embargo, no detuvo la conquista árabe. Estos reaparecieron poco después, comandados por el gran estratega Khalid ibn Walid, uno de los antiguos compañeros de Mahoma y líder del ejército árabe.[13]

        Bajo el mando del califa Omar ibn al-Khattab, un ejército musulmán derrotó al más numeroso ejército persa liderado por el general Rostam Farrokhzad en las llanuras de al-Qadisiyyah en 637, asediando luego Ctesifonte, que terminó cayendo tras un prolongado sitio. Yazdegard huyó entonces hacia el este, dejando tras de sí la mayor parte del enorme tesoro del Imperio.

        Es presumible que, de no haberse encontrado el Imperio Sasánida exhausto, dividido y sin un gobierno eficiente en el momento de la invasión árabe, la caballería asawara persa habría podido derrotarles con toda seguridad. Sin embargo, las fuerzas persas nunca llegaron a unirse a tiempo, y se movían bajo el vacío de poder imperante. el resultado de esta debacle fue la conquista islámica. Cierto número de gobernadores sasánidas intentaron combinar sus fuerzas para hacer retroceder a los invasores, pero estos esfuerzos resultaron baldíos debido a la falta de una autoridad central, y los gobernadores fueron derrotados en la Batalla de Nihawand. A partir de entonces, el Imperio, con sus estructuras de mando militar inexistentes, sus tropas diezmadas, con sus recursos económicos destruidos y la casta de caballeros asawara desaparecida, se mostraba indefenso ante su invasor.

        Al tener noticias de las derrotas en Nihawand y en Al-Qadisiyyah, Istijerdes tercero/Yezdegard III, con la mayor parte de la nobleza persa, huyó aún más hacia el noreste (huyendo de provincia en provincia de lo que quedaba de su antiguo imperio), a la provincia de Jorasán. Yezdegard fue asesinado por un molinero en Merv (Sogdiana), a finales del 651, mientras el resto de los nobles se asentaban en Asia Central (principalmente en el Jwarizm), donde contribuyeron en gran medida a la difusión de la cultura persa y su lengua en aquella región, estableciendo la primera dinastía nativa iraní: la dinastía samánida, que resucitó las tradiciones y la cultura sasánida tras la invasión del Islam.

        La abrupta caída del Imperio Sasánida se completó en un periodo de cinco años, y la mayor parte de su territorio fue absorbido en el califato islámico de los omeyas. Sin embargo, muchas ciudades iraníes resistieron, luchando contra los invasores en multitud de ocasiones. La población aceptó el Islam, una religión cuyo mensaje basado en la igualdad y la justicia, por lo que la población lo aceptó sin remordimiento al compararlo con el despotismo de del reyes que gobernaban Persia. Los árabes respetaron la cultura persa y tradujeron muchos de sus libros al árabe.

        [editar] Gobierno

        Los sasánidas establecieron su imperio cubriendo aproximadamente el mismo territorio de los aqueménidas, con capital en Ctesifonte, en la provincia de Khvarvaran. Los gobernantes sasánidas adoptaron el título de Shahanshah (rey de reyes), convirtiéndose a un tiempo en señores supremos y en guardianes del fuego sagrado, símbolo de la religión nacional. Esta simbología se muestra en las monedas sasánidas, donde el monarca reinante, con su corona y los atributos de su cargo, aparece en una de las caras mientras ocupa el reverso de la moneda la llama sagrada. Las reinas sasánidas tenían el título de Banebshenan barebshen (reina de reinas).

        A menor escala, el territorio era gobernado por gobernadores pertenecientes a la familia real sasánida, conocidos como Shahrdar (شهردار), bajo la supervisión directa del Shahanshah. El gobierno sasánida se caracterizaba por una considerable centralización, por sus ambiciosos planes urbanísticos, el desarrollo de la agricultura y la investigación tecnológica. A las órdenes del rey, una poderosa burocracia se encargaba de la mayor parte de los asuntos del gobierno. La cabeza de esta burocracia y vice-canciller era el "Vuzorg (Bozorg) Farmadar" (بزرگ فرمادار). Dentro de este aparato burocrático, los sacerdotes zoroastrianos eran inmensamente poderosos. La cabeza de la clase sacerdotal era el Mobadan (موبدان), quien junto con el comandante en jefe, el Iran (Eran) Spahbod (ايران سپهد) y el jefe del sindicato de comerciantes, "Ho Tokhshan Bod" (هوتوخشان بد), que era también ministro de agricultura "Vastrioshansalar" (واستریوشانسالار) y jefe de los granjeros eran los hombres más poderosos del estado sasánida, sólo por debajo del emperador.

        Los monarcas sasánidas actuaban frecuentemente como asesores de sus ministros, los cuales componían un consejo de estado. El historiador musulmán Masudi alababa la "excelente administración de los reyes sasánidas, su ordenada política, el cuidado de sus súbditos y la prosperidad de sus dominios".

        En tiempos normales, el cargo imperial era hereditario, aunque podía ser transmitido por el rey a un hijo menor. En dos momentos de su historia, el poder supremo estuvo en manos de sendas reinas. Cuando no existía un heredero directo disponible, los nobles y prelados elegían a un gobernante, aunque esta elección estaba restringida a los miembros de la familia real.

        La nobleza sasánida era una mezcla de los antiguos clanes partos, las familias aristocráticas persas y las familias nobles de los territorios súbditos del Imperio. Tras la disolución de la dinastía parta surgieron muchas familias nobles, al tiempo que los que una vez fueron los siete clanes partos dominantes conservaban una gran improtancia social. En al corte de Ardacher I, las viejas familias arsácidas de Suen-Pahlav y Karen-Pahlav, junto con numerosas familias persas, los Varazes y Andiganos, ostentaban puestos de gran honor. El sucesor de Ardacher, Sapor I, utilizó como símbolo el blasón de Gondophar (un círculo rodeado por un creciente), que podría indicar la relación de este monarca a través de su madre con la casa de Suran-Pahlav.

        Por regla general, las familias de clase más alta (Bozorgan), ostentaban los cargos de mayor poder en la administración imperial, incluyendo a los gobernadores de las provincias fronterizas (Marzban, مرزبان). La mayor parte de estos cargos eran patrimoniales, y en muchos casos eran heredados dentro de la misma familia durante generaciones. A los Marzban de más veteranía se les permitía tener un trono de plata, mientras a los de las provincias de mayor importancia estratégica como el Cáucaso se les permitía un trono de oro. Durante las campañas militares, los Marzban podían actuar como mariscales de campo, mientras los menos numerosos Spahbods podían comandar los ejércitos.

        Culturalmente, los sasánidas implementaron un sistema de estratificación social. Este sistema tenía su base en el zoroastrismo, establecido como la religión oficial del estado. El resto de las religiones fueron tratadas con bastante tolerancia (aunque este punto es objeto de encendidas discusiones). Los emperadores sasánidas buscaron de forma consciente resucitar las tradiciones persas, tratando de borrar la influencia cultural griega.

        [editar] El ejército sasánida

        La columna vertebral del ejército persa (Spah) en la época sasánida estaba compuesta por la caballería pesada, evolucionada desde la época de los partos: los caballeros savaranos. Esta fuerza de caballería, compuesta por la élite de la nobleza, entrenada desde su juventud para el servicio militar, estaba apoyada por la caballería ligera, la infantería y los arqueros. Las tácticas sasánidas se centraban en la distracción y debilitamiento del enemigo mediante el uso de los arqueros, montados o a pie, para así permitir a los savaranos maximizar el poder de su carga.[14]

        Al contrario que sus predecesores partos, los sasánidas desarrollaron técnicas avanzadas de asedio. Este desarrollo le proporcionó ventaja en sus conflictos con Roma; una ventaja basada en la capacidad de asediar ciudades y puestos fortificados. Inversamente, también desarrollaron técnicas para defender sus propias ciudades de un ataque. El ejército sasánida era famoso por su caballería pesada, heredada del anterior ejército parto, aunque mucho más avanzada y letal. El historiador griego Amiano Marcelino describió a la caballería de Sapor II, manifestando su alto nivel de equipamiento:

        Todas las compañías estaban revestidas de hierro, y todas las partes de sus cuerpos estaban cubiertas por gruesas placas encajadas rígidamente y ajustadas a sus miembros, y llevaban formas de caras humanas encajadas en sus cabezas, de tal forma que todos sus cuerpos estaban cubiertos por entero de metal, y las flechas que cayeran sobre ellos sólo podrían clavarse por los orificios de la máscara por donde veían o por donde podían respirar. De ellos, algunso estaban armados con picas, tan firmemente sujetas que se podría pensar que las sostenían con abrazaderas de bronce.
        Amiano Marcelino

        La cantidad de dinero necesaria para mantener a un guerrero de la casta Asawara hacía necesario que estos dispusieran de tierras, y en efecto, los caballeros savaranos (asawara) las obtuvieron de la corona. A cambio, fueron los más notables defensores de la corona en tiempos de guerra.

        [editar] Conflictos

        Los sasánidas, al igual que los partos, mantuvieron una constante hostilidad contra el Imperio Romano. Tras la división del Imperio Romano en el 395, el Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla, reemplazó al Imperio Romano como principal enemigo de Persia. Las hostilidades entre ambos imperios se hicieron aún más frecuentes. Los sasánidas, al igual que los romanos, estaban en constante conflicto con los reinos vecinos y con las hordas nómadas. A pesar de que el peligro de las incursiones nómadas nunca llegó a ser completamente resuelto, los sasánidas tuvieron con éstas más éxito del que tuvieron en su lucha contra los romanos, ya que su política militar estuvo más centrada en la coordinación de las campañas contra el peligro nómada.

        En el oeste, el territorio sasánida lindaba con el extenso y estable Imperio Romano, pero en el este sus vecinos más cercanos eran el Imperio Kushān y tribus nómadas, como los hunos blancos. La construcción de fortificaciones como Tus Citadel o la ciudad de Nishapur, convertida posteriormente en centro de estudios y comercio, ayudaron a defender las provincias orientales de los ataques.

        Al sur, en Arabia central, las tribus beduinas incursionaban de forma ocasional en el Imperio Sasánida. El reino de Al-Hirah, vasallo del Imperio Sasánida, fue establecido a modo de estado tapón entre el territorio del Imperio y las tribus beduinas. La disolución del reino de Al-Hirah por Cosroes II en 602 contribuyó en gran medida a la derrota sasánida frente a los beduinos árabes al final de ese mismo siglo. Estas derrotas resultaron en la anexión del Imperio Sasánida por las tribus beduinas bajo la bandera del Islam.

        Al norte, los jázaros y otras tribus turcas asaltaban con frecuencia las provincias septentrionales del imperio. Estas tribus saquearon el territorio de los medos en 634. Poco más tarde, el ejército persa les derrotó y expulsó. Los sasánidas construyeron numerosas fortificaciones en la región del Cáucaso para detener estos ataques.

        [editar] Interacciones con oriente

        [editar] Relaciones con China

        Como sus predecesores partos, el Imperio Sasánida emprendió una relación exterior muy activa con China, y los embajadores persas viajaban con frecuencia a China. Los documentos chinos dan cuenta de trece embajadas sasánidas enviadas a China. Comercialmente, el comercio terrestre y marítimo con China fue importante tanto para los sasánidas como para los chinos. Al sur de China se ha encontrado una gran cantidad de monedas sasánidas, confirmando este comercio marítimo.

        En diferentes ocasiones, los reyes sasánidas enciaron a sus más dotados músicos y bailarines a la corte imperial china. Ambos imperios se beneficiaron del comercio a lo largo de la ruta de la seda, compartiendo un interés común en preservar y proteger este comercio. Cooperaron en la custodia de las rutas comerciales a través de Asia Central, y ambos construyeron puestos avanzados en las áreas fronterizas para mantener a las caravanas a salvo de las tribus nómadas y los bandidos.

        Políticamente, se conocen los esfuerzos de sasánidas y chinos por forjar alianzas contra sus enemigos comunes: los heptalitas. Dado el creciente control de Asia Central por parte de los nómadas de origen turco, también se produjo una colaboración entrre China y el Imperio Sasánida para rechazar los avances turcos.

        Tras la invasión del Imperio por los árabes musulmanes, Peroz, hijo de Yazdegard III, escapó junto con algunos nobles persas y se refugió en la corte imperial china. Piroz y su hijo Narseh obtuvieron títulos de nobleza en la corte china. Al menos en dos ocasiones, la última probablemente en 670, fueron enviadas tropas chinas al mando de Peroz para restaurarle en el trono sasánida, con resultados mediocres. Uno de estos intentos concluyó con un corto periodo de gobierno de Peroz en Sistán, del que se conserva un escaso registro numismático. Narseh alcanzó más tarde el cargo de comandante de la guardia imperial china, y sus descendientes vivieron en China como respetados príncipes.

        [editar] Expansión a la India

        Tras haber asegurado Irán y sus regiones vecinas bajo el gobierno de Ardacher I, el segundo emperador, Sapor I (240-270), extendió su autoridad más aún al este, dentro de lo que hoy es Pakistán y la parte noroccidental de la India. Los anteriormente autónomos Kushans se vieron obligados a aceptar su soberanía. A pesar de que el Imperio Kushan estaba en decadencia hacia el fin del siglo III para ser reemplazado por el Imperio Gupta en el siglo IV, está claro que la influencia sasánida siguió siendo relevante en la parte noroccidental de la India durante este periodo.

        Persia y el noroeste indio entablaron un intercambio cultural y político durante este periodo, y ciertas prácticas sasánidas se extendieron dentro del territorio Kushan. En particular, la influencia sasánida se dejó notar en su concepto de realeza, sobre todo en el comercio de la plata y los textiles. Este intercambio cultural no incluyó sin embargo las prácticas religiosas sasánidas o su actitud hacia los kushan. Mientras los sasánidas siempre tuvieron un concepto religioso ligado a la política proselitista estatal, y esporádicamente perseguían o forzabanb la conversión de las minorías religiosas, los kushan eran más partidarios de la tolerancia religiosa.

        También tuvieron lugar durante este periodo intercambios culturales de menor nivel entre la India y Persia. Por ejemplo, los persas importaron el juego del ajedrez, cambiando el nombre del juego de chaturanga a shatreng; a cambio, los persas introdujeron el Backgammon en la India.

        Durante el reinado de Cosroes I se llevaron a Persia numerosos libros indios, siendo traducidos al Pahlevi, el idioma del Imperio Sasánida. Algunos de estos volúmenes fueron luego incorporados a la literatura del mundo islámico. Un ejemplo notable de este tráfico literario fue la traducción del Panchatantra indio por uno de los ministros de Cosroes, Burzoe. Esta traducción, conocida como el Kelileh va Demmeh, llegó con posterioridad a Arabia y Europa. Los detalles del viaje legendario de Burzoe a la India y su atrevida adquisición del Panchatantra se describe con todo detalle en la obra de Ferdowsi Shahnameh.

        [editar] La sociedad iraní bajo el gobierno sasánida

        La sociedad y la civilización propiciada por los sasánidas fue de las más florecientes de su tiempo. En su ámbito geográfico sólo rivalizaba con la sociedad bizantina. La importancia de los intercambios científicos e intelectuales entre ambos imperios es un ejemplo de competición y cooperación de estas cunas de civilizaciones.

        La diferencia fundamental entre la sociedad parta y la sasánida fue el énfasis que la última puso en conseguir un gobierno centralizado y carismático. En la teoría social sasánida, la sociedad ideal era aquella que podía mantener la estabilidad y la justicia, y el instrumento necesario para ello era una monarquía fuerte.

        La sociedad sasánida era tremendamente compleja, con sistemas de organización separados gobernando numerosos grupos diferentes a lo largo del Imperio. Los historiadores consideran que la sociedad estaba dividida en cuatro clases: la sacerdotal (Atorbanan, en persa: آتروبانان), los guerreros (Arteshtaran, en persa: ارتشتاران), los escribas (Debiran, en persa: دبيران) y los plebeyos o campesinos (Vasteryoshan-Hootkheshan, en persa: هوتخشان-واستريوشان). Como centro del sistema de castas sasánida se encontraba el Shahansha, gobernando sobre todos los nobles. Las princesas reales, los pequeños mandatarios, los grandes terratenientes y los sacerdotes constituían un estamento privilegiado, y se les conocía como Bozorgan (بزرگان) o nobles. Al parecer, era un sistema social bastante rígido.

        La pertenencia a una clase social se basaba en el nacimiento, si bien era posible de forma excepcional que una persona cambiara de clase al obtener ciertos méritos. La función del rey era asegurarse de que cada clase se mantuviera dentro de sus propios límites, es decir, que los fuertes no oprimieran a los débiles, y los débiles no derrocaran a los fuertes. Mantener este equilibrio social era la esencia de la justicia del rey, y de esta justicia dependía la glorificación de la figura del monarca sobre las otras clases.

        A un nivel más bajo, la sociedad sasánida estaba dividida entre los Azatan u hombres libres (آزادان) y la masa de campesinado de origen no ario. Los azatan formaban una amplia aristocracia de administradores de bajo nivel que vivían principalmente en pequeñas propiedades, guardando celosamente su estatus de descendientres de los antiguos conquistadores arios. Militarmente, los azatan constituían la columna vertebral de la caballería sasánida.

        [editar] Arte, ciencia y literatura

        Los reyes sasánidas fueron mecenas de las letras y la filosofía. Cósroes I dispuso de los trabajos de Platón y Aristóteles traducidos al Pahlevi y que se enseñaban en Gundishapur, e incluso él mismo los leyó. Durante su reinado fueron compilados gran cantidad de anales históricos, de los cuales sólo se conserva el Karnamak-i Artaxshir-i Papakan (Los hechos de Ardacher), una mezcla de historia y romance que sirvió como base para la épica nacional iraní, el Shahnama. Cuando Justiniano I cerró las escuelas de Atenas, siete de sus profesores huyeron a Persia y encontraron refugio en la corte de Cósroes. Con el tiempo, sintieron nostalgia de su tierra, y en los tratados de 533 entre Justiniano y el rey sasánida se estipuló que se permitiera a los sabios griegos regresar a su tierra libres de cualquier persecución.

        Bajo Cósroes I, el colegio de Gundishapur, fundado en el siglo IV, se convirtió en "el mayor centro intelectual del mundo", acudiendo a él estudiantes y maestros de todas las partes del mundo. Incluso los cristianos nestorianistas fueron recibidos en Gundishapur, aportando las traducciones al sirio de los trabajos griegos sobre medicina y filosofía. También acudieron a Gundishapur los neoplatónicos, quienes plantaron la semilla del misticismo sufí, así como los eruditos de la India, Persia, Siria y Grecia, que se mezclaron para dar lugar al una floreciente escuela de medicina.

        Artísticamente, el periodo sasánida fue testigo de los mayores avances de la civilización persa, gran parte de los cuales se fundieron con lo que se conoció como cultura islámica, incluyendo la arquitectura y la literatura. En su punto álgido, el Imperio Sasánida se etandía desde Siria hasta el norte de la India, pero su influencia llegó mucho más allá de sus límites políticos. Se han hallado motivos sasánidas en el arte de Asia Central y China, en el Imperio Bizantino, e incluso en la Francia merovingia. Sin embargo, el verdadero heredero del arte sasánida fue el arte islámico, que asimiló sus conceptos y al mismo tiempo, les insufló nueva vida y un vigor renovado. Como expresa el historiador americano Will Durant:

        El arte sasánida exportó sus formas y motivos hacia el este, dentro de la India, Turkestán y China, y hacia el oeste dentro de Siria, Asia menor, Constantinopla, los balcanes, Egipto y España. Probablemente su influencia ayudó a cambiar el énfasis en el arte griego desde las representaciones clásicas al ornamento bizantino, y en el arte cristiano latino desde los techos de madera a las bóvedas y cúpulas de ladrillo o piedra y los muros apoyados en arbotantes
        William James Durant
        Relieves sasánidas de Naqsh-e Rustam.

        Los relieves sasánidas de Taq-e Bostan y Naqsh-e Rustam fueron en su origen policromadas, al igual que gran parte de los palacios, aunque sólo se conservan trazas de aquellos colores. La literatura, en cambio, deja claro que la pintura fue un arfte floreciente en la época sasánida. Se sabe que el profeta Mani fundó una escuela de pintura; Firdowsi cuenta cómo los magnates persas adornaban sus mansiones con pinturas de los héroes iraníes, y el poeta al-Buhnturi describe los murales del palacio de Ctesiphon. A la muerte de los reyes sasánidas, los mejores pintores del momento eran convocados para pintar un retrato del difunto rey para la colección del tesoro real.

        Pieza textil sasánida del siglo IV.

        La pintura, escultura, alfarería y otras formas de decoración compartieron sus diseños con el arte textil sasánida. Sedas, bordados, brocados, damasquinados, tapices, tapicerías, doseles, techados y alfombras se tejían con paciencia servil por manos maestras, y eran introducidas en tintes calientes de amarillo, azul y verde. Casi cada persa, exceptuando los campesinos y los sacerdotes, aspiraban a vertir por encima de los de su clase. Los regalos se hacían frecuentemente en forma de suntuosas prendas de vestir, y las alfombras de vistosos colores eran señal de riqueza en el este desde los días de los asirios.

        Las dos docenas de tejidos sasánidas que escaparon a la acción del tiempo están entre las fabricaciones humanas más valoradas. Incluso en su tiempo, el textil sasánida era admirado e imitado desde Egipto al lejano oriente, y durante las cruzadas, estos productos paganos eran apreciados para vestir las reliquias de los santos cristianos. Cuando Heraclio capturó el palacio de Khosru Parvez en Dastagird, los delicados bordados y las inmensas alfombras estaban entre sus más preciados despojos. Era famosa la "alfombra de invierno", también conocida como "la primavera de Cósroes" (قالى بهارستان) o Khosru Anushirvan, diseñada para hacerle olvidar el invierno con sus escenas primaverales y veraniegas: flores y frutos hechos con rubíes y diamantes, además de caminos de plata y arroyos de perlas trazados sobre un fondo de oro. Harun al-Rashid se mostraba orgulloso sobre su espaciosa alfombra sasánida, intrincadamente labrada con joyas. Los persas incluso escibieron poemas de amor acerca de sus alfombras.

        La influencia de los tejidos sasánidas, además de impregnar al arte textil del Imperio Bizantino, se extendió tras la caída del Imperio a manos musulmanas por todos los dominios árabes, llegando hasta Al-Andalus, en el extremo oriental de estos dominios.[15]

        Los estudios sobre los restos muestran que los reyes sasánidas utilizaron alrededor de cien tipos de coronas. Las diferentes coronas sasánidas muestran la situación cultural, económica, social e histórica de cada periodo. También muestran el carácter de cada rey. Los diferentes símbolos y signos sobre las coronas, la luna, las estrellas, el águila y la mano nos ilustran acerca de las creencias religiosas de sus propietarios.

        La dinastía sasánida, al igual que la aqueménida, se originó en la provincia de Persis (Fars). Los sasánidas se veían a sí mismos como sucesores de los aqueménidas tras el interludio de dominio helenístico y parto, y estaban convencidos de que su destino último era restaurar la grandeza de Persia.

        Al revivir las glorias del pasado aqueménida, los sasánidas no fueron unos meros imitadores. El arte de este periodo revela una asombrosa virilidad, anticipándose en ciertos aspectos a las aspectos claves del arte islámico. El arte sasánida combinaba elementos del arte tradicional persa con elementos e influencias helenísticas. La conquista de Persia por Alejandro el Grande inició la expansión del arte helenístico en asia occidental. Aunque el este aceptó estas influencias artísticas de forma externa, nunca asimiló realmente al espíritu de las mismas. Incluso en el periodo parto, el arte helenístico era interpretado libremente por los pueblos del cercano oriente. Así, el periodo sasánida fue una reacción contra estas formas artísticas. El arte sasánida resucitó formas y tradiciones nativas de Persia, y ya en el periodo islámico, estas formas alcanzaron las costas del Mediterráneo. Según Fergusson:

        Con el auge de los sasánidas, Persia recuperó gran parte del poder y la estabilidad que durante largo tiempo le había sido extraña(...) Los avances de las artes en el terreno doméstico sin un indicativo del regreso a la prosperidad y a un grado de seguridad desconocido desde la caída de los aqueménidas.[16]

        Los palacios supervivientes ilustran el esplendor en el que vivían los monarcas sasánidas. Sirvan como ejemplo los palacios de Firouzabad y Bishapur en Fars y en la capital del Imperio en Ctesiphon, en la provincia de Khvarvaran, en Iraq. Además de las tradiciones locales, la arquitectura parta ejerció también influencia sobre las características de la arquitectura sasánida. Ambas se caracterizan por las bóvedas de medio cañón, introducidas durante el periodo parto. En el periodo sasánida, éstas alcanzaron enormes proporciones, especialmente en Ctesiphon. Allí, el arco el gran salón abovedado, atribuido al reinado de Sapor I (241-272) tenía un ancho de más de 26 metros, alcanzando una altura de casi 40. Esta magnifica estructura fascinó a los arquitectos de los siguientes siglos, y está considerada como uno de los más importantes ejemplos de la arquitectura persa. Muchos de los palacios contenían un salón de audiencias interior consistente, como en el de Firuzabad, en una cámara cubierta por una cúpula. Los persas resolvieron el problema de construir una cúpula circular sobre un edificio cuadrado empleando arcos construidos en cada esquina del cuadrado, convirtiendo a éste de hecho en un octógono sobre el cual era más sencillo emplazar la cúpula. La cúpula de la cámara del palacio de Firouzabad es el ejemplo más antiguo que se conserva del uso de estos arcos, lo que sugiere que esta técnica arquitectónica es, probablemente, original de Persia.

        La característica exclusiva de la arquitectura sasánida es el uso distintivo del espacio. Los arquitectos sasánidas concibieron sus edificios en términos de masas y superficies. Esto dio lugar al uso en abundancia de muros de ladrillo decorados con estuco moldeado o tallado. Las decoraciones sobre muros de estuco aparecen en Bishapur, aunque se dan mejores ejemplos de la misma en Chal Tarkhan, cerca de Rayy (del sasánida tardío o inicios de la época islámica), y en Ctesiphon y Kish, en Mesopotamia. Los paneles muestran figuras animales en corro, bustos humanos y motivos geométricos o florales.

        En Bishapur, algunos de los suelos fueron decorados con mosaicos que muestran escenas de júbilo, como en un banquete. Aquí, la influencia romana aparece clara, y los mosaicos podrían haber sido creados por prisioneros romanos. Los edificios fueron decorados con pinturas murales, de las que se dan buenos ejemplos en las encontradas en Kuh-i-Khwaja, en Sistan.

        [editar] Industria y Comercio

        La industria persa bajo el gobierno sasánida se desarrolló desde el ámbito doméstico hasta el urbano. Se crearon numerosos gremios, y algunos pueblos contaron incluso con un proletariado revolucionario. Las vestiduras de seda fueron introducidas desde China, y las sedas sasánidas llegaron a todas partes, sirviendo como modelo para las artes textiles en Bizancio, China y Japón. La influencia de los productos textiles y la platería sasánida llegó a lugares tan lejanos como Hispania.[17] Los mercaderes chinos llegaban a Irán para vender seda en bruto y comprar alfombras, joyas, maquillajes... Armenios, sirios y judíos contactaron Persia con Bizancio y Roma en un lento intercambio. Las buenas carreteras y puentes, bien vigilados, permitían eñ establecimiento de postas y caravanas de mercancías que unían Ctesiphon con todas las provincias. Se construyeron puertos en el Golfo Pérsico para facilitar el comercio con la India. Los mercantes sasánidas llegaron lejos y a muchas partes, desplazando a los romanos de las lucrativas rutas comerciales oceánicas con la India. Recientes descubrimientos arqueológicos muestran un hecho interesante: los sasánidas usaban etiquetas especiales sobre sus mercancías como forma de promocionar sus marcas y distinguir entre diferentes calidades.

        Cósroes I extendió aún más la ya vasta red comercial. El estado sasánida pretendió tomar el control monopolístico del comercio, con las mercancías lujosas asumiento un papel primordial en el mismo, y una gran actividad en construcción de puertos, puestos de caravanas, puentes, y donde el objetivo era unir el comercio con la urbanización. Los persas dominaron el comercio internacional, tanto con el Océano Índico como en Asia Central y el sur de Rusia en tiempos de Cósroes, a pesar de que la competencia con los bizantinos en aquel tiempo era intensa. os asentamientos sasánidas en Oman y Yemen dan fe de la importancia del comercio con la India, aunque el comercio de la seda con China estuvo principalmente en manos de los vasallos de los sasánidas y de los pueblos iranios como los Sogdianos.

        Las principales productos exportados por los sasánidas fueron los tejidos de seda, lana y dorados, las alfombras y tapices, las pieles y cueros y las perlas del Golfo Pérsico. También hubo tráfico de mercancías procedentes de China (papel, seda) y la India (especias) sobre las que las aduanas sasánidas imponían arranceles y que eran reexportadas desde el Imperio a Europa.

        Esta etapa suspuso también un incremento de la producción metalúrgica, de tal forma que Irán se ganó la reputación de ser la "armería de Asia". Gran parte de los centros de minería sasánida se encontraban en la periferia del Imperio: en Armenia, en el Cáucaso, y sobre todo, en la Transoxiana. La extraordinaria riqueza mineral de las montañas de Pamir, en las fronteras orientales del Imperio, originó la leyenda sobre los Tajiks, el pueblo iranio que allí habitaba y cuya leyenda aún perdura. Se dice que cuando Dios creó el mundo, viajó sobre los montes Pamir, dejando caer su jarra de minerales que se esparcieron a lo largo de la región.

        [editar] Religión

        La religión del estado sasánida era el zoroastrismo, si bien el zoroastrismo sasánida tenía claras diferencias sobre las prácticas reflejadas en el Avesta, el libro sagrado del zoroastrismo. El clero zoroastrista sasánida modificó la religión de forma que satisficiera sus intereses, provocando una sustancial intranquilidad religiosa. Las políticas religiosas sasánidas contribuyeron al florecimiento de numerosos movimientos reformistas religiosos, los más importantes de los cuales fueron las religiones de Mani y Mazdak.

        El extremado y pronunciado dualismo constituyeron la característica más reseñable del zoroastrismo. Ormazd y Ahriman, los principios del bien y del mal, eran considerados como gemelos, que vinieron en un principio para crear la vida y la muerte, y para establecer cómo sería el mundo. No había prioridad en la existencia de uno sobre el otro, y tampoco una decidida superioridad. Ambos, siendo contemporáneos, contendían desde el principio de los tiempos y seguirían haciéndolo por toda la eternidad, no siendo ninguno de ellos capaz de desbancar al otro.

        Reverso de una moneda de Sapor I, donde aparece el altar del fuego, con la llama surgiendo del mismo.
        Reverso de una moneda de Ormuz II, donde además de la llama sagrada, aparece una cabeza humana.

        Estos dos principios eran representados como personas. Ormazd era el creador de vida, terrenal y espiritual, creador de los cuerpos celestiales, la tierra, el agua y los árboles. Ormazd era bueno, sagrado, puro, verdadero. Significaba la suprema felicidad, y estaba en posesión de todas las bendiciones: salud, riqueza, virtud, sabiduría e inmortalidad. De él procedían todos los dones de los que el hombre podía disfrutar. Al igual que recompensaba la bondad, también castigaba la maldad, si bien éste era un aspecto de su esencia raramente representado.

        El culto zoroastrista estaba íntimamente conectado con los templos y altares dedicados al fuego. En todas las ciudades importantes del Imperio se mantenía un templo del fuego, y en cada uno de ellos se veneraba a una llama sagrada, de la que se creía que había sido encendida desde los cielos y se mantenía perpetuamente encendida por los sacerdotes. Se decía de esta llama que era "inextinguible". Es probable que los altares del fuego también existieran de forma independiente de los templos. A lo largo de la historia de los sasánidas, el altar del fuego tuvo un lugar prominente en la numismática como la más frecuente impresión del reverso de las monedas. Se representaba este altar con la llama surgiendo del mismo, y en ocasiones con una cabeza en la llama. El pie de este altar solía ornamentarse con guirnaldas o cintas, y a cada lado, como protectores o devotos, se representaban dos figuras, en ocasiones mirando la llama, y en otras vueltos de espaldas a ésta, como guardándola de los enemigos externos.

        Además del zoroastrismo, coexistían en la sociedad sasánida otras religiones, principalmente el judaísmo, el cristianismo y el budismo, las cuales fueron en muchos periodos libres de practicar sus cultos y de predicar sus creencias.

        La idea cristiana de un Cristo Humano y divino pero separado en dos personas se conoce como nestorianismo .Cuando tras el Concilio de Éfeso (año 431) el nestorianismo fue considerado herejía, y por tanto fue desterrado del Imperio Romano, la diáspora de los cristianos nestorianos encontró refugio en el Imperio Sasánida. Gran parte de los habitantes del imperio persa (en especial en Iraq) y los Lajmidas abrazaron la denominación cristiana conocida en Occidente (incluyendo aquí a Siria y al Imperio Bizantino como partes del Occidente) con el citado adjetivo de "nestorianismo".

        Bajo el gobierno sasánida floreció una populosa comunidad judía, cuyos centros más prósperos eran Isfahán, Babilonia y Jorasán, y con una autoridad religiosa semiautónoma establecida en Mesopotamia. Esta comunidad, de hecho, continuó siendo floreciente hasta la llegada del sionismo. Las comunidades judías sufrieron, sin embargo, persecuciones ocasionales, aunque en términos generales, disfrutaron de una relativa libertad religiosa, y gozaban de privilegios que se le negaban a otras comunidades religiosas minoritarias. Sapor I (Shabur Malka en arameo) fue particularmente amistoso con los judíos. Su amistad con Shmuel conllevó muchas ventajas para la comunidad judía. Incluso ofreció a los judíos del Imperio Sasánida un magnífico caballo, por si llegara el Mesías, de quien se pensaba que llegaría a lomos de un burro o una mula.

        Sapor II, cuya madre era judía, conservó una amistad parecida con el rabino babilonio Raba. La amistad con Raba aseguró a los judíos la relajación de las opresivas leyes dictadas contra los judíos en el Imperio Persa. En esta coyuntura de tolerancia, en los territorios orientales del Imperio, varios lugares de adoración budista, especialmente Bamiyán experimentaron cierto áuge a medida que el budismo se hacía más popular en la región.

        [editar] Cronología

        • 226. El rey Ardashir se subleva y destruye el Reino Parto, fundando en su lugar el Imperio Sasánida.
        • 260. Batalla de Edesa. El rey Sapor I derrota al Emperador romano Valeriano tomándolo como prisionero. Los sasánidas se hacen con el control del Próximo Oriente, aunque pronto deberán disputarlo con el ascendiente poder de Zenobia de Palmira.
        • 296. El ejército invasor del rey Narsés es aniquilado por Maximino Daya provocando la pérdida de los territorios de Armenia, Asiria y Mesopotamia.
        • 310. Sapor II derrota en tres ocasiones a los romanos y los obliga a abandonar Armenia y Mesopotamia.
        • 390. Periodo de decadencia marcado por la mediocridad de los reyes Ardacher II, Sapor III, Bahram III y Peroz, durante el cual hubo luchas internas contra la aristocracia.
        • 590. Cosroes II el Grande declara la guerra al Imperio Bizantino, y se enreda en una inacabable guerra contra Heraclio.
        • 622. A las continuas derrotas que el Imperio Sasánida sufre a manos bizantinas, se suma una peste que origina una profunda crisis demográfica que provoca el asesinato de Cosroes II Parviz y la entronización de sus hijos Ardashir III y Kavad II con los cuales el poderoso imperio sasánida entra en una fase de descomposición y pérdida de territorios a manos de las incursiones árabes.
        • 651. El Imperio Sasánida sucumbe a manos del Califato Omeya tras la muerte de su último rey, Yazdegerd III.
        • Califato de los Omeyas

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          Califato Omeya
          Age-of-caliphs.png Reino de los visigodos.svg 660–750

          Abbasids Dynasty 750 - 1258 (AD).PNG Coras del Emirato de Córdoba.png

          Ubicación de
          Máxima extensión del Califato Omeya
          Capital Damasco
          Religión Islam
          Historia  
           • Establecido 660
           • Disolución 750

          Los Omeyas (en lengua árabe, بنو أمية banū umayya o الأمويون al-umawiyyūn; en persa, امویان omaviyân; en turco, Emevi) fueron un linaje árabe que ejerció el poder califal, primero en Oriente, con capital en Damasco, y luego en al-Ándalus, con capital en Córdoba.

          Contenido

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          Orígenes y ascensión al califato [editar]

          Los omeyas eran un clan de la tribu de Quraysh, de La Meca, a la que pertenecía Mahoma. El antepasado que da nombre a la familia, Umayya ibn Abd Shams, era sobrino de Háshim, bisabuelo de Mahoma que da nombre de yas ponch a los hashimíes o hachemíes.

          El primer vínculo de los omeyas con el califato se produce cuando un miembro del clan, Uthman ibn Affan, rico comerciante de La Meca y esposo sucesivo de dos hijas de Mahoma, es elegido sucesor del califa Omar a la muerte de éste en el año 644, convirtiéndose de este modo en el tercero de los llamados califas bien guiados. La elección de los califas entra en conflicto, cada vez que se produce, con las reivindicaciones del llamado Partido de Ali, que afirma que Ali ibn Abi Tálib, primo y yerno del profeta, es quien debe ocupar el cargo debido a su estrecha proximidad con Mahoma. Uthman es asesinado en el año 656 y Ali es elegido califa. Sin embargo, esta elección es contestada por otro miembro del clan omeya, Muawiya I, a la sazón gobernador de Siria. Muawiya acusa a Ali de complicidad en el asesinato de su predecesor y se levanta en armas contra él. Ambos ejércitos se enfrentan en la batalla de Siffin, acontecimiento de gran importancia pues es el que marca el origen de las tres grandes divisiones doctrinales del Islam. Ali es derrotado y se retira a su plaza fuerte de Kufa (Iraq), mientras que Muawiya se proclama califa en Damasco, trasladando de este modo la capitalidad del Estado islámico de Medina, en el Hiyaz, a la urbe siria.

          El califato de Damasco (661-750 aproximadamente) [editar]

          Artículo principal: Califato omeya de Damasco
          Árbol genealógico de la familia Omeya. En azul figura el califa Utman, uno de los 4 califas ortodoxos. En verde, los califas Omeyas de Damasco. En amarillo, los emires omeyas de Córdoba. En naranja, los califas omeyas de Córdoba (nota: Abderramán III fue emir hasta el año 929, en que se proclamó califa). Se incluye el parentesco de los omeyas con el profeta Mahoma, señalado en mayúsculas.
          La Mezquita de los Omeyas en la capital siria, uno de los legados artísticos más importantes del califato de Damasco.

          El califato omeya acaba con el sistema de elección del califa por un consejo de notables y da paso a un sistema puramente hereditario, convirtiéndose de este modo los omeyas en dinastía.

          Lista de Califas Omeyas [editar]

          Utman (644 – 656), el tercero de los cuatro primeros califas, pertenecía a la familia Omeya, aunque no se le suele incluir en esta lista sino en la de los Califas ortodoxos.

          De cara al exterior, los omeyas prosiguieron las conquistas de la época precedente. es durante este periodo cuando se dan las últimas grandes expansiones del imperio islámico: por el oeste se conquista el Magreb, fundándose la ciudad de Kairuán, y la Península Ibérica; por el este se acaba de someter Irán y se hacen incursiones más allá de sus límites, hacia Afganistán y China, donde es detenida la conquista.

          En un plano de política interior, los omeyas tienen muchos enemigos. Los alíes o partidarios de Ali, así como la rama de los jariyíes, escindida de los alíes en Siffin, siguen muy activos en varios lugares y especialmente en el Iraq: Basora es un foco de disidencia jariyí, empeñada en combatir a los que llaman califas ilegítimos, mientras que Kufa sigue siendo bastión de los alíes (más tarde llamados shiíes). Muawiya logra apaciguar la situación sobornando a Hasan, hijo mayor y sucesor de Ali, quien había muerto en el año 661, evitando así una nueva guerra civil. La muerte de Muawiya marca el inicio de un nuevo conflicto, pues se abre otra vez la cuestión sucesoria. Aunque había nombrado heredero a su hijo Yazid, esta transmisión familiar del cargo es contestada y muchos vuelven sus ojos hacia Husayn, hijo menor de Ali. Husayn y el pequeño ejército que le acompañaba es masacrado por las tropas del nuevo califa en la batalla de Kerbala (680), cuando se dirigía a Kufa a ponerse a la cabeza de una rebelión. La muerte de Husayn, personaje respetado por todos los musulmanes, causa gran conmoción y añade material a las acusaciones de impiedad y falta de escrúpulos que desde el principio se esgrimieron contra los omeyas. Con la muerte de Husayn queda establecida definitivamente la línea sucesoria, que será reconocida por la mayoría de los musulmanes. Alíes y jariyíes seguirán sin embargo su labor de oposición y a la larga contribuirán a la caída de los omeyas.

          En términos generales, se podría decir que los omeyas emprendieron la tarea de organizar administrativamente un territorio considerablemente mayor que el que controlaron sus predecesores, y con una población mayoritariamente no árabe, formada por no musulmanes o por personas recién convertidas al islam, características que no tendrá cuando pase a manos de sus sucesores abasíes un siglo más tarde. Los califas omeyas tuvieron tendencia a actuar más como reyes, es decir, a preocuparse de la administración, que como líderes religiosos. La conversión al islam no fue estimulada, pues podía suponer una mengua en los ingresos del Estado debido al mayor volumen de impuestos pagado por los cristianos y judíos, e incluso se llegó a prohibir en algunas ocasiones. De ahí la acusación de ser malos musulmanes que sus enemigos lanzaron contra ellos. A pesar de los muchos problemas planteados por la complejidad social del territorio que gobernaban y de la oposición incesante de alíes y jariyíes, durante la época omeya no se registraron ni grandes problemas nacionales (es decir, entre las distintas etnias del imperio, y especialmente entre los árabes y las demás) ni tampoco choques entre comunidades religiosas ni entre los no musulmanes y el poder central.

          Hacia el año 740 el califato omeya se hallaba debilitado debido, por un lado, a las luchas intestinas en el seno de la propia familia omeya. Por otro, a la presión constante de jariyíes y alíes. Fueron estos últimos quienes iniciaron una revuelta en Irán que pretendía restituir el poder califal al clan de los hashimíes (al que habían pertenecido Mahoma y Ali). A la cabeza de la revuelta, en el último momento y sin que los historiadores hayan conseguido explicar bien cómo, se puso Abu l-Abbas, jefe de los abasíes, una rama secundaria de los hashimíes. Su ejército de estandartes negros (los de los omeyas eran blancos) entró en Kufa en el año 749. El califa omeya, Marwan II, huyó a Egipto y Abu l-Abbas se convirtió en califa. Todos los omeyas fueron asesinados; incluso se sacó a los muertos omeyas de sus tumbas, para borrar de este modo los rastros de la familia. Sólo uno logró escapar a la matanza, y con el tiempo reaparecerá en el otro extremo del mundo islámico, en Al-Ándalus.

          El emirato independiente de Córdoba (755-929) [editar]

          Artículo principal: Emirato omeya de Córdoba

          El único sobreviviente de los omeyas, Abd al-Rahman, se exilia al Magreb, zona por entonces refugio de todas las disidencias debido a su alejamiento de las capitales califales. Huésped de tribus bereberes junto a un puñado de aliados, Abd al-Rahman recaba apoyos entre las tropas sirias de Al-Ándalus, hasta que en septiembre del año 755 desembarca en Almuñécar.

          Con el apoyo del yund o ejército sirio de Al-Andalus, vence al gobierno de los abbasíes en la batalla de Al-Musara (756) y es nombrado emir por sus partidarios. Abd al-Rahman, llamado Al-Muhāyir («el emigrante»), gobernará a la defensiva, esto es, pendiente de las conspiraciones de los partidarios de los abbasíes y otros grupos, particularmente los bereberes y los yemeníes, que se rebelarán varias veces entre los años 766 y 776. Abd al-Rahman se apoya en el ejército, que es aumentado en efectivos, y nombra para los cargos de la administración a personas de su confianza. Se rodea también de una guardia personal.

          Al-Ándalus se hace así políticamente independiente, aunque Abd al-Rahman evitará hacer explícito su no reconocimiento del califa de Bagdad para mantener la apariencia de unidad en la umma o comunidad de musulmanes. A su muerte, Al-Andalus es un Estado totalmente estructurado. Le sucederán otros cuatro emires antes de que el país se independice también en el plano religioso, dando lugar al califato de Córdoba.

          El califato de Córdoba (929-1031) [editar]

          Artículo principal: Califato omeya de Córdoba
          La mezquita de Córdoba, el monumento más conocido de los omeyas de occidente.

          Será el emir Abd al-Rahman III, An-Nāsir, quien consume la ruptura con oriente proclamándose califa en el año 929, ya que de todas maneras la umma había quedado escindida por la creación, en Túnez, del califato chií de los fatimíes. Se proclamo califa basandose en distintos argumentos que dieron solidez a su decisión. Por un lado la familia era procedente de la tribu Quraysh, a la que pertenecía Mahoma y había frenado los intentos de los cristianos del norte de reconquistar al Ándalus. Con ello, los omeyas consolidan su posición de poder y al mismo tiempo consolidan la posición del país en el exterior.

          Tras la ocupación de Melilla en 927, a mediados del siglo X, los omeyas controlaban el triángulo formado por Argelia, Siyimasa y el océano Atlántico. El poder del califato se extendía, asimismo, hacia el norte y en el 950 el Sacro Imperio Romano-Germánico intercambiaba embajadores con Córdoba. En el norte de la península Ibérica los pequeños reinos cristianos pasan a pagar tributo al Califato, soportando toda clase de imposiciones a cambio de la paz.

          Esta es la etapa política de mayor esplendor, en la península Ibérica, de la presencia islámica, aunque la misma durará poco tiempo ya que, en la práctica, su apogeo acaba en el 1010. Oficialmente, el califato continuó existiendo hasta el 1031, año en el que fue abolido como consecuencia de la fitna o guerra civil provocada por la posesión del trono entre los partidarios del último califa legítimo, Hisham II y los sucesores de su primer ministro o hayib, Almanzor. El final del califato dio paso a la fragmentación de Al-Andalus en diversos reinos conocidos como reinos de Taifas, y que fue causa de su declive favoreciendo la expansión de los territorios cristianos a sus expensas.

          Supervivencia de los Omeyas [editar]

          Tras la desintegración del califato de Córdoba, el linaje de los omeyas se diluye lentamente en la población de Al-Andalus.

          A finales del siglo XVI, el morisco granadino Fernando de Córdoba y Válor, descendiente de los omeyas, será elegido rey de los moriscos durante la llamada guerra de las Alpujarras, cambiando su nombre cristiano por el árabe Muhammad Ibn Umayya, que pasará a las crónicas como Abén Humeya. Muerto éste por traición, le sucedió su primo Abén Aboo quien fue derrotado por D. Juan de Austria. Una vez derrotados se instalaron en la región valenciana donde aún se les permitía practicar el islam, prueba de esto es que la expulsión que tuvo lugar en 1609 fue materializada por la salida del puerto de Alicante de más de un millón de personas. Es muy probable que algunos Omeyas de la línea de Muhammad ibn Umayya existan aún en España.

          Algunos genealogistas y arabistas piensan que el apellido castellano Benjumea y sus variantes (Benhumea, Benhumeda, Benumeya, etc.) procede del árabe Ibn Umayya y por tanto sus portadores podrían ser descendientes de los omeyas. Sin embargo, debido a la obligación de cristianizarse de los moriscos que quedaron en España a partir de la expulsión de 1609, podríamos contemplar algunas posibilidades en algunas variantes cristianizadas del apellido Omeya. Conservando intacta la raíz triconsonántica árabe ' m y, obviando la primera ' que no tiene equivalente en castellano o valenciano podríamos asistir a variantes consonánticas como "m-y" "m-ll" o "m-y-r" "m-ll-r" o algunas otras.

          El color verde del estandarte omeya sobrevive hoy en la bandera de Andalucía (junto al color blanco de los almohades, ya que la enseña andaluza es la bandera andalusí, la arbondaira) y en las banderas de varios Estados árabes, aquellos cuyas enseñas están formadas por los colores que representan a las grandes dinastías: negro en recuerdo de los abasíes, blanco por los omeyas, rojo por los hachemíes, con adición, generalmente, del verde del islam. Son ejemplos de esta combinación de colores las banderas de la Autoridad Nacional Palestina, Sudán, Iraq, Kuwait o el Sáhara Occidental entre otras muchas.

          Califato Abasí

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          (Redirigido desde Califato Abasida)
          Califato Abasí
          Age-of-caliphs.png 750–1258

          Fatimid Islamic Caliphate.png Ilkhanate in 1256–1353.PNG

          Ubicación de
          Máxima extensión del Califato Abasí
          Capital Bagdad
          Religión Islam
          Historia  
           • Establecido 750
           • Disolución 1258
          El califa Harún al-Rashid recibe a una delegación de Carlomagno. Pintura de Julius Köckert.

          El Califato Abasí (llamado también abasida, abásida o abbasí), fue la segunda dinastía de califas suníes (750-1258), sucediendo a la de los omeyas. También se conoce como Califato de Bagdad.

          Los abasíes basan su pretensión al califato en su descendencia de Abbas ibn Abd al-Muttalib (566-652), uno de los tíos más jóvenes del profeta Mahoma. Muhammad ibn 'Ali, bisnieto de Abbas, comenzó su campaña por el ascenso al poder de su familia en Persia, durante el reinado del califa omeya Umar II. Durante el califato de Marwan II, esta oposición llegó a su punto culminante con la rebelión del imán Ibrahim, descendiente en cuarta generación de Abbas, en la ciudad de Kufa (actual Iraq), y en la provincia de Jorasán, (en Persia, actual Irán). La revuelta alcanzó algunos éxitos considerables, pero finalmente Ibrahim fue capturado y murió (quizás asesinado) en prisión en 747. Continuó la lucha su hermano Abdallah, conocido como Abu al-'Abbas as-Saffah quien, después de una victoria decisiva en el río Gran Zab en 750, aplastó a los omeyas y fue proclamado califa.

          El sucesor de Abu al-'Abbas, al-Mansur, funda en 762 la ciudad de Madinat as-Salam (Bagdad) a la que traslada la capitalidad desde Damasco.

          La época de máximo esplendor correspondió al reinado de Harún al-Rashid (786-809), a partir del cual comenzó una decadencia política que se acentuaría con sus sucesores. El último califa, al-Mu`tasim, fue asesinado en 1258 por los mongoles, que habían conquistado Bagdad. Sin embargo un miembro de la dinastía pudo huir a Egipto y mantuvo el poder bajo el control de los mamelucos. Esta última rama de la dinastía se mantuvo hasta 1517 cuando los turcos otomanos conquistaron Siria y Egipto.


           

          Contenido

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          Orígenes [editar]

          Hasta mediados del siglo VIII los abasíes habían dado poco de que hablar. Eran descendientes de Abbas, un tío del profeta Mahoma que no se había distinguido especialmente en los tiempos heroicos. Sus descendientes habían apoyado al califa Ali, y aunque no parece que mantuvieran relaciones cordiales con los omeyas, se habían establecido en Humayma, una pequeña aldea de Palestina.

          Más allá de las sutilezas genealógicas, el factor fundamental fue que supieron sacar provecho de los principales grupos opuestos a los omeyas, que basaban su ideario en colocar en el califato a un miembro de la familia del profeta. A tal fin, los abasíes empezaron a tejer una conspiración en Kufa. Para no cometer los errores de revueltas anteriores se fueron a la región fronteriza de Jurasán, donde habían emigrado muchos árabes, enviando a Abú Muslim. Éste fue un personaje misterioso que proclamó que los omeyas habían traído la opresión, por lo que se necesitaba a un miembro de la familia del profeta para dirigir a la comunidad musulmana y vengar las atrocidades cometidas por los omeyas, sin revelar que el instigador de la revuelta era Ibrahim ben Muhammad ben Ali, el cual esperaba en Humayna la evolución de los acontecimientos.

          Mucha gente se unió al ejército de Abú Muslim. El resto es historia militar: el año 748, aprovechando la caótica situación en que se vivía en el imperio de Marwan II, Abú Muslim conquista Merv, un año más tarde Kufa y poco después vence en la batalla de Zab. Entre tanto capturan a Ibrahim ben Muhammad ben Ali y le matan, y cuando los rebeldes entran en Kufa, su sucesor, al-Saffah (750-754) fue proclamado califa.

          Por fin el secreto de quién era ese sucesor había sido desvelado, y hay constancia de que a algunos les causó una gran decepción. Para contrarrestar esta pérdida de apoyos, al Saffah hizo todo lo posible por atraerse a los jefes militares que habían formado la espina dorsal del antiguo ejército omeya. Además, las circunstancias en las que se había producido la ascensión requerían contar con más apoyo, lo que quedó muy claro cuando a la muerte de al-Saffah, después de solo cuatro años de mandato, se planteó la cuestión sucesoria, que enfrentó a un hermano del fallecido, Abú Ya`far, conocido como al-Mansur, con su tío Abd Allah. La crisis se decidió por las armas y si al-Mansur pudo proclamarse finalmente califa (754-775) fue gracias al decidido apoyo que le otorgaron Abu Muslim y sus jurasaníes. Pero aun así el nuevo califa no pudo permitirse el ser agradecido y ejecutó a Abu Muslim valiéndose de engaños. Luego, ante el temor de nuevas revueltas entre sus familiares mandó encarcelar a varios de sus tíos y matar a familiares y allegados. Durante su reinado mejoró la economía del país, alcanzó gran prosperidad, implantó el árabe como lengua oficial y las letras y las ciencias florecieron bajo su reinado. Fue el fundador de Bagdad, Madinat al-Salam. Murió cerca de la Meca durante la peregrinación.

          Siglo VIII [editar]

          A al-Mansur le sucede su hijo al-Mahdi (775-785), que supo mantener y aumentar el rico califato que heredó de su padre. Continuó con las mejoras iniciadas por su padre, mejorando la industria alimentaria y textil y la calidad de las viviendas. Mientras tanto, los bizantinos, aprovechando las luchas internas desde los inicios del califato abasí, fueron apoderándose de Siria, para que al final el califa enviara tropas obligando a la emperatriz Irene a firmar la paz y a pagar un tributo anual. En Jorasán, donde no se consolidaba el islam, el guerrero al-Muqanna, con la idea de revivir los ideales persas, se enfrentó a los abasíes llegando a conquistar Trasoxania. Los ejércitos del califa lograron vencerle y al-Muqanna se suicidó.

          Al-Mahdi quiso que le sucediera su hijo menor, Harún, pero su primogénito no estaba de acuerdo y se enfrentó a su padre, que murió en el camino a la batalla contra su hijo. Le sucede entonces su primogénito, Musa al-Hadi, que tenia la intención de nombrar heredero a su hijo excluyendo de la línea sucesoria su hermano Harún, pero murió antes de hacerlo. El celebérrimo Harún al-Rashid (786-809) es el califa abasí que mejor ilustra el apogeo de la dinastía. Se cuidó mucho de llamar a la yihad para extender el islam en Anatolia, aunque no avanzó demasiado. Se rodeó de gran lujo y boato, distanciándose de sus subditos y se hacía llamar «la sombra de Alá en la tierra».

          Tuvo que hacer frente a varias rebeliones: los jariyíes tomaron por dos veces Mosul pero fueron sometidos y el califa mandó derribar las murallas que la rodeaban. El emperador bizantino Nicéforo rehusó a pagar el tributo y tuvo que ser obligado a la fuerza. Los beréberes volvieron a rebelarse en Ifriqiya, y en Fez un rebelde llamado Idris fundó el reino independiente de los idrisitas. Allí se dirigió un ejército de Ibrahim al-Aglab, que se sublevó en Túnez y fundó la dinastía de los aglabitas, con capital en Qayrawan (Kairouan). La mayoría de las revueltas se sofocaron con gran contundencia, por lo que se siguieron de un tiempo de calma. Se vivió un renacimiento cultural y se hicieron traducciones al árabe de textos griegos, persas y siríacos y basándose en esos conocimientos se realizaron grandes avances científicos. También alcanzaron gran auge la industria y el comercio.

          En este momento se produce el inicio de la decadencia del califato. Provincias como Ifriqiya y al-Ándalus se fueron independizando poco a poco y en Samarcanda se sublevó Rafi ben Layt que, en poco tiempo, independizó la Transoxania. En Jorasán se sublevaron los jariyíes y el propio califa acudió para sofocar la revuelta, pero murió antes de llegar. Con todo, el aspecto más importante que marcó el califato de Harún al-Rasid fue la cuestión sucesoria. En el año 803, justo antes de asestar su formidable golpe contra los bamarkíes, el califa hizo públicos los términos en que habría de producirse la sucesión: uno de sus hijos, al-Amín, habría de convertirse en califa con el apoyo del ejército estacionado en Bagdad; su segundo hijo, al-Mamún, habría de recibir la provincia de Jurasán, y aun cuando debía de prestarle fidelidad a su hermano su gobierno era independiente en la práctica. Apenas dos años después de la muerte de su padre, sus dos hijos se enzarzaron en una guerra civil de catastróficos resultados. El episodio culminante de esta guerra fue el asedio a Bagdad por parte de las tropas de al-Mamún (813-833), que se rindió en 813. Esta rendición no trajo el final de la guerra, que se alargó hasta el 819 por la decisión del califa de nombrar como heredero a Ali ben Musa, conocido como al-Rida ('el elegido') por ser un descendiente directo de Ali. Al final, y por razones algo oscuras, el propio califa dio fin a la conflagración. Tras deshacerse de los elementos persas que hasta entonces conformabas su círculo político decidió regresar a Bagdad. Al-Rida fue «convenientemente» envenenado (es considerado mártir por los chiíes) y la autoridad central restituida.

          Siglo IX [editar]

          Las conmociones políticas con las que se inauguró el siglo IX no fueron las únicas que azotaron al imperio. Detrás de ellas, y a veces claramente interrelacionadas, existieron importantes convulsiones sociales que ahora se manifiestan con gran virulencia y extensión geográfica. Una de las razones de estas convulsiones fue la sombría situación de los campesinos. Sometidos a una fuerte presión tributaria, estaban obligados a pagar en dinero las cosechas, lo que significaba el venderlas a un precio más bajo cada vez que los agentes fiscales tenían la ocurrencia de aparecer por su aldea. La negativa o tardanza en el pago eran castigada con una dureza ejemplar y la única salida que tenían era la huida de sus tierras, lo que provocaba que las comunidades se quedaran con menos miembros y con la misma cantidad a pagar.

          En algunos casos las revueltas sociales adquirieron tintes de movimientos religiosos. Este es el caso de las revueltas que tuvieron como escenario Jurasán y que se basaron en el recuerdo de la carismática figura de Abú Muslim, que inspiró una doctrina de grupos conocidos con el nombre genérico de Jurrumiyya. Sus doctrinas le otorgaban a Abú Muslim el rango de profeta, negaban la resurrección, creían en la transmigración de las almas y predicaban la comunidad de mujeres, creencias directamente herederas del mazdakismo, el gran movimiento social y religioso que había conmocionado a la comunidad persa en el siglo VI.

          Las conmociones sociales y políticas del siglo IX trajeron también el debilitamiento del antiguo ejército jurasaní que había levado al poder a la familia abasí. El califato de al-Mamún presenció la subida de un miembro de la familia abasí que fue quien mejor supo darse cuenta de estos cambios, al-Mutasim. Este personaje alcanzó notoriedad gracias a su habilidad para rodearse de un ejército privado compuesto por unos pocos millares de soldados, en su mayoría turcos procedentes de territorios más allá de las fronteras del imperio.

          Para sofocar las revueltas jariyíes de Jurasán, envió a un oficial de ejército, Tahid, que sofocó la revuelta y gobernó la zona con gran acierto para independizarse posteriormente. A su muerte, su hijo instauró en la zona la dinastía de los tahiríes (822). También tuvo que hacer frente a los chiíes de Kufa y Basora y favorecer a los muztalíes, cuyas ideas coincidían con su carácter intelectual. Esto provocó muchas tensiones, así como el arresto del imán Ahmad ibn Hanbal, fundador del hanbalismo, que se convirtió en un héroe para muchos. Al-Mamún intentó poner fin a estos descontentos renovando el pacto con los chiíes y nombrando al imán chií al-Rida su heredero. No gustó en Bagdad esta decision y el pueblo se sublevó, proponiendo como candidato a Ibrahim, hijo de al-Mahdi.

          Muere el califa cuando se dirigía a enfrentarse con los bizantinos y le sucede su hermano al-Mutasim (833-842). En este califato aumentaron las rebeliones internas y la inseguridad. Su guardia personal de confianza estaba formada por esclavos turcos que fueron subiendo en la escala de la administración, lo que causó la protesta de la población de Bagdad. Por ello se hizo construir una nueva capital, Samarra, a 100 km. de Bagdad, pero al contrario que ésta, no tuvo éxito. Los oficiales turcos fueron adquiriendo más poder, hasta el punto de que la vida del califa y el gobierno llegaron a depender de ellos. Algunos oficiales turcos (emires) se hicieron independientes y crearon sus propios estados. Además la vida de lujo que llevaba el califa tenia que ser pagada mediante extorsiones a funcionarios.

          Le sucedió su hijo al-Watiq (842-847) y a éste su hermano al-Mutawakkil (847-861). Este último llevó a cabo un gobierno represivo. En el año 849 anuló los decretos que favorecían a los muztalíes y excarceló a los presos por motivos religiosos. Persiguió a los chiies y buscó apoyo en la ortodoxia, a la que concedió puestos de responsabilidad en la administración. Persiguió también a cristianos y judíos. Para huir de la presión turca mandó construir a las afueras de Samarra un grandioso palacio llamado al-Gafariyya, pero este cambio no evitó que fuera asesinado en 861, víctima de un complot de uno de sus hijos y varios oficiales turcos.

          Esta muerte señalaba un cambio en las relaciones entre los califas y sus «esclavos» millares turcos. Durante el periodo anterior los califas habían sido capaces de ejercer un control absoluto sobre esos soldados, pero a medida que pasaba el tiempo, este poder iba disminuyendo. Durante los nueve años posteriores a este asesinato (861-870), el califato abasí quedó sumido en el caos más absoluto. Cuatro califas se sucedieron durante este periodo, todos asesinados y en un estado virtual de guerra civil.

          Como consecuencia de la debilidad de poder abasí, la situación de los territorios del islam cambió radicalmente. Esto supuso que cuando el califato pudo superar su crisis interna en los años posteriores a 870, ya no les fue posible mandar gobernadores a las provincias y esperar tranquilamente a que recaudaran los impuestos y manuvieran el orden: ante el hecho consumado de que los poderes locales tenían una sólida implantación en sus provincias, los califas de Bagdad no tenían más remedio que hacer reconocer y conseguir que estos gobernantes locales mandaran las recaudaciones de su zona. Pero el proceso de desintegración era ya irreversible. De hecho, Ahmad ben Tulún (gobernador de Egipto nombrado en el 868) desafió más al gobierno extendiendo su dominio también a Palestina y Siria, donde gobernó 37 años.

          Pese a tener todos estos elementos en contra, durante los 30 últimos años del siglo IX, el califato abasí experimentó una fugaz recuperación de la mano de al-Muwaffaq, que paradójicamente nunca ejerció como califa. Su logro fue aglutinar en torno a sí a los principales jefes del ejército turco. Con esta visón política, al-Muwaffaq permitió que gobernara su hermano al-Mutamid (870-892), aunque al final este califa fue relegado a un mero papel de comparsa. Ambos hermanos murieron uno después del otro en 891 y 892. Un hijo de al-Muwaffaq conocido como al-Mutadid (892-902) fue proclamado califa. Sus años de gobierno estuvieron marcados por luchas en todos los frentes, que en algunos casos tuvieron éxito (Siria y el norte de Mesopotamia y Egipto). No fue así en el oriente de Irán, que pasó de ser de los safavíes a ser de los samaníes.

          Pese a todo esto, a comienzos del siglo X, el califato abasí parecía haber recuperado sus tiempos de esplendor; incluso los samaníes (gobernadores independientes), tenían que reconocer la soberanía califal. Con todo, este momentáneo resurgimiento se debió al buen gobierno de una pocos califas. En cuanto el poder pasó a manos de califas peor dotados todo este imponente edificio se derrumbó con pasmosa facilidad.

          Organización del Imperio [editar]

          Los abasíes, aupados en el poder por un movimiento que tuvo en el componente ideológico y en el potencial militar sus principales bazas, pudieron imponer en un primer momento un alto grado de centralización en todo el imperio, con la excepción de al-Ándalus y el norte de África.

          La pretensión de que los abasíes eran miembros de la familia del profeta legitimó totalmente la dinastía; así, no fueron criticados por la sucesión dinástica y solo se tuvieron que enfrentarse a los partidarios de la rama de Ali, que se sentían decepcionados con la forma de gobernar de los califas y anularon el pacto firmado con los abasíes. En estos enfrentamientos murió Muhammad, el biznieto del profeta, que se hizo fuerte en Medina y su hermano Ibrahim, que se había sublevado en Basora. Aparte de la familia, los abasíes tuvieron un sólido apoyo: los mawali adscritos al linaje abasí que fueron empleados en la administración central y provincial. Algunos de los mawalis llegaron a formar familias de servidores de la administración. Los bamarkíes se hicieron legendarios en poder e influencia dentro de la administración, hasta que en 803 todo esto llegó a su fin. El califa Harún al-Rashid hizo que la familia cayera en picado, encarcelando a unos y matando a otros.

          También fue de gran importancia la aristocracia militar, ya que el ejército pasó a organizarse por el criterio de la procedencia geográfica de la tropa, y no en ficticias afiliaciones tribales como en la época omeya. Hay cambios políticos de marcada influencia persa: los califas abasíes ostentaron la jefatura religiosa y política. Se rodearon de un gran ceremonial jerárquico que estaba supervisado por un chambelán, dejaron las tareas de gobierno en manos de un gran visir, con plenitud de poderes, que presidía un consejo formado por los jefes de los distintos diwan o departamentos administrativos.

          Diwan al-harag: tenía a su cargo el erario del estado, administraba los ingresos recaudados en los impuestos y tasas a los que estaba sometido el califato. Durante este periodo se generalizaron y gravaron los impuestos para todos los musulmanes (diezmo de sus cosechas) y sobre el resto de la población. También se gravaron las importaciones y exportaciones.

          Diwan al-nafaqat: regulaba los gastos de palacio.

          Diwan al-tawqid: se ocupaba de la correspondencia del califa.

          Diwan al-barid: encargado de las comunicaciones oficiales y la información secreta.

          Diwan al-shurta: tenía a su cargo el mantenimiento del orden. En las ciudades un jefe de policía, sahib al-shurta, estaba a cargo de los policías que mantenían el orden. Por otro lado, Al-muhtasib se encargaba de la vigilancia en los mercados. En las provincias la autoridad la ostentaban un gobernador y un superintendente, con cierto grado de autonomía, pero controlados por el administrador de correos. Al conjunto de estos cambios los abasíes los llamaron "dawla" (revolución de la fortuna).

          Desintegración [editar]

          Es muy significativo que esta desintegración se produzca en el momento en que el islam es asumido por la mayor parte de las poblaciones que habitan en la zona. Minoritaria hasta entonces, el islam comienza a ser la religión predominante entre los pueblos indígenas conquistados por los árabes tres siglos antes. Esta propagación de la fe trajo mayor uniformidad ideológica, pero también se acentuaron las divisiones sectarias. La definitiva crisis del califato abasí se desarrolló entre los años 908 y 945. Durante este periodo cinco califas se sucedieron en Bagdad, de los cuales cuatro fueron depuestos por métodos violentos. Los sucesos y vaivenes políticos que jalonaron esta crisis fueron complejos. De hecho, fueron las intrigas de una facción de la burocracia civil las que permitieron que se proclamara califa a uno de los miembros más débiles y fácilmente manejables del linaje abasí, al-Muqtadir (908-932), cuyo gobierno estuvo controlado por los visires, de grupos rivales que luchaban por acaparar los recursos fiscales. El asesinato de este califa fue consecuencia de la crisis de poder central y desató de forma ya imparable la espiral de crisis interna.

          La falta de recursos tenía unas raíces complejas. Para hacer frente a la recaudación fiscal, los califas echaban mano de los arrendatarios, familias que adelantaba una suma al califa (la estimación de lo que se podía recaudar en una determinada zona) y luego eran ellos los responsables de recaudar los impuestos a los ciudadanos. Estos arrendatarios normalmente daban menos de lo que en realidad recaudaban, por lo que acumularon grandes fortunas y explotaban como podían a los campesinos para reunir más ganancias. Atrapado el gobierno central por la necesidad imperiosa de hacer pagos, sobre todo a un ejército siempre dispuesto a rebelarse, tuvo que ceder ante las presiones y permitir a los militares que recaudaran ellos mismos los impuestos. Eso dio lugar a la concesión de iqtá (igar), que suponía la concesión de territorios en los cuales no podían ejercer su autoridad agentes del gobierno central, sino que el beneficiario recaudaba los impuestos y le enviaba al califa una cantidad fijada de antemano que no pasaba de ser una cantidad simbólica. Durante este periodo se hizo frecuente también la ilya o himaya, donde un campesino se ponía bajo la protección de un señor cediéndole sus tierras. Con ello los campesinos buscaban ponerse al amparo de las arbitrariedades de los agentes fiscales y de las convulsiones causadas por las guerras. En algunas zonas contribuyó a imponer una situación servil sobre las poblaciones rurales.

          En enero de 946 Ahmad b. Buya hizo su entrada en Bagdad al frente de un victorioso ejército. El califa abasí de turno no tuvo más remedio que cederle el poder efectivo, poniendo fin a varias décadas de lucha en las cuales los jefes del ejército se habían hecho con todo el poder. Esta familia, los buyíes, eran oriundos de Daylam (al norte de Irán). Tres hermanos buyíes, Ali, Ahmad y Hasán supieron aprovechar este momento de debilidad y reclutaron un ejército formado por dalaymíes acumulando éxitos militares en todo su camino a Bagdad. Obligaron al califa a entregarles títulos grandilocuentes y a confiarles el gobierno de los territorios que habían conquistado. Tuvieron que estableces un sistema de iqtas y enrolar a turcos para su ejército, sistema que sobrevivió hasta la llegada de los selyuquíes. Uno de los rasgos que más ha llamado la atención sobre los buyíes es el hecho de que, a pesar del ser chiíes, no manifestaron ninguna predisposición contra el califato abasí y permitieran que sobrevivieran, aunque evidentemente reducido a un papel simbólico y que -paradójicamente- en este periodo pasaría a ser el punto de referencia espiritual de todos los musulmanes suníes.

          Árbol genealógico de la familia abasí. En verde, los califas abasíes de Bagdad. En amarillo, los califas abasíes de El Cairo. Se incluye el parentesco de los abasíes con el profeta Mahoma, señalado en mayúsculas.

          Dinastía Selyúcida

          De Wikipedia, la enciclopedia libre

           
          Para el reino helenístico de nombre similar, véase Imperio seléucida.

          Los selyúcidas, selchucos o selyuquíes, fueron una dinastía turca oghuz que reinó en los actuales Irán e Iraq así como en Asia menor entre mediados del siglo IX y finales del siglo XIII. Llegaron a Anatolia, procedentes del Asia Central, a finales del siglo X, causando estragos en las provincias bizantinas y árabes acabando con el Califato Abbasí y debilitando considerablemente al Imperio Bizantino con su empuje religioso hacia Occidente.

          Los turcos selyúcidas son considerados como los antepasados directos de los turcos sudoccidentales, los habitantes actuales de Turquía, Azerbaiyán, y Turkmenistán. Los Selyúcidas desempeñaron un papel principal en la historia medieval creando una barrera a Europa contra los invasores mongoles del Este, defendiendo el mundo Islámico contra los cruzados de Europa, y conquistando grandes extensiones del Imperio Bizantino, que prácticamente desmantelaron, siendo sus sucesores, los turcos osmanlíes, los que asestaron el golpe de gracia.

          Contenido

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          Historia [editar]

          Eran en origen un clan de la tribu turca oghuz de los Kınık, asentada al norte del Mar de Aral. En el siglo X se convirtieron al islam y migraron hacia el sur dirigidos por un jefe llamado Selyuq ibn Duqaq o Selchuk, del que procede el nombre de la dinastía. Selyuq se instaló en el curso inferior del Sir-Daria, desde donde hicieron incursiones en Irán oriental. A la muerte de Selyuq, su hijo Isrâîl prosiguió el avance al sur, chocando con el gran sultán Mahmûd, de la dinastía de los gaznavíes, el cual contuvo el avance selyúcida derrotando y haciendo prisionero a Isrâîl. Igualmente, Mahmûd los contuvo, pero no los aniquiló y a su muerte (1030), aprovechando la crisis sucesoria de los gaznavíes, los nomadas selyúcidas retomaron su avance con más fuerza.

          La dinastía selyúcida en 1092, su periodo de mayor extensión

          Dotados de gran fuerza militar, conquistaron el Jorasán, región del Irán oriental gobernada por los gaznavíes, a partir de la cual extendieron su acción militar sobre otras regiones. El débil sucesor de Mahmūd, su hijo Masûd, intentó detenerlo, pero su ejército, que durante el gobierno de su padre fue una poderosa fuerza de ataque contra los rajas norte de la India, se había hecho lento y pesado frente a la eficaz fuerza de jinetes-arqueros turcomanos. En 1038, el nieto de Selyuq, Toğrül o Tugril, se proclamó emir de Nishapur. En 1040, Toğrül venció en la batalla de Dandanqan al sultán gaznaví Masûd, el cual huyó a la India (luego de esta contienda, los gaznavíes se recluyeron en las montañas afganas y el Punjab). En 1055, Toğrül tomó Bagdad, liberando al califa abbasí de la presión de la dinastía chií de los buyíes, a la que sustituyó como gobernante efectiva. Toğrül recibió los títulos de sultán y de rey de Oriente y Occidente.

          Toğrül fue sucedido por su sobrino Alp Arslan (1063-1072), que fue el verdadero fundador del Imperio Selyúcida, con capital en Rayy (actual Teherán). Alp Arslan conquistó Alepo (1070), Armenia y comenzó las incursiones a los territorios orientales del Imperio Bizantino. En 1071, venció a las tropas del emperador bizantino Romano IV Diógenes (el cual cayó prisionero) en la batalla de Mantzikert, que dio inicio al poder turcomano en Anatolia (que desembocaría siglos más tarde en el Imperio Otomano y en Turquía). Los gobernantes de las regiones conquistadas a Bizancio constituirían desde ese momento una rama aparte de la dinastía llamada Selyúcidas de Rum, y su territorio se llamaría Sultanato de Rüm (Rum —"romano", en lengua árabe— era el nombre con el que los musulmanes designaban en general a los bizantinos y a su territorio).

          El apogeo del imperio se produjo durante el reinado de su hijo y sucesor Malik Shah (1072 -1092), gracias en parte al poder ejercido por el visir iraní Nizam al-Mulk, auténtico genio político y militar de la época. Los Selyúcidas se iranizaron desde los primeros momentos de su imperio, adoptando el farsi como lengua oficial, con lo que muchos de los dirigentes eran persas. Malik Shah gobernó sobre Transoxiana, Kermán, Jerusalén, Damasco y Asia Menor. Los sultanes disponían de un poderoso ejército y una ordenada administración civil (presidida por el diván) y de gran número de funcionarios autóctonos o mamelucos. A través de las fundaciones escolares (madrasa) garantizaban la renovación del sunnismo. La consideración del Estado turco como patrimonio familiar llevó al sultán a distribuir provincias, provocando el desmembramiento del Imperio en múltiples sultanatos menores como los de Kermán (1041-1186), Iraq (1118-1194), Siria (1078-1117), que se debilitaron con rapidez. Tras la muerte del sultán estalló una guerra civil que acabaría con el imperio. Jurasán fue la primera región en librarse del poder turco tras una revuelta, mientras que los atabegs o gobernadores locales ó regentes de los sultánes se convertían en soberanos de hecho de Irán, Iraq, Siria y la región de Yazira. En Siria y la zona de Kirmán (Irán) surgieron varios reinos efímeros a los que tuvo que enfrentarse el moribundo estado selchuco. El último sultán de la dinastía fue Toğrül II (1176-1194), que murió guerreando contra los gobernantes independientes de la región de Jwarizm.

          Turcos Selyúcidas del Sultanato de Rüm [editar]

          Véase Sultanato de Rüm para un enfoque más profundo

          El territorio que mantuvo su identidad y que prevalecería durante varias décadas fue el del sultanato de Rum (1081-1302). Fundado por Solimán ibn Qutulmis, bajo la égida del Imperio bizantino para el que sus tropas combatían como mercenarias, este sultanato se asentó en Anatolia y se expandió por Mesopotamia y Armenia llegando a aunar bajo su dominio a pueblos cristianos: griegos, sirios y armenios. Conoció su etapa de esplendor bajo el reinado de Kayqubad I (1221-1237). Disponía de un puerto en el Mediterráneo, Antalya, por el que realizaba funciones de enlace comercial entre el Extremo Oriente y Europa. También dispusieron de un puerto en el Mar Negro, Sinop. A partir de 1231, los raids mongoles asolaron el sultanato. La victoria mongola en la Batalla de Kose Dag (1243) fraccionó al sultanato (reducido a vasallaje mongol) en múltiples emiratos turcomanos, vasallos también de los mongoles. Otros emiratos, situados en la frontera con los bizantinos, permanecieron independientes realizando la Guerra Santa a los griegos. Uno de estos emiratos occidentales, el de los osmanlíes, sería el núcleo originario del futuro Imperio Otomano. Hacia 1276, los selyúcidas de Rüm perdieron de facto todo su poder, aunque nominalmente lo mantuvieron hasta 1307.


           

          Soberanos de la Dinastía Selyúcida 1037-1157 [editar]

          Soberanos Selyúcidas de Kerman 1041-1187 [editar]

          Kermán fue una nación del sur de Persia. Sucumbió en 1187, conquistada probablemente por Toğrül III de los Grandes Selyúcidas.

          Soberanos Selyúcidas en Siria 1076-1117 [editar]

          Sultanes/Emires de Damasco:

          Atabegs de Alepo:

          Sultanes Selyúcidas del Rüm (Anatolia) 1077-1307 [editar]

 
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